jueves, abril 18, 2024
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El “Bruto” de David y el problema del comunismo

Miguel C. Espinosa Ardila

La pintura de Jacques-Louis David expresa mejor que ninguna la relación existente entre estética y política. El pintor francés, perteneciente a la pequeña burguesía, y pariente de influyentes artistas, tendrá un papel determinante en las artes del siglo XVIII, época que coincide, necesariamente, con el acontecimiento político más importante de la humanidad hasta la época: la Revolución Francesa.

“Los lictores llevando a Bruto el cuerpo de sus hijos”, obra de Jacques-Louis David (1789)
“Los lictores llevando a Bruto el cuerpo de sus hijos”, obra de Jacques-Louis David (1789)

Dedicar estas líneas a David no es solamente una exhortación al artista “comprometido”, es también una invitación para que, a través de la obra “Los lictores llevando a Bruto el cuerpo de sus hijos” (Les licteurs rapportent à Brutus les corps de ses fils, 1789, Museo del Louvre) reflexionemos acerca del problema del comunismo.

Al David entrar en escena, es decir, antes de la Revolución Francesa, el estilo que sobresale en las artes es el rococó (conocido también como estilo Pompadour, Boucher o rocaille, tal como comenta Amado Palenque Saínz), expresión del periodo aristocrático del rey Luis XV, y movimiento artístico mucho más libre que el barroco imperante en el periodo de su antecesor, Luis XIV (el Rey Sol). David irrumpe abanderando el movimiento neoclásico con el lienzo “El juramento de los Horacios” (Le Serment des Horaces, 1784, Museo del Louvre), que, aunque frío, “respondía a un sentimiento social” (Josep Francesc Ráfols) evocando principios republicanos, aún en plena monarquía.

Un lustro después, David expondrá la obra que nos motiva a escribir estas líneas: “Los lictores llevando a Bruto el cuerpo de sus hijos”. Que el artista haya presentado este lienzo en el Salón de Exposición de 1789 mientras el pueblo parisino tomaba violentamente el cuartel-prisión de La Bastilla le dio un connotado reconocimiento, que explica, a su vez, el gusto burgués por un estilo neoclásico y de las manifestaciones artísticas de un pintor como David.

Artista “comprometido”

David no fue solamente un pintor; ante todo, fue un artista “comprometido”. Sus obras son la expresión de los acontecimientos acaecidos en Francia, principalmente durante el periodo del radicalismo jacobino (no olvidando que fue también el pintor oficial del Imperio de Napoleón). Su estilo neoclásico, que se inspira en el arte y la literatura de la antigüedad grecorromana, no surge espontáneamente, sino allí cuando la lucha de clases se inclina hacia la transformación radical de la sociedad.

Durante el periodo jacobino, que nos recuerda a Robespierre, Saint-Just y Marat (incluso, el “genio tenebroso” de Fouché), fue intensa su labor como político, perteneciendo a la Convención Nacional, donde votó a favor de la muerte del rey Luis XVI (guillotina), además de pertenecer al Comité de Instrucción Pública y de la Seguridad General (no hay que olvidar que durante su periodo en el Comité de Instrucción Pública se suprimió la Real Academia de Pintura y Escultura, a la cuál perteneció, pero que era el símbolo de la monarquía y del arte cortesano).

Ahora, ¿qué importancia tiene la obra del “Bruto” de David para los revolucionarios? En primer orden, permiten abordar el problema de la democracia. Lucio Junio Bruto (Lucius Iunius Brutus) es el fundador de la República romana, y surge allí la república, siguiendo la tesis de Arthur Rosenberg, cuando la mayoría de los pobres libres en Roma deciden imponer su dictadura, llamada democracia (δημοκρατία, demokratía). En medio de la lucha de clases, se decide optar por un proyecto político contrario al de la oligarquía (ὀλιγαρχία, oligarchίa). Los hijos de Bruto conspiran contra su padre y la República, no teniendo otra vía que la de asesinarlos.

La obra de David muestra, entonces, el momento cuando son traídos los cadáveres a su cuarto, mientras sus esposas lloran desconsoladas. En igual situación se encontraba Francia: los enemigos del proceso revolucionario, hijos franceses, son asesinados y perseguidos por conspirar e intentar detener la marcha que ha iniciado el demos. El rostro de Bruto no traduce la desesperación de las mujeres, sino la contención de todo sentimentalismo.

Estudio del rostro de Bruto, por Jacques-Louis David
Estudio del rostro de Bruto, por Jacques-Louis David

El neoclasicismo no permite las expresiones de grandes emociones, pues es como si la razón misma pintara la obra, o si el Logos se objetivara en forma de pintura. El estudio del rostro que hace David de Bruto demuestra cómo contiene la emoción, y en la pintura se observa cómo la esconde detrás de la sombra producida por la escultura clásica. Además, el rostro, y toda la obra expresa el sacrificio que debe tener todo proceso revolucionario, simbolizado en los cadáveres de los hijos de Bruto.

Una finalidad

Pero, más importante aun es el problema del comunismo. David está pintando a la República burguesa (que sólo llega el 21 de septiembre de 1792, no sin acontecimientos cruentos como el de la insurrección del 9 al 10 de agosto), a la dictadura de la nueva clase llamada a suprimir el orden anterior; y la técnica pictórica no es óleo sobre lienzo, sino sangre sobre el patíbulo de madera a donde son conducidos quienes intenten detener la marcha.

Pero forcemos, entonces, a la obra misma a decir aquello que esconde: la República burguesa junto a la democracia como dictadura de clase contra la monarquía, no es sino una formalidad a la que los jacobinos intentaron, con sus limitaciones históricas, darle cierta sustancialidad (Constitución francesa de 1793 que derogó a la de 1791, luego de derrotar a la fracción girondina, pero que no fue posible aplicar). La lucha de clases no cesa con la dictadura burguesa, sino que el movimiento histórico, por las contradicciones de la sociedad misma, tiende hacia su negación, surgiendo un proyecto de dictadura socialista.

La dictadura del proletariado no es la negación de la demokratía sino de la democracia burguesa (Arthur Rosenberg) y de todo el constitucionalismo burgués, que Marx en 1843, aún sin desprenderse completamente del hegelianismo, comprende que “el interés real del pueblo sólo existe formalmente, pero existe como una forma determinada al lado del Estado real”. La dictadura del proletariado, a pesar de ser la afirmación de la democracia como movimiento real, se fundamenta en la propiedad privada. Analizando la institución del mayorazgo, Marx llega a afirmar que “la constitución política en su más alta expresión es, por tanto, la constitución de la propiedad privada”.

Apoderarse del aparato estatal es pintar nuevamente el “Bruto” de David, por tanto, constituye sólo un paso. “Pero la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines”. Para superar (aufhebung) el lienzo de David, para negar realmente el capitalismo, hay que realizar un nuevo lienzo, el del comunismo.

Mientras afirmemos el “Bruto”, aunque sea para la dictadura del proletariado, permanecerá en pie el problema de ser el “trabajo productivo (…) un atributo de una clase” (Marx). La emancipación humana sigue siendo un problema latente, y con ello, la lucha de clases, democracia, socialismo y comunismo.

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