martes, abril 23, 2024
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Argentina. Democracia de baja intensidad

En una estrategia internacional de la derecha latinoamericana, los resultados electorales de Argentina serían un primer paso para el retorno neoliberal en el continente. Los sectores conservadores, sin embargo, no la tienen fácil y chocarán con una larga tradición de lucha del pueblo argentino.

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Como en las duras jornadas contra el pago de una deuda externa ilegal y los denominados “fondos buitre”, el pueblo argentino tiene unas enormes reservas de lucha democrática.

Alberto Acevedo

Cuando este jueves 10 de diciembre tome posesión en el cargo el señor Mauricio Macri como nuevo presidente de Argentina, intentará dar comienzo a lo que el mandatario definió como “un cambio de época”, en el discurso en el que proclamó su victoria, unas pocas horas después del cierre de las urnas electorales.

Como empresario conservador, representante de los amigos de la política neoliberal de globalización de la economía, ese ‘cambio de época’ significa retorno a las privatizaciones y al modelo neoliberal de desarrollo.

Pero una estrategia de restauración conservadora no le va a ser fácil al nuevo huésped de la Casa Rosada. Seguramente, como contrapeso a la idea de un ‘socialismo del siglo XXI’, puesta en marcha por el presidente Hugo Chávez cuando se instaló en el poder en Venezuela, la burguesía intentará erigir una derecha del siglo XXI en Argentina y estimular políticas de regreso conservador, sobre la base de demoler a los gobiernos progresistas de la región. En este sentido, con un impresionante apoyo mediático, hasta última hora hacían todos los esfuerzos porque un timonazo similar se diera en las elecciones parlamentarias en Venezuela de este 6 de diciembre.

Pero este camino de retroceso social no está exento de obstáculos. Empezando porque la oposición de la expresidenta Cristina Fernández y sus aliados, tiene la mayoría parlamentaria en el senado y son la minoría más representativa en la Cámara de Representantes. El peronismo además ganó las elecciones en 17 provincias y centenares de municipios y gobiernos provinciales.

Conquistas sociales

A este escenario parlamentario, que puede tornarse hostil a la política económica de Macri, se suma una larga tradición de lucha de los trabajadores y el pueblo argentinos, que seguramente se lanzarán a las calles a defender la obra social del gobierno anterior, en la medida en que esta sea amenazada.

Hay una situación que se debe tomar en cuenta. La deuda externa del país es baja en comparación al año 2003. El desempleo está situado en unos mínimos históricos, las pensiones son casi universales en su aplicación y disfrute, los sindicatos tienen un importante poder de negociación y en los años del peronismo se dieron mejoras en los derechos de las minorías, derechos humanos y políticas sociales. Y en este sentido hay un consenso multipartidista en torno a la defensa de estas conquistas.

Y si la intención de Macri, además de querer volver al modelo neoliberal de desarrollo y de recorte del gasto social es instalar una democracia limitada, de baja intensidad, podría estrellarse aun contra sus electores. Quienes depositaron su voto por el gobernante conservador, no delegaron su soberanía.

Juan Pablo Ferrero, un conocido analista austral, dice que la realidad política argentina tiene dos raseros de medición: uno, las preferencias: La gente votó por Macri; otro, las identidades: La sociedad argentina es mayoritariamente progresista y va a defender las conquistas sociales.

Son dos identidades políticas en competencia, dice el analista. La identidad política se defiende por los vínculos de pertenencia. Y esto se vio con la reacción popular, mayoritaria, indignada, frente a un reciente editorial del periódico La Nación, que llamó a la impunidad, a suspender los juicios que se adelantan contra los generales golpistas de la pasada dictadura.

Empoderamiento popular

En cuanto a las causas por las cuales el kirchnerismo perdió las elecciones, hay un balance colectivo en construcción. Unos elementos iniciales indican que el gobierno de Cristina Fernández contribuyó a un proceso de despolitización de sectores populares; facilitó en el plano de la superestructura el avance de sectores capitalistas que ahora retornan al gobierno.

El gobierno saliente no le apostó a instancias de deliberación colectiva, a la auto organización de base, de autorregulación de la convivencia. Se hizo ilusiones con la idea de crear una conciliación de clases, de un capitalismo posible con crecimiento inclusivo, y terminó pagando un alto precio por esa ilusión.

El discurso de Scioli, el candidato oficialista, estuvo plagado de indefiniciones, que supo aprovechar la derecha. El peronismo no entendió a tiempo que no había una figura que pudiera reemplazar a Néstor Kirchner o a Cristina Fernández, y esta no se atrevió a impulsar una reforma constitucional que abriera paso a la reelección, como sucedió con otros gobiernos progresistas de la región.

La presidenta argentina, conocidos los resultados electorales, habló de un ‘empoderamiento’ del pueblo en la defensa de sus intereses. Ese es el camino. Para ello se necesita que la clase obrera se incorpore a la lucha social y enrole en ella a los sectores populares y a las organizaciones políticas democráticas y de izquierda que reivindican un entorno democrático y progresista.

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