sábado, abril 20, 2024
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El desengaño de Europa

El triunfo de partidos fascistas en la mitad de los países del Viejo Continente es resultado del desencanto de amplios sectores sociales frente a una Unión Europea edificada de espaldas de sus pueblos. La frustración social, caldo de cultivo para la xenofobia, el racismo y expresiones nacionalistas y de ultraderecha

Mitin del Partido Comunista del Pueblo Canario, previo a las elecciones del Parlamento Europeo.
Mitin del Partido Comunista del Pueblo Canario, previo a las elecciones del Parlamento Europeo.

Alberto Acevedo

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, que concluyeron el pasado 25 de mayo en las principales capitales del Viejo Continente, anuncian nuevas crisis políticas y expresan la bancarrota capitalista en que se hunde la vieja Europa. En algunos países como Francia, España y Grecia, sectores sociales empiezan a reclamar elecciones anticipadas, que reflejen la nueva composición de fuerzas políticas en el escenario nacional.

El hecho concreto de que formaciones políticas de naturaleza fascista, racista, nacionalista y xenófoba hayan obtenido importantes votaciones y elegido representantes suyos al Parlamento Europeo en casi la mitad de los países que participaron en la contienda, ha conmocionado las estructuras políticas tradicionales europeas.

Las drásticas y criminales políticas de ajuste fiscal impuestas a pueblos y gobiernos por la denominada troika (Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) han incubado el huevo de la serpiente y los partidos nacionalistas y racistas crecieron de forma inusitada, mediante una habilidosa campaña en que se le achaca la culpa de los problemas sociales a la presencia de inmigrantes extranjeros que ocupan viviendas y plazas de trabajo que deberían disfrutar los europeos.

Tras ese argumento falaz de la ultraderecha se expresa además el rechazo cierto a políticas neoliberales, a la reducción de salarios y pensiones, a la disminución de la inversión social por parte de los gobiernos, en fin, al modelo de construcción europea al margen y en contra de los intereses de la gran mayoría de los ciudadanos. Voces más sensatas, provenientes especialmente de la izquierda, plantearon en cambio la necesidad de construir una Europa a través de sus naciones y pueblos, y no al revés.

Olvidando el pasado

Lo irónico es que un continente que padeció dos guerras mundiales, por las que pagó un altísimo costo en vidas humanas sacrificadas, lisiados, inválidos, heridos y desaparecidos, a lo que se suma la destrucción de ciudades e infraestructura para el desarrollo, esté alentando el regreso de líderes que hacen apología de la guerra, el odio racial y el fascismo.

En estas condiciones, la fuerza política más votada en las elecciones parlamentarias europeas, por naciones, ha sido el Frente Nacional, en Francia, que dirige la líder fascista Marine Le Pen, que se alzó con un 25.4% de los votos y pasó de tener seis escaños en el europarlamento a 24. Otra formación política de extrema derecha, la británica UKIP, pasó de 13 escaños parlamentarios a 23.

En Austria, el neofascista Partido de la Libertad (FPO) consiguió un 19.5% del electorado, superando los resultados obtenidos en las anteriores elecciones de 2009. En Hungría, el Jobbik, un partido que tiene milicias que se dedican a cazar y asesinar gitanos, se da el lujo de alcanzar una votación del 14%. En Croacia y Dinamarca, los partidos más votados fueron los de extrema derecha. En Alemania, el partido que aglutina a todos los grupos neonazis alcanzó un escaño parlamentario y eligió a su líder más caracterizado, el señor Udo Voigt, hijo de un antiguo soldado de Hitler e integrante de las SS nazis.

Abstención

Las elecciones europeas tienen dos características que las diferencian de las anteriores: la primera, la altísima abstención que muestra una actitud de indiferencia del grueso del electorado hacia las instituciones políticas que lo representan. Entre 1979 y 2009, la presencia electoral en la consulta para el Parlamento Europeo ha bajado cita tras cita. Pero en esta ocasión fue mayor, bordeando un 57% en el continente. En países como Eslovaquia y Croacia, y en general los nuevos socios de la antigua Europa Oriental, la abstención estuvo entre el 70% y el 80%.

La segunda característica tiene que ver con la utilización del voto como expresión de protesta e inconformidad de amplios sectores sociales frente a la crisis europea, en la que el parlamento regional ha jugado un papel secundario y timorato frente a instituciones como Alemania, la Comisión Europa o el FMI, que impusieron un recetario de hambre y miseria para paliar la crisis.

Ascenso de la izquierda

El mayor costo político de la jornada que concluyó el 25 de mayo lo asumieron los partidos tradicionales del Viejo Continente, conservadores y socialdemócratas. Los primeros perdieron 64 escaños parlamentarios, quedando con 212 representantes. Los socialistas perdieron 10, los liberales 13 y los verdes dos.

En cambio, la izquierda europea ganó ocho escaños parlamentarios nuevos, para acumular un total de 43 europarlamentarios. En este sentido, llama la atención que los partidos de izquierda más votados son actores principales en países que han sufrido el mayor costo de la crisis. En Grecia, la mayor votación la obtuvo el izquierdista Syriza, con el 26.7% de los votos, seguido por el Partido Comunista de Grecia (KKE), que consiguió el 6% de los votos.

Y en España, la Izquierda Unida, pasa del 3.7% al 9.9% de los votos, y de dos a seis diputados. En una votación que analistas consideran pudo haber sido mejor, se le atravesó la formación política de reciente formación Podemos, nacida al calor de las movilizaciones contra la globalización, que participó por primera vez y alcanzó la no despreciable cifra de cinco eurodiputados.

En Alemania, el partido Die Linke (La Izquierda) eligió siete representantes al Parlamento Europeo y en Francia, el Frente de Izquierda eligió tres.

Este es, grosso modo, el panorama político europeo tras las elecciones de la semana pasada. Los signos de una nueva etapa de crisis comienzan a vislumbrarse. Los partidos de derecha, a pesar de posicionamiento, deberán conformar coaliciones si quieren incidir en las decisiones parlamentarias, cuestión nada fácil si se toman en cuentas sus contradicciones interpartidistas. Pero ese chance también lo tienen los partidos de izquierda, en la puja por inclinar el fiel de la balanza. Y la movilización de masas, la lucha de los trabajadores, tendrá también su oportunidad en el destino futuro de la vieja Europa.

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