Hay un rechazo a la clase política tradicional, que en el caso de Brasil, Bolsonaro aprovecha con un mensaje mediático moderno, en contraste con el discurso tradicional de la izquierda
Alberto Acevedo
La comunidad científica internacional no termina aún de lamentar la pérdida de más de veinte millones de piezas durante el incendio del Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, donde las llamas devoraron más de dos siglos de historia, en el que, en justicia, había sido catalogado como el mayor museo de historia natural de América Latina.
Sin embargo, de su departamento de Paleontología, donde terminaron en cenizas unos 26.000 fósiles, todo parece indicar que escaparon, invictos, los restos de un monstruo, pero no de la familia del tiranosaurio rex, sino un espécimen más tenebroso aún, del género del bolsonaro jair.
Ese monstruo amenaza hoy con apoderarse de la nación entera. El cuadro no puede ser más dantesco. El político que representa un proyecto abiertamente fascista, en el país más grande de América Latina y el quinto en el mundo, arrastró tras de sí al 46 por ciento del electorado, casi 50 millones de votos.
Discurso de odio
Jair Bolsonaro, para conseguir tan significativo triunfo en la primera vuelta electoral en Brasil, ha desplegado un discurso de odio, racista, machista, homofóbico. Resulta curioso tal nivel de aceptación de un hombre que hasta hace poco elogiaba públicamente al militar que torturó a la expresidenta Dilma Rousseff cuando era una joven militante de izquierda, opuesta a las feroces dictaruras militares que azotaron a ese país. Bolsonaro mismo hace evocación de la dictadura, y añora el regreso de un régimen de negación de libertades como ese.
El candidato de la ultraderecha promete la legalización de la venta y uso de armas personales, como en Estados Unidos; privatizar a las empresas del estado, privatizar el sistema de pensiones, y con ello la eliminación de millones de empleos y el desmonte de los derechos laborales. Anuncia la eliminación del programa ‘Bolsa familia’, un mecanismo de subsidio a los pobres creado por los anteriores gobiernos del Partido de los Trabajadores, PT.
El combate al delito y la corrupción, fueron consignas centrales de su campaña. Un discurso que, desde luego, caló en una sociedad frustrada ante el desgaste de los partidos tradicionales y las enormes cifras de descomposición social y política en las altas esferas del gobierno. Pero un programa como el que anuncia representa precisamente lo contrario del anhelo de las personas que quieren vivir en paz y seguridad.
Enciende las alarmas
La irrupción de la candidatura de Bolsonaro en Brasil, que probablemente va a ganar en la segunda vuelta, a menos que el candidato de izquierda, Haddad, consiga remontar una diferencia de más de 16 puntos porcentuales, representa el reforzamiento de una derecha pura y dura en América Latina, que ya se expresaba en la llegada al poder de gobiernos como los de Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Michel Temer, Iván Duque, Mario Abdo, con un referente común: el gobierno de Trump en los Estados Unidos.
Este fenómeno representa un reto para la izquierda latinoamericana, que seguramente ya estará convocada a estudiar las raíces de tales expresiones de antipolítica. Estamos ante el renacimiento de una derecha troglodita, que logra conquistar una importante base social. Un experimento que, por cierto, no es solo de América Latina, sino de Europa, y que enciende las alarmas para los sectores progresistas y democráticos. Para el caso de Brasil, significa la posibilidad de que la ultraderecha, que antes acudía al expediente de los golpes militares, o los golpes judiciales, ahora consolide su poder por la vía electoral, y de manera holgada. Corresponde ahora a los estudiosos, desentrañar la película del regreso del oscurantismo.
Corrupción y despolitización
Hay, de momento, algunos elementos de trabajo inicial para este estudio, que podrían tomarse en cuenta. Uno, el nacimiento de una sociedad despolitizada, después de largos años de dictadura, como en Brasil, o de violencia política, como en Colombia, donde en medio de una esperanza generalizada en la paz, gana sin embargo el plebiscito por el no; no cuaja la consulta anticorrupción, y hay en principio un terreno abonado para una reforma retardataria a la administración de justicia que establezca la pena de muerte o la cadena perpetua.
Este fenómeno de derechización es alentado por el desencanto de las masas frente a fenómenos de corrupción como el de Lava Jato en Brasil, o el de Odebrecht, del cartel de la toga o del saqueo a los recursos de la salud en Colombia.
Hay un rechazo a la clase política tradicional, que en el caso de Brasil, Bolsonaro aprovecha, con un mensaje mediático moderno, en contraste con el discurso tradicional de la izquierda, que se resiste a modernizar a pesar de las transformaciones en las comunicaciones, la irrupción de las redes sociales.
Consecuencias
Y a propósito de medios, en un ambiente de fake news, los grandes medios desarrollan una campaña contra el PT, contra la figura de Lula y la postulación de Haddad, y es ahí donde aparece Bolsonaro, un fascista redomado, como el candidato del antisistema, como el Mesías que puede resolver la crisis.
Un gobierno de Jair Bolsonaro, traería funestas consecuencias para Brasil y para América Latina: 1.- Sería el desmonte del estado de derecho, en un proceso ya iniciado por el actual presidente, Michel Temer. 2.- Constituiría un golpe al proceso de integración regional. 3.- Un golpe a la política de paz del continente y una renuncia a la proclamación de América Latina como territorio de paz, proclamada por la Celac. 4.- Sería el comienzo del fin de organismos de comercio alternativos como los Brics, Mercosur, Unasur y el Alba.
En contraposición al proceso de integración, se fortalecerían los tratados de libre comercio con Estados Unidos y las potencias occidentales. 6.- Un golpe al posicionamiento en América Latina de mercados con Rusia y China, empeñados en construir un mundo multipolar. Y por último se produciría un envalentonamiento de los sectores ultraderechistas de América Latina, que ahora sí, van a querer comprometerse en una aventura intervencionista en Venezuela.