Ricardo Arenales
El 22 de febrero, a ambos lados de la frontera colombo venezolana, sobre el puente Tienditas se dio no solo un duelo entre conciertos, sino entre compositores e intérpretes de la música popular. Y en medio de canciones, se definieron aspectos cruciales del destino de la Revolución Bolivariana de Venezuela, que hoy es objeto del más descomunal asedio de un pueblo por parte de grandes potencias extranjeras, en la historia contemporánea.
Sobre las diez de la mañana de ese día, comenzó en la parte colombiana de la frontera el denominado ‘Venezuela Aid Live’, en el que participaron unos 30 artistas provenientes de varios países, y una hora más tarde, a unos 300 metros de distancia, el concierto “Manos fuera de Venezuela”, con el lema, ‘Para la guerra nada”, que tuvo el propósito central de denunciar los planes de agresión contra el pueblo venezolano, inspirados en la más agresiva política intervencionista norteamericana, y denunciando que la “ayuda humanitaria” anunciada para el día siguiente no era más que la cobertura de una provocación intervencionista.
El conflicto que vive Venezuela, ciertamente ha conseguido, en buena medida por la manipulación mediática, no solo polarizar a la población del vecino país; también a la opinión de los países vecinos, y con ello a artistas e intelectuales. Eso se reflejó en la parafernalia del encuentro de artistas del 22 de febrero a este lado de la frontera.
Un abanico no tan representativo
El más significativo desencuentro se dio entre el fundador de la banda de rock Pink Floyd, Roger Waters, y el también británico empresario Richard Branson, financiador del evento. Waters le pidió a Branson que no se metiera en los asuntos internos de Venezuela, que dejara al pueblo de ese país decidir libre y soberanamente su destino. En esa polémica intervino el colombiano Fonseca, criticando al fundador de Pink Floyd y poniéndose del lado del multimillonario Branson.
La mayoría de los artistas reunidos en la tarima de Tienditas, en el pasado han expresado animadversión por los gobiernos bolivarianos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Es el caso de Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Carlos Baute, Nacho, Ricardo Montaner, Luis Fonsi y Carlos Vives. Incluso uno de los cantantes, El Puma, llamó abiertamente a Washington a intervenir militarmente en Venezuela, su patria.
Tradición humanitaria
Cantantes de una gran trayectoria artística, optaron por una actitud más sensata y no se prestaron para un show intervencionista, antivenezolano. Es el caso de Shakira, la más famosa cantante colombiana, que decidió no asistir a la mayor reunión de artistas en su país. La intérprete barranquillera, unos meses atrás, desistió de realizar un concierto en Israel, cuyo gobierno practica una política de exterminio contra el pueblo palestino. Otros cantantes colombianos como Yuri Buenaventura, también optaron por apartarse del espectáculo.
Todos los conciertos de “Live Aid” anteriores al de Cúcuta, que se hicieron con este nombre fueron hechos por los propios artistas participantes, y por causas netamente humanitarias y despolitizadas, tratando de unir a numerosos espectros políticos, en favor de sectores sociales necesitados. El primero fue en 1985, organizado para recolectar fondos para los damnificados por la sequía en Etiopía.
Para el momento actual hubiera sido deseable un festival como el de 1985, que se realizó en forma simultánea en Londres, Nueva York y otras metrópolis, de los cuatro continentes. Se hubiera proyectado esta vez en favor de sectores necesitados de América Latina, afectados por catástrofes naturales, en Brasil, Bolivia, Perú, Cuba, o del empobrecido Haití.
Ningún “corazón partío”
El de Cúcuta ha sido el primer concierto en la historia de los “Live Aid”, que se da para derrocar a un gobierno elegido democráticamente, y en donde algunos de los cantantes llaman a la intervención militar extranjera. Que se da en un puente fronterizo, buscando provocar al país vecino, y en donde el anfitrión de la fiesta llama a derrocar a otro presidente.
Es también el primer concierto bajo esta bandera, organizado y financiado por uno de los magnates más ricos, poderosos y llenos de intereses políticos y empresariales que hay, el señor Richard Branson. Este personaje es propietario del conglomerado Virgin Group, un conjunto de 400 empresas, con tentáculos en todo el mundo. Branson no es precisamente un alma caritativa ni un adalid de la ayuda humanitaria. Como todo empresario ambicioso, hace cálculos de que un próximo gobierno de derecha en Caracas le otorgue jugosas concesiones a su empresa.
El de Tienditas, pues, fue un concierto que desnaturalizó la tradición de “Live Aid” y sirvió de plataforma mediática para la invasión militar a Venezuela. Allí no hubo ningún “corazón partío”. Por eso, el que al otro lado de la frontera organizaron las fuerzas chavista, levantó la consigna de la paz, la democracia, el respeto por la autodeterminación de los pueblos y el rechazo a la intervención extranjera.