
El repudio generalizado de las multitudes se hizo más enérgico al criticar la gestión del gobernante en materia de salud y de la lucha contra el coronavirus, que ya deja 460.000 muertos y amenaza con un nuevo pico de contagios
Ricardo Arenales
El 29 de mayo pasado fue un día de extraordinarias movilizaciones en Brasil, que se prolongaron hasta el domingo siguiente. En al menos 200 ciudades del inmenso país suramericano, incluidas las capitales, se realizaron multitudinarias manifestaciones contra la gestión del presidente Jair Bolsonaro y demandando su dimisión inmediata, según reporte de los organizadores de la protesta.
Se trata de las primeras manifestaciones multitudinarias desde el inicio de la crisis sanitaria y se desarrollaron bajo los gritos de consignas como “por la vida”, y “fuera Bolsonaro”. Los manifestantes fueron convocados por las centrales obreras, los partidos de izquierda y diversos movimientos sociales.
El repudio generalizado de las multitudes se hizo más enérgico al criticar la gestión del gobernante en materia de salud y de la lucha contra el coronavirus, que ya deja 460.000 muertos y amenaza con un nuevo pico de contagios. Reclamaron acelerar el proceso de vacunación y asistencia social para las personas afectadas por la crisis sanitaria.
Imagen deteriorada
Las principales avenidas de Río de Janeiro fueron colmadas por los manifestantes. Lo mismo sucedió en Brasilia y Sao Paulo. Y aunque las manifestaciones fueron en su mayoría pacíficas, en algunas ciudades se presentaron incidentes con la fuerza pública que disparó gases lacrimógenos, balas de goma y gas pimienta. Algunos manifestantes levantaron imágenes de apoyo a Luis Inacio Lula da Silva, posible contrincante de Bolsonaro en las elecciones del año entrante.
Una serie de factores políticos, que muestran las dimensiones de la crisis política, se conjugaron a lo largo de las protestas. La primera es la imagen del mandatario, que se encuentra en sus niveles más bajos. Una encuesta reciente de la consultora Poder Data, indica que el 57 por ciento de los brasileños respalda la destitución del presidente Bolsonaro. Más de 100 solicitudes de juicio político en contra del mandatario han acumulado los tribunales de justicia desde que este inició su gestión.
Los manifestantes expresaron preocupación por el hecho de que, para contrarrestar el desprestigio y su funesto manejo de la crisis sanitaria, Bolsonaro ha venido estimulando la creación de un partido militar, que paulatinamente se ha apoderado del gobierno. En efecto, los militares tienen los principales ministerios, manejan bancos e industrias, controlan varias empresas estatales y tienen una organización con más de 10 mil afiliados, que ya mira hacia las elecciones próximas.
Por un Frente Amplio
El otro hecho es la paulatina consolidación de la figura del expresidente Lula, como potencial candidato a las elecciones venideras. De hecho, sin haber oficializado su postulación, en todas las encuestas lidera las intenciones de voto. Para estos días, Lula tenía prevista una reunión de trabajo con el expresidente Fernando Henrique Cardozo, antiguo contrincante suyo, pero con quien ha coincido en batallas por la defensa de la democracia en el país suramericano.
Lo que algunos analistas observan es que, de llegar a un acuerdo programático, el encuentro podría dar inicio a la construcción de un gran frente amplio contra el bolsonarismo y cerrarle el paso a la extensión de un gobierno autoritario o de una dictadura militar.
Otra discusión, no menos importante, que aunque se presenta después de las jornadas del 29 de mayo, copa la atención nacional, es el haber otorgado a Brasil la sede de la Copa América de Fútbol. A Colombia le quitaron la sede porque registraba 500 muertos diarios y una cifra alta de contagios. A Argentina le retiraron la sede por una situación similar.
Pero le entregan la Copa América a Brasil, que tiene tres mil muertes diarias por covid, que iguala el número de contagios a todo el continente latinoamericano junto, y con una protesta social que involucra a 200 ciudades.
Brasil no tiene, por donde se le mire, mejores condiciones sanitarias que los dos países escogidos anteriormente como sedes de la Copa. Ha sido una decisión política que ha tomado la Conmebol, que sirve como cortina de humo a Bolsonaro para desviar la atención del manejo que ha hecho de la crisis sanitaria y social de los brasileños.