El último comandante del Estado Mayor de las FARC-EP y hoy presidente del partido Comunes habla sobre la implementación, los retos de la justicia transicional y la difícil realidad en los territorios que por un momento acariciaron la paz pero que hoy viven de nuevo en el conflicto. Insiste en que el uribismo no ha podido hacer trizas el proceso y que el estallido social es producto de un nuevo momento político que provocó el Acuerdo
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Es inevitable no observar los rostros que dan la bienvenida al entrar a la sede del partido Comunes. Las personas que hacen parte de los distintos esquemas de seguridad, la mujer que atiende la recepción y el hombre que dirige nuestro ingreso, tienen en común su mirada. Hace cinco años firmaron la paz, dejaron su fusil y se reincorporaron a la vida civil. Gente del común, la mayoría proveniente del martirizado campo colombiano, que le siguen apostando a la construcción de la “Nueva Colombia”. A ellas, a ellos, nuestra admiración.
La visita al partido que nació gracias al Acuerdo de Paz, fue porque hablamos con el último comandante del Estado Mayor de las FARC-EP, Timoleón Jiménez o Rodrigo Londoño, su nombre legal. El tema no puede ser otro sino el quinto aniversario de la firma en el Teatro Colón. Desde luego, no somos los únicos y debemos aguardar
Una espera de casi treinta minutos es suficiente para revisar anotaciones y pulir el cuestionario. Al salir de su oficina, Timo nos reconoce. Se le nota el cansancio, no solo por las entrevistas que les ha dado a los distintos medios de comunicación que quieren su opinión para cubrir la efeméride, sino porque la altura de Bogotá le afecta.
Le regalo una edición impresa del periódico mientras nos invita a su oficina. Su voz dura de líder guerrillero se enternece ante el huracán de la nostalgia: “Yo le leía a mi papá la VOZ Proletaria. Siempre será un recuerdo de la casa. Ya en la guerrilla, la ilusión era que llegara VOZ para informarse. Literal, era una voz de aliento”. Con ese inesperado preámbulo, encendemos la grabadora y disparamos la primera pregunta.
¿Qué ha sido lo bueno, lo malo y lo feo en estos cinco años del Acuerdo de Paz?
-Lo bueno es que tenemos Acuerdo, que no lo pudieron hacer trizas. Es el punto más importante. En estos cinco años se ha venido ganando más respaldo. La gente en la medida que entiende el Acuerdo, se dispone a apoyarlo. Lo malo es que elegimos a un presidente cuya bandera era hacer trizas el Acuerdo de Paz y un partido que siempre estuvo en contra del proceso, enemigo de la reconciliación. Se han opuesto a implementar los puntos transformadores pactados en La Habana.
Y lo feo es el asesinato sistemático de nuestros camaradas. La reincorporación en este punto ha sido muy difícil. Son más de 290 historias, de excombatientes farianas y farianos, que le apostaron a la paz y a quienes el Estado no les cumplió. Estos cinco años del Acuerdo de Paz, que en cierta medida es un relanzamiento, también es un homenaje a esas vidas que nos arrebataron.
El balance en temas como la reforma rural integral, la sustitución de cultivos de uso ilícito o el de participación política, es negativo. Al respecto, mucha gente dice que fracasó el Acuerdo de Paz. ¿Cuál es su opinión frente a esta apreciación?
-Por supuesto que no estoy de acuerdo. La potencia del Acuerdo se mantiene, está intacta. Depende de nosotros y de nuestra capacidad de incidencia política con la gente para desarrollar esos puntos conquistados en la negociación. Por eso en las próximas elecciones tenemos que elegir un gobierno que apoye lo pactado y así garantizar el cumplimiento de esas transformaciones necesarias para el país.
La justicia transicional
Se reconoce que el sistema de justicia transicional que emergió del Acuerdo está dando resultados. Sin embargo, recientemente se abrió la posibilidad de imputarles el delito de esclavitud en el macrocaso de las retenciones o secuestros. ¿Existe una línea roja por parte del antiguo secretariado a la hora de enfrentar estas acusaciones?
-Líneas rojas frente al reconocimiento no tenemos. Nosotros construimos el Acuerdo de Paz y lo aprobamos por unanimidad, incluido el tema general de justicia. La esencia de ese sistema es la verdad para garantizar la reconciliación y condiciones para que haya justicia. Mal haríamos nosotros en poner obstáculos contra ese propósito. Otra cosa es que nos obliguen a reconocer cosas que no hemos hecho. Con esa nueva calificación jurídica, que viene de la Procuraduría General de la Nación en manos del uribismo, quieren poner palos a la rueda en algo que ya reconocimos en materia de secuestro y retenciones.
¿Se sienten tranquilos con ese tema?
-Esperamos que esa acusación injuriosa no prospere. Nunca fue política de las FARC esclavizar a nadie. Nosotros reconocemos unos hechos en el marco de la confrontación, pero algo que no hicimos, no lo vamos a reconocer. El tema ya está en manos de los abogados que son los que saben cómo son todos esos tejemanejes. Por nuestra parte, estamos tranquilos porque estamos comprometidos con la verdad.
