Acabar con cientos de especies nativas y de la principal reserva de la ciudad forestal de la ciudad parece ser menos importante que el negocio del cemento sobre este territorio natural
Carolina Tejada Sánchez
@carolltejada
Las amenazas que se extienden sobre la Reserva Forestal Thomas Van der Hammen desde que llegó la actual administración, siguen cobrando incertidumbre sobre ambientalistas y la población bogotana, que se opone a la intervención de la reserva, y a la petición de la alcaldía de realinderar las más de 1.395 hectáreas, de los cuales se mantienen un 5,84% como zonas de protección donde aún se tienen ecosistemas completos, además cuenta con la presencia de 187 especies de aves, de las cuales 42 son migratorias, vienen de Norteamérica y de algunos países latinoamericanos.
Algunas de estas aves son endémicas, es decir: exclusivas de esta la región, y están en peligro de extinción, como la Tingua bogotana y el Chamicero cundiboyacense, tal y como lo aseguran estudios de expertos biólogos y ambientalistas. La intervención en este terreno natural, sería entonces la destrucción de gran parte de un ecosistema único, que se llevaría consigo diversas especies nativas.
Las manos de la alcaldía
Mientras continua la incertidumbre social sobre el futuro de esta, la principal reserva de la ciudad, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, CAR, continua en su plazo de dos meses que inició desde el mes de julio, para dar respuesta a la solicitud que adelantó el alcalde de Bogotá para intervenir la reserva, lo cual implica cambiar de categoría, ampliar y realinderar la zona de la reserva.
Lo que también queda bajo el manto de la duda, es el concepto otorgado por el Ministerio de Ambiente, el cual fue solicitado por el consejo directivo de la CAR, el cual se ve favorable a la solicitud de la Alcaldía, aunque se alegue como propicio para la reserva, pues de pasar de reserva forestal productora a protectora el área declarada como reserva aumentaría de 1.396 a 1.710 hectáreas, dentro de las cuales la zona de conservación ambiental subiría de 634 a 1.106. sin embargo, también afirman que, “el acuerdo que declaró la reserva y la resolución que estableció el plan de manejo no implican que la reserva tal y como existe hoy, no pueda ser sometida a procesos de sustracción, o recategorización como cualquier otra reserva forestal”. Lo que deja en duda la voluntad de cambiar dicha categoría que hoy protege a la reserva.
Mientras tanto, la administración de la corporación tiene la responsabilidad de hacer un estudio y valoración técnica de la solicitud de la alcaldía, para ello ya se emitió desde esta entidad una resolución designando un grupo especial interdisciplinario para estudiar los temas técnicos, ambientales, de ordenamiento social y de carácter legal. Así lo afirmó el mismo director de la entidad, Néstor Franco, quien a mediados de julio expuso, que en el término de un mes se daría a conocer el “cronograma, incluidas cinco audiencias con sectores especializados, la academia, las organizaciones ambientales y la comunidad en general para escuchar las voces y argumentos en favor y en contra de la propuesta”.
Ya desde inicios de periodo de la actual administración, los mismos representantes a la Cámara habrían llamado al acalde Peñalosa para que diera cuenta de los planes relacionados con la reserva, pero en ninguno de los casos citados el servidor se hizo presente. La indagación era sobre el Plan de Ordenamiento Territorial, y el proyecto de construcción de 80 mil viviendas en la Reserva. Mientras se evadía el control político, la misma sociedad afirmaba que esta evasión tenía como fin dilatar la discusión para ir adelantando sus planes, es decir, el cambio de los términos para la sustracción de un área de la Reserva Forestal, con el fin de adelantar proyectos de infraestructura vial. Estos proyectos tienen que ver con la extensión de 12 vías que descongestionarán el norte de la ciudad.
La afectación ambiental
Mientras el distrito insiste en que cualquier intervención sobre la reserva contaría con una protección al ecosistema, a su fauna y flora, quienes defienden y conocen de la protección al medio ambiente, aseguran que, ningún corredor para animales será suficiente, como lo plantea la administración, para proteger al conjunto de especies que hoy habitan allí. Es de sentido común, que cualquier animal es propenso a la huida cuando siente la amenaza a su ambiente, más aún, cuando se trata de máquinas pesadas y vías que mantendrán una constante intervención en el espacio y ambiente de los mismos.
Según estudiosos del tema, y quienes recientemente publicaron un análisis de esta situación en la revista Acta Biológica Colombiana, esta pretensión de intervención solo puede generar rechazo. Así lo comentan la doctora Susana de la Zerda y Jonathan Candil, quienes señalan que cualquier tipo de urbanización disminuirá el hábitat de las aves, pues de facto se da una fragmentación del territorio en el que habitan las especies y por ende, esta situación provocaría un aislamiento de los mismos. Por otro lado, se habla de una matanza de aves, pues es que las luces de autos afectan a las aves, lo cual provocaría, que aquellas hoy en vía de extinción, tales como la como la Tingua bogotana y el Chamicero cundiboyacense, fueran más propensas a desaparecer.
En este sentido, organizaciones ambientalistas, de la mano de congresistas que continúan a la expectativa de la resolución de la CAR, aseguran no bajar la guardia y mantener la voluntad de preservación de la naturaleza, de este pulmón de la ciudad hoy amenazado por quien debería estar garantizando la protección y preservación del medio ambiente de la capital.
