viernes, marzo 29, 2024
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Apuntes refugiados: reingeniería social, espectáculo y la muerte en el alma

Alrededor de 500 mil almas ya han realizado el tránsito desde Turquía a Alemania, que espera la llegada de 1 millón de refugiados para finales de este año. ¿Pero cuánto se mueve a la par del éxodo migratorio presuntamente más impactante y de mayor envergadura desde la Segunda Guerra Mundial?

refugiadosmacedonia

Diego Sequera

Cada vez que alguien ha intentado matar una especie humana ha sido en provecho del sector más cínico, más canalla.
Manuel Vázquez Montalbán

Así no haya bajado la marea migratoria, la mediática pareciera asentarse hasta alcanzar sus fuentes habituales, luego de que la viralizada y preparada fotografía del niño Alyan Kurdi hiciera que la agenda fuera totalmente copada por «la ola de refugiados» hasta alcanzar, incluso, a lo más anestesiado del «público» en general.

Y cuando aquello que podría calificarse (sin caer en muchas consideraciones) como «lo informativo» alcanza semejantes cotas de saturación, y un tema tanta visibilidad, es porque detrás de eso suelen moverse otros hilos de entre los hechos concretos y las narrativas.

Porque la apremiante situación en materia de refugiados (que son, inicial y esencialmente, desplazados internos) es y ha sido así de dramática desde al menos mediados de 2012. Sólo que ahora, por motivos que van mucho más allá de lo humanitario, la confluencia entre la política internacional, el actual estatus de la guerra y la demencial orientación de occidente así lo necesitan.

Desde que a inicios de agosto comenzaba el estremecimiento hasta el día de hoy, el acopio de datos (ni tan) sueltos permiten elaborar un marco desde donde pensar la situación.

Descripción de los hechos después de la marea

La oleada migratoria, nos dicen, está compuesta principalmente por refugiados procedentes de Siria. Nos dicen también que dentro de la misma ola están presentes en mucha menor medida iraquíes, yemeníes, paquistaníes y afganos. Nos dicen que el éxodo está compuesto por todas las edades y por ambos géneros. Las imágenes parcialmente certifican esta noción, en la que aún con la presencia de mujeres, niños y algunos mayores, predominan hombres jóvenes y adultos en edad laboral y/o militar.

El largo y duro periplo que realizan a pie una vez que de las islas griegas tocan tierra firme, por lo general siguiendo las arterias ferroviarias y las carreteras principales, ha venido atravesando países balcánicos (Macedonia y Serbia) bordeando los límites del llamado Espacio de Schengen, la frontera común de la UE: una muralla de una presunta política fronteriza común hacia afuera, y de fronteras abiertas hacia lo interno entre los países integrantes de la Unión.

Como se ha repetido hasta el asco, su destino principal es Alemania y para ello deben atravesar esa línea, como sea. Desde Grecia pasando por Macedonia hasta Hungría o Austria, ya dentro de la eurozona, han sido virales las dramáticas imágenes que se resumen en la incapacidad de la policía y otras autoridades migratorias de contener (que lo hacen violenta y chapuceramente) al sinnúmero de personas con bebés en brazos y unos cuantos enseres. En algunos casos con mayor desgano, en otros con esa violencia policial de factura europea, que brilla cuando los agredidos tienen otro color y, probablemente, otra fe.

Las noticias colaterales le dan otro rostro a la situación, una en la que los medios se habrán restringido de valerse del cliché de lo bíblico porque se trata de una población mayoritariamente musulmana. Pero con el transcurso de los días, se revelan elementos y datos que cambian el valor puramente martirológico del paisaje.

Según documentos de los servicios de inteligencia austríacos muchos de los «guías» que conducen a las masas por ese recorrido en específico (Macedonia, Serbia hasta Hungría) están siendo monitoreados y permanecen en comunicación con operadores norteramericanos, que en los campos de refugiados de Líbano y Jordania no se han reportado grandes movimientos, pero que como todo lo atestigua sí ha sido el caso de Turquía (que según se dice alberga alrededor de 2 millones, y pertenece a la Otan), que las autoridades húngaras han identificado a activistas del Estado Islámico o el Frente Al Nusra (Al Qaeda), que un número considerable de «sirios» no son tales sino de otras nacionalidades que «aprovechan» la oportunidad de las resbalosas aperturas de algunos (Croacia como país de paso, y Alemania como país receptor), que muchos de estos jóvenes sirios o son opositores al gobierno o desertores del ejército o las milicias.

