Ana Belén Montes

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Carlos A. Lozano Guillén
@carloslozanogui 

Ana Belén Montes nació en Alemania en 1957, pero es hija de un médico puertorriqueño. Durante muchos años trabajó en el departamento de Justicia de los Estados Unidos, donde su labor era bastante apreciada por su grado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Virginia y por un máster en Estudios Internacionales de la Universidad Jonhns Hopkins. Se desempeñó en labores de inteligencia. Estuvo en Cuba donde estudió el funcionamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Su hoja de vida era impecable y gozaba de la confianza del Departamento de Justicia.

Su paso por Cuba le generó simpatía por el proceso revolucionario, llegando a la conclusión de que la isla era víctima de la persecución dominante e imperialista de los Estados Unidos. Siempre tuvo dudas de la política exterior estadounidense hacia América Latina, aun antes de trabajar en inteligencia en el departamento de Justicia. Tal vez fue consciente de la condición colonial de Puerto Rico.

Sus convicciones la llevaron a opinar en contra del espionaje a Cuba y de la hostilidad a sus representantes en las misiones diplomáticas en Washington y Nueva York.

El 21 de septiembre de 2001, diez días después del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, fue detenida por el FBI que la venía investigando desde años atrás, acusada de ser espía al servicio del gobierno revolucionario de Cuba. La señalaban de ser integrante de una “red secreta de espionaje electrónico” de la cual nunca hubo certezas ni pruebas fehacientes. Fue condenada a 25 años de prisión y a cinco más de libertad vigilada.

Desde la cárcel, Ana Belén, en la medida de sus posibilidades, denuncia su aislamiento y eleva su voz solidaria con Cuba. Es una mujer heroica.

Su prima Miriam Montes Mock acaba de escribir para “Claridad” una columna donde denuncia las injustas y oprobiosas condiciones del cautiverio de Ana Belén a quien en 2017 le diagnosticaron cáncer de mama. Está siendo sometida a riguroso tratamiento y es conducida al hospital siempre encadenada de manos, pies y cuerpo como una peligrosa delincuente.

Lleva 16 años encarcelada, recibiendo todo tipo de oprobios y vejámenes y en absoluto aislamiento. El cautiverio le ha servido para afianzar sus concepciones libertarias y unirse a la causa por la independencia de Puerto Rico. Y a pesar de su enfermedad  sigue “sujeta a las medidas administrativas especiales, las cuales limitan su acceso al mundo fuera de la prisión”, dice su prima. La justicia yanqui es infame. Así lo demuestran las situaciones vividas por Ana Belén y por Simón Trinidad, ambos víctimas de montajes judiciales en un sistema que penaliza la opinión y no respeta los derechos humanos.

carloslozanogui@outlook.es