El reciente congreso del Partido Comunista de Cuba ratificó la decisión de promover un diálogo respetuoso y un nuevo tipo de relaciones con Estados Unidos, “sin que se pretenda que para lograrlo tengamos que renunciar al socialismo”
Ricardo Arenales
El principal objetivo en las deliberaciones del Octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba, que terminó sesiones el 19 de abril pasado fue examinar “el desarrollo de la economía y la batalla ideológica” que las condiciones actuales de la isla demandan. Así lo consignó el hasta ese momento secretario general de la organización partidista, Raúl Castro Ruz, en el informe central presentado al evento.
El Congreso, que comenzó a deliberar el día 16 y en al menos dos jornadas se dividió en comisiones de trabajo para abordar un abanico de cuestiones, fue un evento que creó expectativas en la sociedad cubana, no solo porque se reunió en la fecha exacta de la conmemoración de los sesenta años de la derrota imperialista de Playa Girón, sino por la importancia estratégica para el desarrollo de la nación caribeña y como garantía de continuidad de la revolución.
Marca un momento importante en el desarrollo del proceso político revolucionario y en la vida de los ciudadanos, en una coyuntura compleja producto de la pandemia global y el endurecimiento de las sanciones económicas y financieras que impone el bloqueo de los Estados Unidos.
Actualizar la política económica
“Durante el debate se puso de manifiesto la complejidad del contexto nacional e internacional que ha caracterizado los últimos años, en particular el conjunto de problemas estructurales acumulados de la economía, las deficiencias y dificultades afrontadas, el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de los Estados Unidos, los eventos meteorológicos y el impacto de la pandemia de la covid-19” dijo en uno de sus apartes la Resolución sobre los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido, aprobada en el último día de deliberaciones.
La Actualización de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución para el período 2021-2026 traza las direcciones principales de trabajo para el próximo quinquenio, contribuye a encauzar las prioridades de la economía y la trasformación del Modelo.
El documento, que integran 201 directrices, habla de fortalecer la gestión de los actores económicos, en especial la empresa estatal socialista; avanzar en la solución de los problemas estructurales de la economía; consolidar las tareas del ordenamiento buscando avanzar en los equilibrios macroeconómicos; priorizar el desarrollo y la aplicación de la ciencia, la tecnología y la innovación, y continuar el desarrollo de la justicia social en las nuevas condiciones, mejorando el consumo y el nivel de vida de la población.
Se mantiene el rumbo socialista
La prensa occidental se mostró “sorprendida” ante el anuncio de la máxima figura del partito, Raúl Castro, de su decisión indeclinable de apartarse de la dirección del partido y dar paso a una camada de nuevos líderes revolucionarios. No pocos columnistas especularon con la idea del fin de la “era de los Castro”, de la generación de los ‘barbudos’ de la Sierra Maestra y del inevitable inicio de un ciclo de cambios.
En realidad, de algún modo, la renuncia de Raúl es consecuencia lógica de los cambios legales que se han dado en la isla en los últimos años, y de los cuales el mismo Raúl ha sido principal impulsor. La Constitución plantea que en los cargos de dirección partidista y del estado, no se podrá permanecer más de diez años.
En este sentido, en el congreso del partido no solo salió Raúl, sino una buena parte de los más veteranos dirigentes partidarios, de los llamados ‘históricos’, que dan paso a una nueva generación de líderes. Pero se engañan los que, respondiendo a cantos de sirena provenientes del otro lado del océano, piensan que variará la orientación socialista de la revolución. Por el contrario, la consigna central del congreso fue “unidad y continuidad”.
Como un combatiente más
El propio Raúl Castro expresó su satisfacción personal por entregar la dirección del partido a una nueva generación de dirigentes, y advirtió que no aceptará propuestas para ejercer liderazgos dentro del Buró Político. Prefiere, dijo, “seguir militando como un combatiente revolucionario más”.
“Nada me obliga a esta decisión. Creo fervientemente en el valor del ejemplo y en la comprensión de mis compatriotas; y que nadie dude que mientras viva estaré listo con el pie en el estribo para defender a la patria, a la Revolución y al socialismo, con más fuerza que nunca”, dijo en medio de cerrados aplausos.
Tras la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista, Raúl Castro fue designado Jefe Militar de la provincia de Oriente de las recién constituidas Fuerzas Armadas Revolucionarias. Cuando Fidel fue designado Primer Ministro del gobierno provisional revolucionario, el 16 de febrero de 1959, Raúl asumió la jefatura la Fuerzas de Tierra, Mar y Aire de la República, y más tarde, el16 de octubre siguiente, al crearse el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias asumió su titularidad, hasta febrero de 2008.
Relevo
En febrero de 2008 sucedió a Fidel como presidente de los Consejos de Ministros y de Estado. Durante su gestión, Raúl Castro llevó a cabo una serie de cambios, en su afán de “perfeccionar el modelo socialista” y hacer una “actualización del modelo”, como lo aseguró en repetidas ocasiones.
Otro hito importante en la administración de Raúl Castro fueron las negociaciones entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC-EP, que se dieron en La Habana y concluyeron con la firma de un Acuerdo de Paz.
Concluidas las deliberaciones del VIII congreso, se reunió el primer pleno nacional de dirigentes del partido, en el que se eligió el nuevo Comité Central. El cargo de Raúl Castro fue asumido por el actual presidente de nación, Miguel Díaz-Canel, que ya ostenta además los cargos de presidente de los consejos de Ministros y de Estado.
Nuevas relaciones
En 2018, cuando Raúl cedió la presidencia de estos últimos dos cargos, dijo: “El compañero Díaz-Canel no es un improvisado, a lo largo de los años ha demostrado madurez, capacidad de trabajo, solidez ideológica, sensibilidad política, compromiso y fidelidad hacia la Revolución. Su acceso a la máxima responsabilidad estatal y gubernamental de la nación no ha sido fruto del azar ni de apresuramientos”.
Uno de los anuncios más trascendentales del congreso, entre otros, fue cuando Raúl Castro ratificó el deseo de desarrollar un diálogo respetuoso y un nuevo tipo de relaciones con Estados Unidos, “sin que se pretenda que para lograrlo tengamos que renunciar al socialismo; desde la defensa de nuestros ideales y en el ejercicio de la política exterior comprometida con las causas justas”. Si los gurús de la política internacional reclamaban una señal hacia la nueva administración de Biden, ahí la tienen. Y con toda seguridad la vasta experiencia de Raúl Castro jugará un papel importante en caso de que la coyuntura internacional permita tender puentes entre las dos naciones.