Más allá de este tema puntual, ¿Cómo valoran el trabajo de la JEP, la Comisión de la Verdad y de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas?
-Este sistema es inédito en el mundo. Como somos el referente, pues ha sido una permanente construcción. Estamos aprendiendo y en ese proceso aparecen contradicciones. No todo iba a ser una obra perfecta. Lo importante es que a través del diálogo nos hemos venido entendiendo. Por ejemplo, hemos dado opiniones sobre el trabajo de la Comisión de la Verdad, sobre lo que nos parece que está muy bien y lo que no ha estado tan bien. Lo mismo sobre la JEP. Insisto, interpretamos que es un sistema en construcción, una justicia especial hecha por y para los colombianos.
El camino correcto
Hablemos de los territorios. Mientras el Acuerdo de Paz habla de sustitución de cultivos de uso ilícito, el gobierno prioriza la erradicación forzada. Comunidades campesinas que creyeron en el proceso y que firmaron acuerdos territoriales, han lidiado con la lentitud en la implementación, sufren con el regreso de la represión y vuelven a sembrar para no quebrarse. ¿Cuál es su opinión ante esta difícil coyuntura?
-Si hay frustraciones con el Acuerdo, indudablemente este punto es uno de los principales. En los días que estuve en La Habana trabajé en este tema de cómo resolver el problema del narcotráfico. Al abrir la discusión frente a ese fenómeno, esencial para entender el conflicto colombiano, nos propusimos encontrar salidas para resolverlo. Sabemos que el camino principal es sustituir la materia prima del narcotráfico, la hoja de coca.
En La Habana estuve reunido con más de 25 líderes, dos días trabajando las líneas para construir el punto cuatro. Recuerdo que los compañeros decían, “si esto se implementa de verdad, verdad, se garantiza que desaparezca el 70% del cultivo de hoja de coca en Colombia”. Desafortunadamente este gobierno cambió completamente lo acordado y no siguió impulsando la implementación. Comenzó a retomar la erradicación forzada, una política que ya ha demostrado que es un fracaso. Estamos convencidos que, para resolver el problema del narcotráfico, debemos retomar el espíritu transformador del Acuerdo. Necesitamos un nuevo gobierno que haga un balance de lo que se ha hecho y trace una nueva ruta a seguir. El campesinado cocalero quiere sustituir, pero necesita condiciones para hacerlo.
Hace cinco años, territorios victimizados por el conflicto experimentaron la paz en un lapso muy corto de tiempo. No obstante, la violencia volvió ya sea con el ELN, disidencias guerrilleras, paramilitares o el mismo Ejército. ¿Por qué el Acuerdo no logró que cesara la horrible noche?
-Colombia acarició la paz y en especial en esas zonas de mayor conflicto. Vivimos lo que era ese anhelo. Pudimos experimentar que era construir patria sin recurrir a la violencia. Es una muestra de que el Acuerdo de Paz es el camino correcto.
¿Qué falló? Yo vuelvo a repetir lo que dije más atrás, el pueblo colombiano se equivocó y eligió un presidente cuya bandera era hacer trizas ese anhelo. Siempre fueron enemigos de la paz, porque la guerra les ha dado históricamente poder económico y político. Ahora, no han podido destruir el Acuerdo, pero si han hecho mucho daño.
Hay instrumentos que surgen del Acuerdo de Paz que hasta ahora se van a implementar, como el caso puntual de las circunscripciones especiales de paz. ¿Cuál es su lectura con respecto a esta iniciativa?
-Indudablemente serán fundamentales para abrir la democracia y darle espacios de representación a las víctimas. Pero hay algo que debe quedar claro. El acuerdo es integral. En ese proceso no vale que se implemente una cosa y no la otra. Para nosotros fue claro en la mesa de diálogo que no íbamos a hacer la revolución, pero también era claro que la negociación iba a construir las bases mínimas para iniciar una verdadera transformación. ¿De qué grado? ¿De qué radicalidad? Dependía de las fuerzas que teníamos y eso fue lo que logramos.
Ahora, con respecto a las elecciones de las circunscripciones especiales de paz en la Cámara de Representantes, creo que van bien. Insistimos que es una iniciativa para las víctimas, no para las Farc y lo que sabemos es que la gente está trabajando. Y fíjense, la derecha ya se está metiendo porque entendieron que es un escenario importante de representación. La tarea para las organizaciones de víctimas y defensoras de los derechos humanos es disputar con política y ganarse en franca lid las curules.
Conversemos del Partido Comunes. Se habla mucho de las tensiones que tienen al interior ¿Cómo ha sido la experiencia de transitar de una estructura armada a una organización política?
-Vamos bien sin decir que no hay dificultades. El principal obstáculo del partido, como sucede con casi todas las organizaciones alternativas, son los recursos. Los aportes económicos que nos da el Estado son extremamente limitados, pero además con una dificultad, que el sistema financiero nos impone obstáculos para mover plata, para emitir cheques, para abrir cuentas o hacer transferencias. Es un problema tremendo y ahí tenemos limitaciones.