Pero también es la tragedia humana que constituye. Que hayan escenificado la fotografía de Alyan Kurdi para canalizar estéticamente los efectos de la crisis para consumo seudo movilizador del «público» no excluye la veracidad de la crisis humanitaria en la que se ha convertido, que involucra la incapacidad de los países europeos en enfrentarla (ya no digamos en manifestar el interés por preservar la dignidad humana) sino el desangramiento generacional de una región, y la supresión territorial de la identidad histórica, política y cultural de millones de personas, ahora empujadas al mercado más violento y desregulado como mano de obra con salarios esclavos o a la preparación de acciones y/o atentados que terminen de volcar la balanza hacia la intervención directa y abierta en Siria, cuando no a la muerte en el camino.

Una cosa es el sacrificio de los cuerpos y otra la teatralización que borra todas las causas y orígenes de ese democidio. En ese filo es que habita la complejidad.

Una enorme operación geopolítica, cultural y psicohistórica

Seguimos partiendo del error de medir las guerras de acuerdo a la guerra anterior, como señaló Andrei Fursov. Y también las ahora calificadas como «crisis humanitarias», diría uno. Así como el drama migratorio que ahora vemos expandiéndose en Europa no es producto de la combustión espontánea y sí expresiones críticas del drama que se ha venido desenvolviendo en el mundo árabe y musulmán desde el norte de África hasta las fronteras con Irán desde 2011, los desplazamientos internos, por más que sean evidentes las causas «orgánicas» de ese andar, también se hace visible la conducción de laboratorio por los «ingenieros sociales» de turno. Es la continuación evolutiva de la «primavera árabe».

Mientras tanto, en la primera etapa del psicodrama occidental en donde nada se entiende y se transmite la impresión de que una abrumadora e idiotizada mayoría cree que los refugiados vinieron de la nada y hacia la nada irán cuando sean periódico de ayer, comienza a emerger un sólo exclusivo culpable, que va inaugurando la segunda parte. Así nos lo recuerdan CNN, el primer ministro británico, la CIA y Santiago Alba Rico: «la culpa es de Al Assad». Los más moderados en la línea atlantista que va de izquierda a derecha, algo le conceden también al Estado Islámico o cualquier variable del terrorismo internacional, cuando no le bajan el volumen a sus acciones por completo.

Y lo anterior encuentra explicación en el plano de la política dura, por un lado, y por el otro, en el empleo táctico del «caos creativo» del que sin mucha dificultad pueden esperarse operaciones encubiertas o acciones propagandizadas por esos precisos «terroristas» que hoy por hoy no pasan de ser nobles refugiados huyendo de la guerra. Y como tal, es una jugada doble propósito que no sólo apunta al tan fallidamente deseado cambio de régimen en Siria, sino al colapso, vía shock, de la UE, lo que permitiría una posición de absoluta debilidad ante unos Estados Unidos que podría ser gobernado por Donald Trump, Jeb Bush o Hillary Clinton, que le pondrá punto y final a las negociaciones del TTAP y el TISA del que 1% gringosionista y euroburócrata saldrá como absoluto ganador.

Porque hasta ahora, y luego de una megaofensiva militar y mediática que podría enumerarse aquí hasta el agotamiento, no han logrado ni derrotar al ejército sirio ni derrocar a Al Assad. Y montados sobre una ola «creativa» se vio la gran oportunidad en el flujo de refugiados para reactivar la opinión favorable a la intervención y ocupación directa de Siria para «salvar a los refugiados» (en especial por Francia e Inglaterra) antes de que la solución política siga emergiendo, como lo está haciendo, a partir de factores internos, y sobre todo contra la idea, prácticamente ya indiscutible, de que toda salida política involucra a Al Assad en el poder.

Usan a las víctimas de la guerra que ellos mismos crearon como arma política y/o camuflaje.

«Los refugiados son peones movidos intencionalmente en el tablero para provocar una reacción predecible de su oponente incompetente y desesperanzado: el público. Mientras los ingenieros sociales juegan una partida de ajedrez tridimensional, el público de Occidente parece estar tragándose las piezas infantilmente», sentencia el investigador Tony Cartalucci, en una de las investigaciones más completas sobre la crisis de refugiados, y que por su precisión y utilidad Misión Verdad traducirá en los próximos días.

Porque también huelga decir que todo este rediseño regional está sobre el papel de los think-tanks que son quienes verdaderamente moldean la política internacional norteamericana. En este caso el Instituto Brookings juega un destacado papel en un moldeado que viene desde 2007 desarrollándose en toda la región.

