jueves, abril 18, 2024
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Diplomacia entre Colombia y Venezuela: única solución

La vía de solución es la salida diplomática. Colombia sufrió una derrota en la OEA y una decisión equivocada en Unasur puede llevarla al aislamiento. La agresión mediática desde Colombia atiza la guerra entre los dos países hermanos. La crisis es social.

Carlos A. Lozano Guillén

La crisis actual en la frontera colombo-venezolana que colocó en un bajo nivel los compromisos de cooperación entre los dos países y que condujo al cierre de la frontera binacional por el presidente Nicolás Maduro, ha sido agudizada por la campaña mediática de los grandes medios colombianos, que como nunca acudieron a una frenética instigación guerrerista y anti venezolana, sostenida y prolongada, desde mucho antes de la situación actual. Es un plan urdido desde Colombia, orientado a desestabilizar el gobierno vecino y a la revolución bolivariana.

Está orquestado desde Estados Unidos y cuenta con el apoyo de la derecha en los países latinoamericanos. En Bogotá la cabeza de la conspiración es el ahora senador Álvaro Uribe Vélez, quien sueña, desde cuando fue mandatario, con eliminar el proceso bolivariano. Es conocida la declaración de Uribe cuando entregó el gobierno a Juan Manuel Santos de que le faltó tiempo para invadir a Venezuela. Le respondió el comandante Chávez con su estilo caribe franco y frentero: “No le faltó tiempo, le faltaron cojones”.

Así las cosas, el objetivo mediático y de la conspiración golpista de la derecha es derrocar a Nicolás Maduro, lo demás son simples pretextos, utilizados sin escrúpulos, en el propósito antidemocrático de desconocer al gobierno legítimo y constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. No es ajeno a ello el presidente Juan Manuel Santos, aunque no da la cara pero asume un discurso similar al de Uribe Vélez, no hay que olvidar que apoyó, siendo ministro de Hacienda de Andrés Pastrana, la intentona golpista contra Hugo Rafael Chávez Frías del 11 de abril de 2002. Es más, gestionó el asilo para Pedro Carmona, quien usurpó por breve tiempo la silla presidencial en Miraflores y es responsable del fracasado golpe antidemocrático y anticonstitucional como de las muertes que se presentaron.

La reunión de Cartagena

La reunión en Cartagena de Indias de cancilleres de Colombia y Venezuela, el pasado 26 de agosto, fue un primer paso para la solución diplomática, pero las palabras del presidente Santos, tras el fin del encuentro en La Heroica, no son alentadoras. Es más: irritaron al presidente Nicolás Maduro. Además de unirse a la campaña anti venezolana, esboza el plan de recuperación y asistencia a los deportados con algunos paliativos y no con la solución de las raíces sociales, estructurales, razones que motivan el éxodo de miles y miles de colombianos, sin documentos legales al territorio venezolano. Absurdas las razones de Santos y congresistas de la Unidad Nacional y del Centro Democrático Uribista, porque aseguran con ingenuidad, ignorancia o mala fe, que los colombianos van a llevar riqueza, cuando por el contrario llegan huyendo de la guerra sucia y de la miseria y a buscar vivir en paz con los beneficios que les proporciona la revolución bolivariana.

Cúcuta es de las ciudades colombianas con mayor desempleo y pobreza. El Alcalde ha dicho que con el precario presupuesto está en la imposibilidad de resolver la estabilidad de los afectados. El Gobierno Nacional no ofrece soluciones a largo plazo.

No es la primera crisis

La actual no es la primera crisis, hubo otras antes, pero que no tuvieron el desfogue de la actual, provocada por los grandes medios y politiqueros tradicionales, que incitan a la guerra, a la confrontación entre países hermanos. Afortunadamente en todos los casos primó la sensatez de acudir a las vías diplomáticas y del diálogo para llegar a los acuerdos civilizados entre las dos partes.

Hay que recordar que en 1987, durante los gobiernos de Virgilio Barco en Colombia y Jaime Lusinchi en Venezuela, la Corbeta Caldas invadió las aguas marítimas no delimitadas y en litigio. La presencia de una fragata de guerra fue considerada en Caracas como un acto provocador y el 9 de agosto Lusinchi, adeco para más señas, ordenó someterla o hundirla. Colombia envió tropas a las fronteras y a la Fragata Tayrona a respaldar a la Corbeta Caldas. Los dos países estuvieron al borde de la guerra, hasta que el 19 de agosto con la mediación de la OEA y del presidente Raúl Alfonsín de la Argentina se llegó al acuerdo diplomático y Barco dio la orden de retirada.

