Bajo el pretexto de que una fantasiosa maquinaria acústica, dirigida contra el personal diplomático norteamericano en La Habana atenta contra su salud, la Casa Blanca da nuevos pasos en el deterioro de las relaciones bilaterales
Alberto Acevedo
El Departamento de Estado de los Estados Unidos ha montado un truculento y fantasioso escenario de provocación contra Cuba, al asegurar que los diplomáticos norteamericanos en La Habana han sido objeto de reiterados ataques sónicos, o acústicos, en sus oficinas de trabajo y en sus residencias, que han provocado serias alteraciones y daños en su salud física y mental, por lo que la mayoría del personal fue retirado de sus funciones, resintiendo gravemente las relaciones diplomáticas entre las dos naciones.
De acuerdo a la versión, primero avalada y luego desmentida por varios portavoces de la diplomacia norteamericana, los funcionarios de ese país en su embajada en La Habana comenzaron a sufrir pérdida auditiva permanente, conmoción cerebral, náuseas, dolor de cabeza, ruido en los oídos, problemas de concentración y de memoria, daños en el sistema nervioso central, y en algunos casos, trastornos en la sangre.
La versión de Washington es que sus funcionarios en Cuba fueron objeto de ataques con una avanzada arma sónica, instalada dentro o fuera de sus residencias. La naturaleza y alcances de esta temible arma se desconocen. Los servicios de inteligencia norteamericanos, tan avezados en labores de espionaje y conspiración criminal de diversa índole, no tienen la más remota idea de quienes puedan ser los autores, ni de los recursos tecnológicos empleados, ni de los motivos, ni de los beneficios, ni de por qué el ataque se ha producido en La Habana.
Sindicaciones temerarias
Son 17 las agencias de inteligencia que tienen los Estados Unidos en la actualidad, y ninguna da pie con bola en el enigmático episodio. Pero sí han sido diligentes en apresurarse a declarar que La Habana no ha protegido suficientemente al personal diplomático norteamericano en esa ciudad. Lo dicen con la mayor ligereza, a pesar de que el gobierno de la isla ha prestado toda la colaboración necesaria para aclarar la situación y el canciller cubano se entrevistó con el Secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, con la intención de aclarar el enojoso incidente.
De acuerdo a la acusación, el arma sonora inaudible explica la gama de síntomas experimentados por los diplomáticos gringos en La Habana. El hecho se hizo público el 10 de agosto en nota de prensa de la Associated Press. No obstante, las primeras manifestaciones de tales síntomas de ‘ataques a la salud’ de los norteamericanos en la isla se conocieron en el otoño del año pasado, es decir, hace ya un año, sin que el asunto se haya podido aclarar.
Sin sustento científico
Especialistas e investigadores en el tema, consultados al respecto, indican que un arma de tal naturaleza solo existe en la mente calenturienta de algunos políticos norteamericanos. Pero, de existir el aparato, las ondas infrasónicas que emita tendría que hacerlo extremadamente cerca de la persona, o ser irrealmente grandes, y nunca dirigidos a un sujeto en particular. El ataque debería ser indiscriminado, y causaría muchísimas víctimas.
Estudios anteriores indican que para que haya daño al oído o al cerebro, se requieren emisiones de sonido por encima de los 140 decibeles. Y en este caso es imposible, físicamente, proyectar de manera encubierta, a cualquier distancia, ondas infrasónicas mayores a 140 decibeles sin que sean detectadas. Por otro lado, el ruido ultrasónico es irrelevante para la pérdida de audición, y no existe literatura médica que indique que un ataque tal pueda provocar todos los síntomas que dicen padecer los ciudadanos norteamericanos en la isla.
Escalada anticubana
A pesar de estas consideraciones, que restan fuerza a la versión de una supuesta súper arma en manos de los cubanos, el Departamento de Estado dio pasos en dirección a la afectación de las relaciones entre las dos naciones. El primero, el retiro de las dos terceras partes del personal diplomático de su embajada en La Habana, “por razones de seguridad”.
El segundo, la expulsión, el 3 de octubre, de 15 diplomáticos cubanos de la embajada en Washington, en opinión de Rex Tillerson, ante el “fracaso de Cuba en adoptar medidas para proteger a nuestros diplomáticos, de acuerdo con sus obligaciones ante la Convención de Viena”.
Con esto, Estados Unidos vuelve a introducir un elemento de alta tensión en las relaciones entre los dos países. Vuelve a producir un reversazo en los acuerdos ya alcanzados, desde que el presidente Obama decidió iniciar el camino de la normalización de las relaciones bilaterales. Entre las consecuencias inmediatas, están: se suspende la emisión devisas a ciudadanos cubanos; se hace una alerta de viaje hacia Cuba, para que los norteamericanos no viajen a ese destino; se afecta la implementación de más de 20 acuerdos de cooperación suscritos desde que se abrieron embajadas en los dos países. Y, desde luego, se introduce la amenaza de una escalada mayor en la campaña anticubana y de endurecimiento del criminal bloqueo económico, comercial y financiero a la isla.