Cuando Estados Unidos invadió Irak en 2003, Tarik Aziz, el principal diplomático iraquí para el momento, advirtió que la invasión no buscaba un cambio de régimen sino un cambio regional.

Y en el plano europeo, ¿de qué forma puede entenderse ese «fraterno» anuncio por parte de Ángela Merkel y el gobierno alemán de «recibir» con los brazos abiertos a esa masa de refugiados, migrantes económicos, operadores yihadistas encubiertos y familias desesperadas si no es para ocupar espacios laborales que sus connacionales no quieren hacer? O contando Siria con una población altamente preparada, ¿no es negocio para la industria alemana tener mano de obra altamente calificada a la que se pueda remunerar con salarios de maquila?

¿No es esa misma Alemania übber alles que aprieta las tuercas desde su posición de «fuerza» y desde las instituciones de la eurozona la que promueve el austericido en curso que tiene en Grecia su ejemplo más descarnado? ¿Qué clase de operación de lavado se mueve ahí? Como bien dice Rafael Poch: «¿Quién recordará que en territorio alemán se han cometido algunos de los mayores crímenes xenófobos de la posguerra europea-occidental, incluida la mayor trama terrorista de los últimos veinte años (NSU) con manifiestas complicidades en el aparato de seguridad, que es allí donde las residencias para emigrantes arden con mayor frecuencia y donde los pasillos del metro son más peligrosos para los morenos?».

Tal como hicieron en Libia; tal como levantaron dicha doctrina originalmente a partir de un genocidio que no fue, ahora renuevan su pichache disfraz de salvadores.

El campo de concentración y la utopía perforada

Pero dejando de lado la carrera de los cien metros y enfocándonos en el maratón, la mecánica detrás de todos estos grandes movimientos tectónicos en lo geopolítico tienen un reflejo profundo, que se puede vislumbrar más allá de los intereses evidentes en relación a los recursos estratégicos y sus puntos de tránsito. Entre la gran movilización de refugiados y el austericido europeo opera la lógica del campo de concentración, como lo recuerda el historiador Josep Fontana. Ahí donde todo es la mayor rentabilidad a bajo coste, anulando todo lo diferencialmente humano de lo que sería fuerza laboral.

«El secreto de su rentabilidad era utilizar hasta el agotamiento unos trabajadores que costaban muy poco de mantener y que eran exterminados cuando dejaban de ser útiles, como lo eran también la mayor parte de los hijos de las trabajadoras en las guarderías de las fábricas. Eliminar los costes improductivos garantizaba una alta competitividad», ilustra Fontana.
«El campo de concentración y no la ciudad es hoy el paradigma político de Occidente», sentencia Giorgio Agamben. Y Raúl Zibechi resume convenientemente: «‘Desde los campos de concentración no hay retorno posible a la política clásica’ (p. 238). (Agamben) Llega a esa conclusión -dice Zibecchi- a través del concepto de ‘nuda vida’, vida desnuda, desprovista de derechos reales, carne sin más, ‘indistinción entre derecho y hecho, norma y vida biológica'».

Las imágenes en Calais, el punto en el que se agarra el tren submarino que cruza de Francia a Inglaterra por el Canal de la Mancha, ahora arriesgado paso cerrado y casi militarizado para refugiados y migrantes económicos, con su aparcelamiento poblacional y su animalización identitaria, recuerda el mundo en el que se desarrolla la película Hijos del hombre (2006) dirigida por Alfonso Quarón.

Lo que apunta también a esa desarrollada producción de utopías negativas (distopías) que se han promovido desde la industria fílmica y que han venido saliendo desde entonces como anunciando un aciago futuro en el que deslumbra esa lógica. Dicen profetizar, pero bajo el paradigma Disney de la propaganda, recuerda un escritor tradicionalista-conservador gringo, se encubre el hecho fundamental: la distopía es ahora, en tiempo presente.

Cuando la persona «vale» nada y se le suprime toda condición mínimamente dignificante de lo que convencionalmente llaman «lo humano», ¿no operan en armonía franca los cálculos fríos y sin nombre en el mismo acto los que «piensan» ese mundo, que armoniza sin dificultad alguna con la nueva etapa demencial del metabolismo neoliberal, con la noción de lo humano con la que el Estado Islámico espectaculariza y se autopromociona con calidad HD, o el mercenario gringo, o el paraco? ¿O de todas las demás variables de violencia económica de guerra no declarada que sencillamente perpetran el mismo genocidio pero en cámara lenta?

