martes, abril 23, 2024

Cartas

Diáfanos votantes

Desde el 2 de octubre de 2016, en todos los medios se habla del voto negativo contra el acuerdo de paz en La Habana. Se esgrime el mismo libreto, que la mayoría anestesiada engulle sin pensar. Nos han dado los argumentos y los contraargumentos sobre los que toca hablar y discutir, que aquí no voy a repetir.

Y claro, hay engaño y enfrentamientos inútiles entre la gente del común (como en los años 50 con el mamotreto embaucador que llamaron Frente Nacional), lo cual hace parte del plan actual de “legalización del robo de tierras”, y que fue y sigue siendo inyectado con la vaselina de la desinformación y repetición incesante de mentiras: “Cien repeticiones tres noches por semana, durante cuatro años… 62.400 repeticiones crean una verdad. ¡Idiotas!”, tal y como escribió en 1932, Aldous Huxley en su famosísima novela ‘Un mundo feliz’. Víctor Julio Sánchez (vía Internet).

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Separación de Estado e Iglesias

La Constitución colombiana establece la separación del Estado y las Iglesias y la libertad de cultos, pero el plebiscito reciente demostró hasta dónde la norma no se cumple. Las Iglesias, dirigidas por avivatos que fomentan todo tipo de sectas confesionales para enriquecerse a costa de los feligreses, intervienen en la vida política del país y, aprovechando el atraso de mucha gente, imponen costumbres y decisiones ajenas a la libertad religiosa.

En el plebiscito del 2 de octubre esas Iglesias colocaron casi la mitad de los votos, mientras que Uribe y otros sectores los demás; en verdad Pastrana, Martha Lucía Ramírez y Ordóñez no pusieron nada, así digan que ellos ganaron y que son los beneficiarios de un nuevo acuerdo según sus observaciones que restringen la paz. No es democrático, además ganaron con mentiras y engaños. La campaña del no fue sucia. Gustavo López (vía Internet).

Sobre las elecciones en EEUU

Prácticamente ganó las elecciones en los Estados Unidos un sector de la clase trabajadora blanca, racista, nacionalista, machista, tres prejuicios que el grotesco candidato Donald J. Trump, sagazmente, removió en ella. Pero, sobre todo, este sector, instintivamente en busca de renovación, eligió a Trump por la promesa de devolver a la nación su grandeza y su estándar de vida, este último gravemente erosionado por la globalización y la intensa explotación, conducida durante los pasados veinte años de administraciones republicana y demócrata.

Perdió las elecciones la clase burguesa imperialista que promovía, con un gasto en propaganda de 250 millones a través de los medios nacionales e internacionales, a la graciosa Hillary Clinton, a quien consideraba de “gran experiencia política”, legendaria defensora y portavoz de los intereses del complejo industrial militar y de las grandes multinacionales, sería la candidata mejor capacitada. Sin embargo, a un buen número de electores les molestaba el pasado de Hillary: treinta años de vida política con un récord plagado de duplicidad, corrupción, obstrucción a la Justicia y abuso del poder.

Esta vez, estos electores no creyeron en la propaganda que escuchaban en los medios, se abstuvieron o votaron en contra de la turbia Hillary. Con Donald en la silla presidencial, la clase burguesa continuará su agenda imperialista, pero se ve obligada a acomodarse al que consideró candidato incómodo y al que tanto desprestigió. A fin de cuentas, tiene ya un presidente de su misma clase e ideológicamente cercano; sólo tendrá que lidiar con su “inexperiencia política”. Juan E. Duque (vía Internet).

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