El mal gobierno y la crisis estructural del viejo poder colombiano podrían producir por primera vez en la historia nacional una ruptura política importante que logre en el 2022 la conquista de un nuevo gobierno de coalición que se caracterice como constructor de inclusión y democracia.
Aunque lo viejo se resiste a desaparecer, algo nuevo a favor de la vida, la paz y los derechos de las y los colombianos está en gestación y puede avanzar si se actúa con claridad, unidad, contundencia y suficiente coherencia programática.
Las elites del país temen perder sus privilegios y negocios amasados durante décadas de violencia, corrupción y con su política económica antisocial y depredadora, que de continuar perpetuaría la guerra, la desigualdad y la alta concentración de la riqueza y el autoritarismo.
Un nuevo gobierno del uribismo y sus aliados reducirían al máximo la implementación del acuerdo de paz, y cualquier agenda de democratización social y política seguiría aplazada en lo sustancial. Los principales referentes de la derecha en los grandes gremios y medios informativos lo saben y por eso han encendido las alarmas y promocionan sus coaliciones, llamando a evitar a toda costa el cambio político y el “populismo”, como la derecha llama a todo proceso democratizador.
Uno de sus objetivos prioritarios es desprestigiar y minimizar las posibilidades del Pacto Histórico y sus liderazgos principales, que diversas fuerzas de izquierda y progresistas han propuesto al conjunto de la Nación, llamando a juntar todas las rebeldías necesarias para cambiar, lo más pronto posible, la conducción del estado y la sociedad.
Algunos sectores de las direcciones de los partidos Alianza Verde o liberales disidentes, que se reclaman de oposición se niegan a integrarse a este esfuerzo colectivo, y hasta ahora, continúan priorizando desmarcarse del Pacto Histórico, reducirlo exclusivamente a la izquierda o incluso vetarlo con argumentos similares a los de la extrema derecha. Este sectarismo ha hecho que colectivos, representantes y bases sociales de estos movimientos empiecen a desmarcarse de sus líderes.
El Pacto Histórico no debería entenderse exclusivamente como una alianza más entre organizaciones y líderes políticos y sociales para ir unidos a las elecciones del 2022, avanzar en el Congreso y ganar un gobierno progresista de coalición. Es un proceso que deberá ir decantándose mediante los métodos más constructivos de diálogo y acuerdos políticos, sin vetos, ni exclusiones y teniendo en cuenta lo que puedan aportar la gran diversidad de tendencias, tradiciones y liderazgos nuevos que llegan y aquellos que propician reencuentros. Solo rechazamos la extrema derecha, la cual ha sido responsable de la violencia y financiadora de los paramilitares.
Se necesitan listas unitarias, con vocación de triunfo para construir nuevas mayorías parlamentarias. Proceso ligado a la necesaria candidatura presidencial única y sólida, elegida mediante consulta popular en marzo del próximo año, que garantice ganar en la primera vuelta o pasar a la segunda. Así mismo, el ejercicio electoral tiene que trascender y complementarse con un proceso socio político con mayor profundidad y perspectivas transformadoras con objetivos y metas políticas en el corto, mediano y largo plazo.
No hay que ganar un gobierno solamente, sino imponer una transición democrática que implicará muchos años, esfuerzos y disputas. Compartimos la visión de quienes consideran el Pacto Histórico como la expresión de un nuevo Pacto Social y una Nueva Mayoría comprometida desde sus diversos campos de acción en la sociedad y la cultura, con un programa transformador en defensa de la vida, la paz, la democracia, la soberanía y la protección de la naturaleza.
Que actué en contra de las amenazas que representa la continuidad de un modelo de dominación económica, política y social que está llevando a la humanidad a su colapso total, y a Colombia a uno de los momentos de máxima exclusión, de violencia, pérdida de soberanía y de inequidad de género.
El Pacto Histórico no se construye exclusivamente desde las direcciones nacionales de los movimientos, partidos, sectores sociales o personalidades democráticas que lo lideran, es necesario integrar prontamente los sectores obreros, indígenas, comunidades raizales, campesinos, juveniles, femeninos, intelectuales, artísticos y culturales.
Por ahora, es más una política que una forma organizativa única, para transitar de la unidad de acción y las alianzas electorales, hacia un movimiento de movimientos, que sea capaz de dirigir en la diversidad del pueblo y el conjunto de la sociedad, con fuertes bases programáticas y con la fuerza popular capaz de construir la democracia y la paz que continúa siendo esquiva al pueblo colombiano.
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