Biomasa, nacionalicidio y los 38 millones

Según el informe 2015 de la Oxfam («Riqueza: tenerlo todo y querer más»), se calcula que para el año que viene el 1% de la población tendrá el 50% de las riquezas mundiales. Lo que no se traduce en que el restante 99% tenga el otro 50%, sino que «del 52% restante de la riqueza mundial, la mayor parte (el 46%) está en manos del 20% más rico. El 80% restante de la población comparte tan solo el 5,5% de la riqueza mundial: 3,851 dólares de media por adulto, lo que equivale a 1/700 parte de la riqueza media del 1% más rico de la población mundial».

Por otro lado, en 2015, el Consejo Noruego para Refugiados destacó que se alcanzó la cifra récord de 38 millones de desplazados internos. Es decir, población que por causas bélicas se ve forzada a abandonar su localidad de origen, y que luego de migrar dentro del territorio, se desplaza a los campos de refugiados en las fronteras, como en Siria, como en Libia, como en el sureste de Ucrania, como en Colombia. Quien no quiera ver la línea que une a estos dos hechos ensordecedores sencillamente no está capacitado para ver nada.

Y si a esa cifra se le agregan actualizadas, ¿a cuánto ascenderían? ¿Y se les suman los migrantes económicos, los refugiados climáticos que comienzan a aparecer, las víctimas de los desmesurados desastres naturales de la actualidad? ¿Hasta dónde llega la cifra?

¿Y no hay a quien le convenga este estado de las cosas en el que más de 38 millones de personas sencillamente, más allá de la condición jurídica que formalmente le atribuyen leyes, acuerdos y convenios internacionales, no son de facto precisamente sujetos sin derechos? ¿No se homologan en una biomasa unificada y sometida en el tiempo y en el espacio? Una lógica perfectamente funcional y generadora de dividendos se beneficia: capitalismo del desastre.

Colombia y el cálculo sordo-mudo

La lógica gamonalera de los poderes colombianos no necesitaron de desmantelamiento alguno del estado de bienestar porque nunca ha existido uno. Desde esa perspectiva, la cosificación poblacional es cosa antigua, secular, y que se fue adaptando durante todo el período republicano hasta la uribización del Estado, esa dialéctica que permitió que el narcotráfico le atribuyera una buena dosis de respiración artificial a una nación en abierta crisis económica.

De la misma forma en que la «ola de refugiados» es el nuevo activo político-militar del imperio corporativo, los desplazados por la infinita guerra colombiana también lo son. Y no hay mejor muestra que de una total y absoluta inexistencia como sujetos de derecho dentro de sus fronteras nacionales, producto de la disrupción que acarreó el cierre de la frontera y la inevitable calamidad económica, sobre todo en Norte de Santander, los vuelve de repente la prioridad en materia de derechos humanos frente al gobierno del país donde yo vivo, que venía sufriendo una enorme sangría al atrofiar las relaciones fronterizas los mismos factores de la ultra.

6 millones de desplazados internos, a la que se le incluye la población ilegal, la migrante económica, a las familias refugiadas, a los perseguidos políticos no eran suficiente argumento, había que enfrentar la dinámica adulterada para que a los ojos de un petulante gobierno de cartón-coca reaccionara, y en gran medida no sólo debido a la pugna económica interna, sino a la temporada electoral.

Desde otra escala, una circunscrita a la regional, en la que antes del cierre de la línea fronteriza ya se reportaba un incremento del flujo migratorio de Colombia a Venezuela que pdría no obedecer al recrudecimiento del conflicto armado (cuando más bien por los diversos ceses al fuego la violencia de la guerra había menguado relativamente) sino al mismo estilo de infiltración entre famililas legítimamente huyendo de la miseria económica y la inasistencia institucional. Pero en algo no deja de parecerse al mecanismo mediante el cual activos de las bacrims pudieran venirse infiltrando de la misma forma y con los mismos objetivos enunciados arriba respecto a la cuestión siria.

Cierta o no esta última hipótesis, ya es imposible pensar en una sola dirección y en un solo sentido cuando te ofrecen una imagen estremecedora, trátese de un crío ahogado y mistificado por los medios occidentales, o un éxodo vía el río Táchira que entraña la misma tragedia humana, pero oculta la voluntad de huida de esas mismas personas, que ahora quieren regresar.

El combate también radica en evitar que prevalezcan las mentiras mejor armadas.

Misión Verdad

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