Cada cuatro años, miles de personas se conectan a una tradición milenaria revivida en 1896 por Pierre de Coubertin, donde atletas compiten por la gloria. Inicialmente, las Olimpiadas excluían a las mujeres, permitiendo solo a hombres libres griegos participar. A lo largo del siglo XX y hasta hoy, varios países han sido excluidos por guerras y sanciones, como Alemania, Sudáfrica, Afganistán, Rusia y Bielorrusia
Anna Margoliner
@marxoliner
Como cada cuatro años, desde hace un poco más de un siglo, miles de personas alrededor del mundo se conectan a una tradición milenaria que revivió buscando la esencia de la humanidad, según las costumbres occidentales. Ver a cientos de atletas competir por alcanzar el laurel y la medalla, conmueve los corazones que empatizan con el esfuerzo que cada uno de ellos realiza para poder llegar a esas instancias.
Sin embargo, las olimpiadas recorrieron un camino largo para ser lo que hoy en día conocemos. Por ejemplo, la participación de las mujeres fue negada al comienzo, precisamente porque estos eran una plataforma para demostrar la excelencia física y el honor de las ciudades-Estado griegas. Solo los hombres libres que hablaban griego podían participar, porque la victoria en los juegos otorgaba un gran prestigio político y social.
Renace una tradición
Los Juegos Olímpicos modernos comenzaron en 1896 en Atenas, Grecia, gracias a la iniciativa del barón Pierre de Coubertin. Él estaba inspirado por los antiguos Juegos Olímpicos, que se celebraban en Olimpia en honor a Zeus y que fueron prohibidos en el año 393 por el emperador romano Teodosio I.
Coubertin creía que el deporte podía promover la paz y la amistad entre las naciones. En 1894, organizó un congreso en París donde propuso revivir los Juegos Olímpicos como un evento multideportivo e internacional. La idea fue bien recibida y se decidió que los primeros Juegos Olímpicos modernos se celebrarían en 1896 en Atenas, como un homenaje a la cuna de los Juegos antiguos. Estos primeros Juegos Olímpicos modernos contaron con la participación de 241 atletas de catorce países, compitiendo en 43 eventos de nueve deportes diferentes.
Pausa para competir
Seguramente, el barón reconoció en la promesa de la tregua olímpica (llamada en griego antiguo ἐκεχερία) una oportunidad venidera para la paz entre naciones. A pesar de tener esto como horizonte, la realidad es que durante el siglo XX y hasta la actualidad, diversos países han sido vetados en su participación debido a diversos motivos, tales como guerras, sanciones olímpicas o incumplimientos al reglamento de los juegos.
Está el caso de Alemania, por ejemplo, que después de la Primera Guerra Mundial, junto con Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía fueron excluidos de los Juegos Olímpicos de 1920 en Amberes. Los germanos también fueron excluidos de los Juegos de 1924 en París y, posteriormente, de Londres en 1948 tras la Segunda Guerra Mundial, junto a Japón.
Por su parte, Sudáfrica fue excluida de los Juegos Olímpicos desde 1964 hasta 1992 debido a su política de apartheid, Afganistán en Sídney 2000 debido a la prohibición del régimen talibán hacia la participación de mujeres en los deportes. Finalmente, Rusia y Bielorrusia han sido excluidos de los Juegos Olímpicos de 2024 en París debido a la guerra en Ucrania.
Después de ver este recorrido, es imposible no preguntarse ¿por qué no fue igualmente sancionado Israel por el genocidio que está cometiendo en contra de Palestina? ¿Por qué este no es reconocido tanto como las políticas discriminatorias del apartheid, por ejemplo, que ocasionó la exclusión de Sudáfrica en su momento?
Paganismo
La ceremonia de inauguración no estuvo exenta de la polémica en las redes sociales, para esta edición se proyectaban alrededor de 4000 millones de espectadores simultáneos en todo el mundo. Lo que la hizo más llamativa desde el comienzo fue la decisión de sacarla del estadio, literalmente así fue.
En un recorrido de seis kilómetros sobre el Río Sena, los y las atletas de todo el mundo desfilaron en diferentes tipos de bote, mientras un sujeto enmascarado llevaba la llama olímpica atravesando los techos y los lugares más icónicos de París, mientras se resaltaban los valores nacionalistas franceses. Incluso María Antonieta apareció luciendo su cabeza entre sus manos, mientras la cantante de ópera, Marina Viotti, junto a la banda Gojira, interpretó el Ah! Ça ira, una emblemática canción de la Revolución Francesa.
Igualmente, la industria de la moda se hizo presente a través de una pasarela que tuvo como protagonistas a Drag Queens, quienes representaron el Festin des Dieux de Jan Harmensz van Bijlert. La indignación no se hizo esperar por la similitud que guarda con La Última Cena de Leonardo Da Vinci, que también ha sido ampliamente recreada en diferentes escenarios de la cultura pop. Así, según una horda de conservadores, esta ceremonia no es la apertura de los Juegos Olímpicos que “antes tenían otros valores”, sino la escenificación de la agenda “progre come niños” del 2030.
Ojalá supieran que, antiguamente, las olimpiadas fueron prohibidas en el año 393 por el emperador romano Teodosio I debido a su carácter pagano. En ese momento, el Imperio Romano estaba adoptando el cristianismo como religión oficial, por lo cual el emperador quería eliminar todas las prácticas y festividades asociadas a las antiguas religiones griegas y romanas.
Así, los Juegos Olímpicos, que se celebraban en honor a Zeus, eran vistos como una celebración pagana incompatible con los nuevos valores cristianos del imperio, entre otras cosas porque los atletas competían desnudos, lo que hacía inapropiada la presencia de mujeres, tanto como participantes como espectadoras. Sin embargo, había algunas excepciones, como las sacerdotisas de Deméter, que podían asistir a los juegos