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César Vallejo: Poeta, comunista y combatiente

En todos sus libros se percibe un estremecedor sentido de la solidaridad humana.

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Libardo Muñoz

El 15 de abril de 1938, Viernes Santo, moría en París, “bajo aguacero”, el poeta peruano, César Vallejo.

Nacido en Santiago de Chuco, Perú, el 16 de marzo de 1892, César Vallejo tuvo una vida comprometida con la solidaridad humana, sensible al dolor de su pueblo de donde surgiría una obra poética inmortal, estremecedora, de indudable orientación militante.

Está considerado César Vallejo uno de los grandes innovadores de la poesía del siglo XX, y exponente máximo de las letras peruanas. El contenido poético de la obra de Vallejo sólo es comparable con la de otro de los dignos ejemplares de la literatura latinoamericana y universal: Pablo Neruda.

Vallejo transitó en sus primeros poemas por la vanguardia y por una literatura de fuertes nexos de compromiso social. En los primeros destellos del joven poeta asoma una sensibilidad ante el dolor del pueblo por el que pagará cárcel en una lóbrega prisión en Trujillo.

En todos los libros de César Vallejo, se percibe un estremecedor sentido de la solidaridad humana. Fue el menor de cinco hermanos, de origen popular, mestizo y desde su infancia tuvo contacto con problemas en los que sobresalían no pocas privaciones materiales, sin embargo, en medio de esto cursó estudios de segunda enseñanza de los que quedaron valiosas anotaciones y referencias de la época que le tocó vivir.

La rebelión contra la injusticia social es una constante en la obra de poesía y prosa de César Vallejo. Bien temprano, en 1920, Vallejo es encarcelado durante tres meses, acusado de “robo e incendio” en una revuelta popular.

En prisión, la conciencia de Vallejo se agudiza y escribe en la penumbra de la celda “Trilce” considerada su obra maestra, una destellante sucesión de poemas de vanguardia que constituyen su ruptura con el modernismo. Viaja a París, donde conoce a Juan Gris y a Vicente Huidobro, fundamentales en su futura vida intelectual. Va luego a Moscú donde entra en contacto con Maiakovsky.

De estas dos ciudades, César Vallejo viaja después a Madrid, en 1930, allí publica “Tungsteno”, prosa novelística que denuncia ante Europa la infame explotación minera de los indígenas peruanos.

En 1932 César Vallejo toma una decisión histórica con la que muestra su grado de conciencia social: se afilia al Partido Comunista de España, regresa a París y desde la clandestinidad, al estallar la Guerra Civil, se une a la causa Republicana y busca fondos para ayudar a los frentes antifascistas.

“España, Aparta de mí este Cáliz”, es la obra con la que Vallejo inscribe su pasión surgida del combate contra el fascismo franquista. El libro es todo un enorme mural militante y maduro. Luego escribiría “El Arte y la Revolución”, entre 1930 y 1932.

César Vallejo siempre vio en el marxismo el camino contra la injusticia para llegar a la verdadera liberación de los pueblos oprimidos del mundo.

Pero es en “Trilce” la obra angular que desde una posición de vanguardia nos da sus versos libres, (1922) en esas líneas Vallejo asume con firmeza la angustia de la cárcel.

En “Poemas Humanos” también está la posición militante, la conciencia de César Vallejo ante el dolor de la humanidad, sus palabras nos llevan invariablemente hacia la solidaridad social.

Con claridad luminosa César Vallejo le cantó al pueblo español en la lucha contra el fascismo, recorrió el mismo, en largas y terribles jornadas, los escenarios del combate.

Muere César Vallejo en París, donde se sostiene dictando clases de literatura, hasta cuando se siente diezmado por un agotamiento físico y fiebres, originadas, según diagnóstico médico de la época, en un antiguo paludismo.

El 15 de abril, viernes santo, 1938, Vallejo expira, cuando cae sobre la ciudad una llovizna, una premonición de uno de sus poemas, “Piedra Negra, Sobre Piedra Blanca”. La despedida fúnebre estuvo a cargo del escritor francés Louis Aragon.

Vallejo reposa para siempre en el cementerio parisiense de Montparnasse, una Universidad en el Perú lleva su nombre, y en una lápida con epitafio escrito por su viuda Georgette Vallejo se lee: “He nevado tanto para que duermas”.

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