Es vergonzoso y causa profundo dolor, que el año en que celebramos el Bicentenario del Congreso de Angostura, de las batallas del Pantano de Vargas y de Boyacá, un presidente colombiano, convertido en un títere de Estados Unidos y sus compinches de la Caverna de Lima, estén propiciando la invasión norteamericana a la República Bolivariana de Venezuela, que en carta dirigida al coronel Patricio Campbell Bolívar, pronosticara: “Los Estados Unidos parecen estar destinados por la Providencia a plagar la América de miseria en nombre de la libertad”.
Qué lejos están estos gobernantes liliputienses y cobardes de aquel Apóstol señero, valiente, paradigmático patriota latinoamericano que nos diera una lección de dignidad un poco antes de morir en combate por la libertad de su patria y de su patria grande, Cuba y América Latina, cuando en su última carta dirigida a Manuel Mercado le dijera: “.. ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.
El problema no es siquiera la complicidad de esos mandatarios y su cobardía, sino el ocultamiento a estos pueblos latinoamericanos, del genocidio del pueblo venezolano que están planificando los Estados Unidos, para apoderarse del petróleo y los recursos naturales de ese país. Los presidentes de la Caverna de Lima, pretenden ocultar cuidadosamente, que esta vez, como siempre, el país imperial, el más sistemático genocida del mundo, cuando prepara sus zarpazos sobre sus víctimas, urde un cúmulo de mentiras como cortinas de humo para engañar a la opinión mundial y caerle a mansalva y sobre seguro al pueblo que ha elegido para apoderarse del petróleo o cualquier otro recurso estratégico.
El mundo horrorizado contempló en los noticieros internacionales cómo destruían los bombarderos norteamericanos los cultivos, los diques, las escuelas de Vietnam y cómo las bombas de napalm quemaban los niños vietnamitas y las granadas ocultas en juguetes, estallaban en las manos inocentes de los niños de ese país. La agresión a Vietnam constituyó un diorama del terror y barbarie de que eran capaces de producir los cerebros satánicos estadounidenses.
Recuérdense las mentiras sobre la existencia de armas de destrucción masiva que poseía Sadam Husein, para destruir a Estados Unidos. Después de consumado el genocidio del pueblo iraquí y defenestrado y asesinado su presidente, se supo que todo había sido un sartal de mentiras, para justificar su invasión y conquistar un territorio muy útil para el posicionamiento estratégico en el espacio oriental y acceder a su petróleo.
Ningún gobernante de América Latina puede ignorar y olvidar las múltiples veces que desde el siglo XIX, los Estados Unidos invadieron a México, Haití, República Dominicana, Nicaragua, Cuba, Panamá, Granada, para expropiarle sus territorios o para apoderarse de sus recursos naturales. No puede entenderse cómo ahora países de nuestro continente pueden aliarse con el agresor para invadir a Venezuela. Mucho menos puede entenderse que un parlamento venezolano pudiera pedirle al gendarme internacional que lo invada, con todos los riesgos de muerte y destrucción a que expone a su propio pueblo.
Todo el recuento anterior de la estela de muerte y destrucción que han dejado las invasiones de Estados Unidos, a lo largo del mundo, no tiene otro objeto que el advertir al pueblo latinoamericano de los riesgos brutales que corre la población de Venezuela, si la indiferencia y la insolidaridad continental facilita la intervención armada de las tropas de Estados Unidos a la patria bolivariana.
Es la hora de la solidaridad y la movilización popular latinoamericana, para evitar la traición de la Caverna de Lima a los ideales continentales defendidos por Bolívar, Martí, Sandino, Fidel, el Che Guevara y Allende, al apoyar la agresión militar de Estados Unidos a Venezuela. ¡Con decisión, defendamos a Venezuela!