Amenazas y muerte

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Alfonso Conde

La ultraderecha genocida se ha reactivado. El temor a la JEP y a la verdad que ella debe ayudar a esclarecer sobre el conflicto armado colombiano es seguramente una de las motivaciones de ese sector de la sociedad que, desde siempre, se ha beneficiado por el ejercicio de la violencia, los asesinatos y el genocidio. Destapar las causas y el verdadero desarrollo de la guerra interna, sacar a la luz los causantes y determinadores de la violencia, es inadmisible para ellos y se proponen evitarlo como siempre lo han hecho: con las amenazas y la violencia asesina.

En medio del recrudecimiento de acciones de fuerzas gubernamentales, defensoras de los poderosos, contra sectores populares, se producen también agresiones contra organizaciones políticas de la izquierda colombiana. En el Cauca, en desarrollo de un conflicto por la tierra entre terratenientes e indígenas, se produjo el asesinato de la periodista Efigenia Vásquez, de la comunidad Coconuco. En Tumaco (Nariño) se presentaron ataques de la fuerza pública a una comunidad campesina que aspiraba al respeto de los acuerdos firmados de sustitución voluntaria de cultivos, con saldo de media docena de campesinos muertos a bala y múltiples heridos, todo ello seguido de agresiones violentas a la comisión humanitaria integrada entre otros por delegados de la ONU y de la OEA. En el Catatumbo se presentan roces por la misma causa.

Ahora se manifiestan las “autodefensas gaitanistas”, paramilitares de esos herederos de “los doce apóstoles”, amenazando de muerte a cada uno de los integrantes de la dirección ejecutiva de la Unión Patriótica, exigiendo su renuncia para “mantener el orden social y la democracia de nuestro país”. ¿De qué democracia estarán hablando? Seguramente de aquella que obliga por la fuerza al silencio sumiso de la población que ha sido y sigue siendo víctima de quienes siempre se han creído con derechos, tal vez divinos, sobre la vida de los colombianos.

Quieren “hacer trizas” el proyecto de paz que se intenta construir, para perpetuar sus beneficios. Seguramente se envalentonan con las estridencias bestiales de sus dirigentes globales y locales de la ultraderecha fascista que por estos días se manifiesta con ánimo guerrerista contra los pueblos de Corea, Irán, Venezuela y todo aquel que no se arrodille ante su poderío.

Es hora de cerrar filas. Es hora de construir unidad contra el fascismo local y global dejando de lado diferencias artificiales y soberbias individuales para enfrentar juntos al agresor criminal y construir una nueva sociedad que tenga como eje al ser humano.