De seguro hemos cometido muchos errores desde que nos fundamos como partido. El primer error fue no haber cambiado de nombre, tanto que después lo corregimos. Incluso quienes estaban inicialmente a favor fueron conscientes del error. Ahí estamos, un partido estructurado en casi todos los departamentos del país con sus direcciones, unas funcionando bien, otras regular y otras bastante mal, pero en esa dinámica seguimos. No negamos los problemas internos, pero nos ha servido para avanzar y vincular más gente.
Abrir las compuertas
En varios sectores revolucionarios se ha puesto en duda la tesis de la solución política al conflicto social y armado y de la apertura democrática, identificándola como una táctica socialdemócrata y liberal, ¿Está vigente esa tesis?
-Lo que está pasando en Colombia muestra que la búsqueda de la paz es el camino. Nunca en Colombia había existido la posibilidad de que una opción alternativa tuviera los votos que logró Gustavo Petro en las elecciones pasadas. El mismo desarrollo de las luchas sociales y populares que hemos venido viviendo en los últimos años, el 21N del 2019 y ahora el 28 de abril, corresponde a esa situación. Todo lo que se ha dado es fruto de ese contexto, de esa nueva realidad que ha generado el Acuerdo de Paz. ¿Es válida o no es válida? Ahí está demostrando. Me viene a la memoria la frase de Jacobo Arenas: “El objetivo de las FARC es abrir las compuertas para que avance el movimiento popular por una nueva Colombia”. Creo que ese ha sido nuestro aporte.
¿Qué mensaje enviarles a los grupos insurgentes que siguen en la lucha armada?
-La mejor muestra de que el camino no es otro sino la paz, es el balance que estamos haciendo, no en materia de resultados, sino en la vinculación de tanta gente en función de este aniversario, incluida la comunidad internacional. Fueron más de cincuenta años de lucha armada donde lo dimos todo. Nadie puede decir que no ahorramos un esfuerzo con tal de lograr el objetivo y lo que conseguimos fue esto. Con respeto nos preguntamos ¿cómo nos van a decir ahora que por el camino de las armas se va a conseguir la revolución y la toma del poder político?
Esta discusión me hace recordar un homenaje que me hicieron en la Universidad de Jalisco en México. En esa oportunidad le decía a la juventud que ser revolucionario en los setentas o en los ochentas era ponerse la camiseta del Che, echarse una mochila al hombro y coger un fusil. Ahora ser revolucionario es ponerse la camiseta blanca, con la misma imagen del Che, manteniendo los principios y su ética. Y una bandera blanca, la bandera de la paz.
Momento político
¿Cuál es su lectura del Paro Nacional y del estallido social que estremecieron al país recientemente?
-Estoy convencido de que el estallido social ha sido en parte estimulado por las condiciones sociales que emergieron del Acuerdo de Paz, por supuesto, teniendo en cuenta elementos excepcionales que aumentaron la indignación, como la grave crisis económica que fue agudizada por la pandemia y la mala gestión económica del gobierno Duque, que prefirió salvar bancos y no vidas.
Independientemente de todas las deficiencias que tiene la implementación del Acuerdo, este si abrió un nuevo ambiente político a partir de develar que las FARC no éramos los causantes de los problemas del país. Por fin las contradicciones se hicieron visibles y la gente va asimilando y entendiendo el papel de la lucha popular para conquistar derechos.
Es importante destacar el protagonismo de la juventud, que antes se sublevaba con la bandera de la antipolítica. Pero la misma dinámica de la pelea le ha hecho entender que no basta con que la indignación explote. Esa base es clave para las próximas elecciones. El reto de los sectores alternativos es lograr que estas nuevas generaciones canalicen su descontento eligiendo un nuevo Congreso de la República y un Gobierno que mayoritariamente apoye la paz y la reconciliación como un mínimo para transformar el país.
Hay mucha expectativa con lo que pueda pasar en la contienda electoral. Las encuestas dicen que el candidato Petro tiene una cierta ventaja, mientras la derecha no logra configurar un proyecto seductor para la gente porque viene muy deslegitimado por la pandemia y las movilizaciones sociales. ¿Cómo ve 2022 en términos políticos?
-Siendo realistas, soy optimista (risas). Hay que trabajar, porque la posibilidad de cambiar al país no viene de esfuerzos solitarios. Todas las fuerzas políticas revolucionarias y democráticas tenemos que poner nuestro granito de arena. Por nuestra parte, estamos tratando de contribuir y de construir lo que más podamos a ese proceso unitario.
¿Se siente satisfecho con el trabajo hecho hasta el momento? ¿Está en paz con usted mismo?
-Yo creo que uno nunca se siente conforme con lo que hace. Quisiera hacer más, pero en general estoy satisfecho. Hace poquito hicimos una reunión que me estimuló mucho, con todos los consejeros políticos del país y me acordé de las personas que éramos en la guerrilla. La pandemia nos obligó a la virtualidad, pero estamos superando eso y volvernos a encontrar es sumamente estimulante. Como revolucionarios estuvimos en la lucha armada, firmamos la paz y continuamos construyendo la nueva Colombia.