Yezid Arteta Dávila
@Yezid_Ar_D
Colombia cada vez se parece más a una isla. Una isla en la que reina el cotilleo. La política, como en una partida de ping-pong, se viene reduciendo a un “dime que te digo”. Entre dos. A veces entre cuatro. Abundan los cotillas. La mayoría de analistas se fijan en las personas. Poco en las ideas. Las tertulias ponen el ojo en la morbosidad. El blanco de las entrevistas son por lo general personajes que llevan consigo un retorcido e inquietante prontuario. Los intelectuales que deberían estar examinando y controvirtiendo ideas, acaban de cotillas en las redes sociales. Lo que pasa en el mundo, fuera de la isla de Colombia, la mayoría de medios los resuelven mediante el corte, copia, y pega de información capturada en los portales de las agencias internacionales.
No hay público para las ideas sino para las riñas. No hay seguidores de ideas sino rebaños que siguen cualquier ocurrencia o disparate que exprese el líder. No importa lo que se dice sino quien lo dice. La producción intelectual del país está en entredicho. Ningún pensador o pensadora colombiana actual ha sido mencionada en el mundo durante estos días de confinamiento físico en los que las ideas han circulado como mercancías. En ningún medio importante del mundo se la ha pedido opinión científica, política o filosófica a un colombiano o colombiana sobre lo que está ocurriendo en el mundo. La intelectualidad del país pareciera estar más interesada en la farándula y el cotilleo que en la producción de ideas. Otros, en cambio, escriben dilatados y aturdidos textos, plagados de citas, cuya única utilidad es la de servir como somníferos a las personas que sufren de insomnio.
A Vargas Lleras se le recuerda por el coscorrón que propinó a uno de sus subalternos, pero pasa desapercibida su propuesta de reducción salarial a los trabajadores. Los intestinos de Gustavo Petro inspiran un pormenorizado y difundido reportaje, pero poco se dice de la propuesta de renta básica de emergencia que calculó el economista Luis Jorge Garay para aliviar a los sectores más empobrecidos de Colombia. La imagen de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, comprando pizza sin mascarilla, pareciera más importante para el país que la presencia de mercenarios gringos en La Guajira preparado una acción desestabilizadora en Venezuela.
Barton Fink es el personaje del filme de Joel y Ethan Coen que lleva el mismo nombre. La película se alzó con la Palma de Oro en Cannes en 1991. Barton es un versátil e ingenioso escritor que triunfa en el teatro de Broadway. El éxito de su obra hace que sea contratado para dirigir una película de luchas en Hollywood. Del Nueva York contestatario pasa a la frivolidad de Hollywood. El drástico cambio bloquea la creatividad de Barton Fink. Es incapaz de pensar o escribir un párrafo. Quizá esto ha pasado a muchos de mis amigos de izquierda que han sido llevados hasta el mundillo del cotilleo. Aferrados a insustanciales cadenas de whatsapp. Compartiendo tonterías. Pasando de puntillas sobre las ideas. Librando batallitas inútiles en un mundillo vaciado de contenido.
* Escritor y analista político
Blog: En el puente: a las seis es la cita
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