En 1991, Carlos Andrés Pérez, en su segundo gobierno, nombró como ministro de defensa al general Fernando Ochoa Antich, quien acuñó la doctrina de la “persecución en caliente” a los grupos irregulares que ingresaran a Venezuela. Es decir, que las tropas venezolanas tenían todo el derecho de ingresar a Colombia para perseguir a guerrilleros y paramilitares que hubieran cometido delitos en su territorio. La declaración de Ochoa fue fruto de controversias pero no dio ni para una nota de protesta siendo presidente César Gaviria Trujillo tan beligerante y ofensivo en esta oportunidad.

También hubo la crisis de 2008, cuando el ataque militar a Ecuador, rechazado por la mayoría de los países del continente, porque, además, significó el peligro de una cuestionada tesis colombiana de la extraterritorialidad de la “seguridad democrática para combatir el terrorismo”. Venezuela suspendió las relaciones. Entonces la “gran prensa”, la derecha nacional, venezolana e internacional no reaccionaron de forma tan violenta y amenazante como en esta ocasión.

Las causas de la situación actual

Pero ¿Cuáles son las causas de la situación actual? A Venezuela se le rebosó la copa. Desde los tiempos de Uribe y aún con Santos llegaron miles de refugiados colombianos, que buscaban paz y mejores condiciones de vida. El éxodo fue ilegal porque los refugiados llegaron indocumentados y así permanecieron años en Venezuela, hasta que se convirtieron en factor de perturbación. Nunca el Gobierno de Colombia se preocupó de su repatriación en condiciones de dignidad y de satisfacción a sus necesidades elementales, proporcionadas en el vecino país aun siendo ilegales.

Pero al lado de la gente buena y honesta, la mayoría, llegaron las mafias de contrabandistas, narcotraficantes y paramilitares. Se apoderaron del Táchira y otros estados fronterizos, y promovieron el Barrio La Invasión, donde se dedicaron a cometer delitos. Había casas para ocultar a los secuestrados y cantidad de bodegas de acaparamiento de alimentos subsidiados y otros productos, comprados baratos, para entrar de manera ilegal a Colombia y ser vendidos en Cúcuta a precios más altos, causando grave daño a la economía venezolana. Lo mismo ocurrió con la gasolina.

En este semanario se denunció hace varios meses que en Cúcuta, Bucaramanga y Arauca, por lo menos, existían bodegas de almacenamiento de alimentos venezolanos, traídos de contrabando que llevaban al desabastecimiento al Táchira y as otros estados fronterizos. Originaron largas colas en tiendas y gasolineras, desaparecidas desde que la frontera fue cerrada.

Es irónico, en Colombia la invasión de tierras es ilegal y sancionada con la ley y hasta con cárcel, cuando se presenta alguna en zonas urbanas y rurales el tratamiento es brutal. De ello guarda silencio la gran prensa canalla, “cagatintas” les decía Gilberto Vieira White. Pero en La Invasión en el Táchira, convertida por los mafiosos en refugio de delincuentes y paramilitares, es el centro de escándalos y de mentiras. La gente buena que allí habita está en condiciones de ilegalidad porque son indocumentados. Las autoridades marcaron las puertas de las que estaban dedicadas a acciones ilegales y ahí fue troya, lo menos que le dijeron desde los medios a Maduro fue fascista. Lo que había dicho el presidente Maduro es que el barrio hay que desaparecerlo para que no se preste para esas acciones perversas y que a los colombianos de bien, debidamente legalizados, está dispuesto el Gobierno a darles todas las garantías, incluyendo vivienda, estudio y salud gratis. Desde luego que sobre esto no informaron los medios perversos.

Por esta razón se requiere una nueva frontera, con responsabilidades y cooperación de ambas partes para combatir la ilegalidad, es lo que no quiere Santos. El fondo es acabar con la revolución, no lo logrará porque los países de Unasur y en otras latitudes están por la salida diplomática. Con la torpeza de la derecha colombiana, para bien de Venezuela, se fortalece el gobierno bolivariano y Maduro sale con más prestigio por su coherencia y dignidad. No sobra, por supuesto, esperar que la Fuerza Pública Bolivariana no agreda a los colombianos deportados y a la gente de bien le dé el buen trato que merece.

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