María Eugenia Londoño
Las tensas relaciones en el poder político causadas por intereses de clase, las dificultades económicas de la nación heredadas de los gobiernos guerreristas de ultraderecha que impiden un avance apresurado de las políticas sociales prometidas en campaña del gobierno del cambio, el saboteo y desprestigio permanente, los retos para la consolidación de la paz total, la invisibilización de los grandes avances en materia de política social, así como los muy mencionados y recientes golpes blandos, evidencian la imperativa necesidad de reformular la táctica de organización y lucha en defensa y exigencia simultánea al gobierno del cambio.
En ello, las organizaciones sociales, populares y frentes de masas, tienen un papel fundamental en el ejercicio de contrapeso ante medidas neoliberales, presionadas por la burguesía enquistada en el poder. Es claro que, sin la presión del pueblo en las calles o en la demanda permanente, el contrapeso desaparece.
De tal forma, es imperativo modificar patrones y paradigmas: respecto de la configuración del Estado, del relacionamiento Gobierno-organizaciones de masas, del gremialismo y su trascendencia a lo político, que obliguen la acción en favor del plan de gobierno.
Paradigmas que hoy han de girar en un estado de alerta permanente que movilice, donde la lógica formal de la oposición y la resistencia sin argumento, quedan en un segundo plano, para convertirse en propuesta y alternativa, una que llene de contenido las consignas con propuestas susceptibles de materialización, que proponga, sin desistir de las prioridades y demandas de una lucha organizada, pero que a la vez respalde de manera decidida las reformas y políticas del gobierno alternativo.
Lograr el “equilibrio” entre apoyar al gobierno y luchar con este para la materialización de las históricas demandas, sin atacarle, no es fácil como nos enseña la experiencia de otros gobiernos alternativos de la región. Sin embargo, no sólo es posible, sino también necesario pues la cooptación, la dispersión, la inmovilidad social y hasta la desaparición, ha sido el resultado de perder la capacidad de ejercer el papel de contrapoder y se pasa a ser Establecimiento. Cuando el unanimismo prima, el costo de oponerse, resulta ser la represión y/o el asesinato.
Marcar este “equilibrio” evita que las organizaciones terminen convertidas en brazos o cuadros al servicio del gobierno, lo que les permite de manera libre, demandar, exigir y hasta luchar, en el marco de un gobierno amigo para avanzar sin prisa, pero sin pausa, fortaleciendo la política social que apunta a la materialización de una vida con condiciones dignas para el pueblo colombiano.
Particularmente durante este año, urge la reforma a la salud para garantizar esta como un derecho y no como un servicio en función de los intereses de los privados; la reforma pensional que por estos días ha sido desdibujada por la matriz mediática; la reforma laboral para avanzar en la dignificación de las condiciones para la clase trabajadora y con esta, el Estatuto del Trabajo.
Es preciso continuar en unidad para fortalecer la lucha por la consolidación de la paz con justicia económica, política y social, la defensa de los territorios, el medio ambiente y garantizar condiciones objetivas y subjetivas de lucha. Urge entonces apoyar las reformas que impulsará el gobierno del cambio durante el 2023, tales como la reforma a la salud, laboral, política, pensional y presupuestal, y simultáneamente, prepararnos para las calles en defensa y exigencia del gobierno del cambio.