De acuerdo con el índice de desempeño sobre cambio climático, que agrupa a 37 economías responsables del 90 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, Australia ocupó el último lugar el año pasado
Alberto Acevedo
Una combinación perfecta entre altas temperaturas, una sequía sin precedentes, la presencia de fuertes vientos que propagaron las llamas en cuestión de minutos, y una obstinada política negacionista frente al cambio climático por parte del actual gobierno, enmarcan el drama de los incendios forestales en Australia, que, según registros oficiales, no tienen antecedentes inmediatos, por la fuerza de la combustión y por los enormes daños causados en el medio ambiente.
Es evidente que las modificaciones en el clima global a causa de la emisión de gases de efecto invernadero, GEI, actúan detrás de los incendios en Australia. Y a propagar estos efectos contribuye la política negacionista del actual pr imer ministro del país, Scott Morrison. En el tema de la red de emisiones de GEI, el desempeño de Australia ha sido lento y pobre.
En el marco de los Acuerdos de París sobre calentamiento global, Australia se comprometió a reducir sus emisiones entre un 26 y un 28 por ciento respecto a 2005, una meta que debería alcanzar para 2030. Y a pesar de que es un propósito muy modesto, el actual gobierno no está en camino de cumplir tales objetivos. De acuerdo con el índice de desempeño sobre cambio climático, que agrupa a 37 economías responsables del 90 por ciento de todas las emisiones de GEI, Australia ocupó el último lugar el año pasado.
Niega el cambio climático
Desde el primero de agosto pasado, los incendios en Australia han emitido 306 millones de toneladas de dióxido de carbono, equivalentes a la mitad de las emisiones anuales del país. Sin embargo, Scott Morrison, aún ahora, niega que los incendios en Australia tengan que ver con el cambio climático.
La delegación de Australia a la pasada Cumbre del Clima, COP25, de Madrid, aliada a las grandes potencias contaminantes, se opuso con vehemencia a que el evento adoptara una serie de conclusiones restrictivas de la emisión de GEI. Australia, además, fue uno de los primeros países en el mundo en establecer el fracking como método para la explotación del subsuelo.
En el combate contra los incendios que desde septiembre pasado afectan a Australia, se pudo establecer que, pese a los potenciales de desarrollo del país, este no dispone de un hidroavión para controlar los incendios. En cambio sí, dispuso el envío a la zona del Golfo Pérsico, del buque de guerra australiano HMAS Toowoomba, para que por cuenta del Pentágono y de la OTAN, participe en la Operación Manitou, y apuntalar los intereses de Estados Unidos e Israel en el Medio Oriente, en contra de los intereses nacionales de Irán, que no ha sostenido ninguna política de agresión a sus vecinos, contrario a lo que hace el inquilino de la Casa Blanca.
Peor es el capitalismo
Este, en líneas gruesas, es el marco político que rodea a la tragedia del pueblo australiano con los incendios que ya cumplen casi cuatro meses y que solo a fines de la semana pasada tuvieron una tenue disminución, gracias a intensas lluvias que se presentaron sobre el área de conflagración. Situación que llevó a algún ambientalista europeo a afirmar: “No es el clima, es el capitalismo lo peor que le está sucediendo a Australia… y al mundo”.
Las llamas han cobrado la vida de 28 personas. Australia sufre una de las peores sequías de los últimos años. La temperatura ha subido por encima de los 40 grados centígrados, la más alta en los últimos 150 años. Hay riesgo de que suba el nivel del mar, advierten algunos científicos. Hay zonas de la isla en las que prácticamente ha desparecido la lluvia.
Además de los muertos, hay decenas de personas desaparecidas. Ocho millones y medio de hectáreas han sido arrasadas hasta ahora por el fuego. Esto es más que el territorio de Irlanda o el de Austria. Quince mil viviendas destruidas, otras tantas han sido evacuadas, los damnificados se cuentan por centenares. Aún permanecen 136 focos de incendio sin control.
Pudieron desaparecer algunas especies
El cuadro resulta dantesco si se tiene en cuenta que, de acuerdo a cifras conservadoras, los ambientalistas reportan la muerte de más de un millón de animales, incluyendo especies diversas de vertebrados, anfibios, reptiles, aves y familias de insectos. Esta mortandad afecta a especies autóctonas, motivo de interés para el turismo, como los canguros y los koalas. Estas dos especies animales están ligadas a la cultura de la isla. En un solo fin de semana murieron 25 mil koalas, denunciaron organismos defensores del medio ambiente.
Los ganaderos australianos dicen que el impacto de los incendios sobre este sector de la economía es desastroso. Hasta ahora han desaparecido 100.000 ovejas. Miles más tendrán que ser sacrificadas en los próximos días debido a la falta de agua o a que no tienen garantizado un hábitat de supervivencia. “Es el fin de varias especies”, dicen nativos de la región.
En el futuro será peor
En varias regiones, las zonas quemadas ya no podrán recuperarse. Es posible que se hayan extinguido las especies de plantas en peligro de desaparición. La intensidad de los incendios habría destruido no solo comunidades complejas y diversas de organismos que habitan el suelo del bosque, sino también árboles viejos que albergan especies como las zarigüeyas deslizantes y proporcionan sitios donde anidan muchas aves.
“Lo que tenemos es que, por primera vez en la historia de la humanidad, un fuego como este, catastrófico, puede acabar con una población, con poblaciones completas de especies que estaban en peligro. Si te pones a pensar que estamos hablando de un millón de animales, canguros, koalas, wallabies, etcétera, imagínate si sumamos aves, reptiles. Anfibios, insectos, el impacto que tiene esto va a tardar decenas o cientos de años en revertirlos. El problema es que el siguiente año, y el siguiente y el siguiente se pueden repetir estas condiciones y va a ser muy difícil que podamos reparar estos problemas”, dice Gerardo Ceballos González del Instituto de Ecología de la Universidad Autónoma de México.