La campaña que dio por ganador al ultraderechista Javier Milei —autodenominado ‘El León’—, se centró en fomentar un acuerdo social antiderechos y en la reducción del Estado, bajo fórmulas recesivas y discursos polarizantes propios del belicismo que sufre el mundo contemporáneo
Diana Carolina Alfonso
Según la ideología libertaria, el marxismo ha penetrado en la sociedad a través de una batalla cultural “comunizante”, usando los vasos articuladores del Estado social de derecho, la cultura de masas y la ideología de género. Esta máxima ha sido ampliamente teorizada por el filósofo ultraconservador argentino Agustín Laje, formado también en contraterrorismo en el think-tank del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, Centro de Estudios William J. Perry.
Bajo una lectura reaccionaria y distorsiva de Antonio Gramsci, la militancia de La Libertad Avanza, LLA, el partido de Javier Milei, ha instigado atentados físicos, institucionales y simbólicos contra lo que consideran es el aparato cultural del comunismo.
Atacando a la mujer
El primero de sus objetivos fue el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades, MMGyD, surgido al calor de la ola verde, del que se llegó a afirmar que recibía el 14 por ciento del total de los fondos del Estado, a pesar de haber sido una de las carteras con menor cantidad de fondos asignados con tan solo un 0.2 por ciento del presupuesto nacional.
El 25 de noviembre, tras el triunfo electoral de Milei, el MMGyD recibió dos amenazas de bomba. El 10 de diciembre de 2023, el presidente electo decretó la eliminación del Ministerio junto con otros dieciocho, anulando políticas contra la violencia de género como el Programa Acompañar, los Centros territoriales integrales y la línea de atención 144.
Con todo, en medio de los debates presidenciales, una encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés, mostró que el 50 por ciento de los encuestados estaba “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con la eliminación del MMGyD. La disconformidad creciente hacia la institución abarcó, incluso, a las organizaciones de la diversidad.
En diciembre de 2022, la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénerxs de Argentina, ATTTA, convocó a una movilización en la que se denunció la falta de articulación entre el MMGyD y las organizaciones territoriales. En la movilización, se puso de manifiesto la burocratización de la entidad y la incapacidad de generar redes de apoyo en la coyuntura del Covid-19.
Por si fuera poco, lxs manifestantes evidenciaron que, para la fecha, el programa de Fortalecimiento para Personas Trans había sido entregado a tan solo 127 personas elegidas a discrecionalidad por la conducción ministerial. En 2023, también se hicieron públicas decenas de denuncias de las trabajadoras de la línea 144 de atención contra la violencia por motivos de género, por explotación laboral, acuerdos salariales a la baja y falta de acompañamiento psicológico.
En contra de la diversidad
En ese contexto, muchas de las organizaciones que impulsaron la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género, la Ley por el Derecho a Decidir, y tantas otras reformas que hicieron de Argentina una vanguardia en la conquista de los derechos de las mujeres y las diversidades, sintieron que la creación del MMGyD en el 2019 no fue más que un saludo a la bandera por parte de la administración de Alberto Fernández.
En octubre de 2022, durante la apertura del 35 Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias, la ministra Elizabeth Gómez Alcorta tuvo que renunciar, luego del encarcelamiento y tortura psicológica a la que fueron sometidas un grupo de mujeres mapuches por parte de la Gendarmería Nacional. Gómez Alcorta no contó con trayectoria orgánica alguna.
Se hizo conocida durante la ola verde como la abogada de la dirigenta territorial Milagro Sala, presa política en Jujuy desde el 2016, proceso del que se desprendió luego de asumir en el Ministerio, despecho del movimiento popular organizado.
Más allá del decreto ley que le dio vida, el Ministerio nunca contó con los fondos necesarios para responder a las demandas nacionales, dejando un gran sinsabor entre las mujeres violentadas que no recibieron el apoyo adecuado, las víctimas de homo y transfobia, las trabajadoras de sus dependencias y las organizaciones sociales. Ese fue el caldo de cultivo que utilizó el revanchismo conservador para desacreditar y violentar al movimiento feminista.
Inmadurez de El León
En lo que respecta a la cultura de masas, el presidente Milei ha dedicado amplias cuotas de su exposición mediática a atacar a importantes exponentes musicales vinculadas al movimiento feminista y al movimiento nacional popular, como ocurrió recientemente con la cantante y actriz Lali Espósito.
La jugadita salió mal. Los artistas, que vienen sufriendo el recorte de las políticas públicas destinadas a la cultura, y algunos mileistas arrepentidos tuvieron que exponer públicamente su rechazo al macartismo infantil del jefe de Estado. Milei no tardó en responder con la épica disociativa que le caracteriza. El problema no es Lali ─afirmó a La Nación─, se trata de la batalla cultural para extirpar el comunismo y la ideología de género de la sociedad argentina… y del mundo.
Finalmente, el 27 de febrero, el mandatario decidió prohibir el uso del lenguaje inclusivo en las dependencias del Estado, resaltando los Ministerios de Seguridad y Defensa. Con esta medida, se anulan los esfuerzos de la Ley Micaela que buscó, durante cuatro años, formar a la base laboral del Estado en la defensa de los derechos constitucionales de las mujeres y diversidades, para reducir las dinámicas revictimizatorias de los organismos públicos.
Hombres de la Generación Z
Después de desmembrar el sistema pensional y “liberar” los precios de los alquileres y los servicios básicos, la avanzada antifeminista de Javier Milei es el último bastión de su legitimidad social. Y no se trata de un mero delirio místico.
Según una encuesta realizada por el centro de investigación Fundar, entre los varones consultados de 16 a 30 años, el 68 por ciento dijo que votó a Milei en el balotaje. Esos datos se corresponden con una encuesta reciente del Financial Times que muestra cómo los hombres de la Generación Z han ido migrando su posición política a la derecha y se han convertido en un grupo, en su mayoría, conservador.
En esa ecuación, la correlación de fuerzas de los colectivos feministas es indispensable ante cualquier propósito medianamente emancipatorio. Frente a la avanzada patriarcal neoconservadora, el reto concreto de nuestros feminismos populares será recoger y sintetizar algunos elementos clave como: la intransigencia anticolonial y la insubordinación financiera, ecológica y alimentaria.