viernes, abril 19, 2024

Cine al detal

El cine en Colombia está en mora de generar conectividad con el público y que una nueva narrativa nos hable como si nos conociese.

cinecolombia

Javier Castro
@castrodice

Resignado a ver el arte expuesto como mercancía, no dejan de llamar la atención algunas estadísticas que en Colombia se registran. Cine Colombia acaba de publicar el top 10 de las películas más vistas en el primer semestre de 2015, y aunque no me debería sorprender, el film más taquillero fue «Rápidos y furiosos 7», con 4’374.998 espectadores.

El hecho merece una mirada en detalle, pues la cifra hace parte de los 30’398.901 de personas reportadas en taquilla, algo nunca antes visto en la historia del cine colombiano; que de sostenerse la tendencia a fin de año se podrían superar los 55 millones de espectadores, ubicándonos como el segundo país de habla hispana en asistencia a cine en el continente, apenas superado por México.

Sin embargo, se estima que el cine nacional no superará la barrera del 7% de la taquilla anual. Dato que nos conmina al debate de la financiación, promoción, la educación del público y la propuesta de cineastas; en fin, mucho hay por discutir y reflexionar, pero me detendré en el tratamiento o temas escogidos por los directores colombianos aparte de los divertimentos comerciales de Harold Trompetero, Gustavo Nieto Roa y Dago García.

El consagrado director ruso Tarkovski solía afirmar que en el cine hay dos tipos de directores: los que imitan al mundo en que viven, y los que crean su propio mundo y que denominaba «los poetas del cine», de los cuales es evidentemente ávida la industria colombiana. He aquí la razón que motivó estas líneas, precisamente una película.

Y si de poetas se trata, hay que hablar de Eliseo Subiela, famoso por su largometraje «El lado oscuro del corazón» hecha en el año 1992; este director argentino, proclive al surrealismo, obsesionado con el amor, la locura y la muerte, ha escrito y dirigido más de 17 producciones de alta factura a lo largo de 50 años, constituyéndose en una institución viva del cine gaucho.

Estuve viendo «Despabilate amor». Estrenada en 1996 y protagonizada por Darío Grandinetti, Soledad Silveyra y Juan Leyrado, se erige como una oda a la melancolía, culto a la nostalgia. Un grupo de adultos reunidos luego de 25 años en torno a la realización de una fiesta que buscará recuperar aquella esquiva sensación de ser joven. Mientras al unísono el amor hace de las suyas, y Ernesto -Grandinetti-, un periodista y ex militante comunista, se resiste a aceptar que el paso del tiempo, en un mundo donde la humanidad cada vez más sumergida en el mundo de las cosas, pierde la capacidad de soñar.

Subiela en su estilo nos demuestra cómo por imposiciones culturales, políticas y religiosas nos han censurado el verbo atrever. Demostrado está que, por regla general, no nos arrepentimos de lo que hacemos sino de lo que dejamos de hacer.

El cine en Colombia está en mora de generar conectividad con el público y que una nueva narrativa nos hable como si nos conociese. Derrotar estereotipos y que la cinematografía sea por fin un agente reproductor del saber y el querer, sea en imitaciones del mundo real o en la ilimitada imaginación de mundos multicolor.

Eliseo Subiela, hombre de izquierda, ha logrado hacer del cine una herramienta para conquistar, develar misterios, denunciar injusticias y sacudir generaciones enteras en un intento por despertarles del letargo. Todo ello lejos del cliché, desprovisto de acartonados discursos y a pesar del tiempo, sus obras cobran vigencia. No obstante, todas las películas son viejas, son fotos congeladas para siempre. Lo único continuamente vivo es la vida.

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