viernes, marzo 29, 2024
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Alrededor de la Mesa de diálogos: Una mirada desde afuera

Los planes de Estados Unidos en un eventual posconflicto en Colombia tienden al involucramiento de las tropas colombianas en conflictos internacionales y en una probable agresión a Venezuela

Alberto Acevedo

De la misma manera como en Colombia diversos sectores políticos y sociales tienen una mirada diferente sobre lo que deben ser los resultados de la firma de un acuerdo de paz entre el gobierno nacional y la insurgencia, en el exterior también esa mirada es distinta, dependiendo de dónde provenga, y los cálculos que se hacen sobre sus resultados son plurales.

Los bloques de integración regional que se inspiran en principios democráticos, antihegemónicos, como Mercosur, la Celac, el ALBA y el Mercado Común Centroamericano, han expresado en su oportunidad el deseo de que en Colombia se alcance un proceso de paz que conlleve cambios sociales de contenido progresista, que apunten a eliminar gradualmente las desigualdades que hace medio siglo provocaron la aparición de grupos alzados en armas, causas que en general aún perviven en la sociedad colombiana.

Inclusive, en este contexto, la última conferencia de jefes de Estado de la Celac, proclamó a América Latina como territorio de paz y abogó por la solución negociada de los diferendos limítrofes entre naciones, planteó la necesidad de erradicar gradualmente las bases militares de potencias extranjeras en suelo continental y proclamó el principio de no agresión entre pares, y salvaguarda de los principios de respeto a la soberanía nacional, a la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en los asuntos soberanos de las naciones. En este sentido, dijo la Celac, la paz de Colombia es la paz de América Latina.

En otras latitudes, importantes bloques regionales o comerciales, como el Movimiento de los No Alineados, que agrupa a las dos terceras partes de los países que integran la Organización de las Naciones Unidas; el Grupo de los 77+China, y el grupo de los Brics, entre otros, han expresado su deseo porque en Colombia se alcance una paz, asociada a la justicia social y a reformas sociales que se traduzcan en bienestar para la población y eliminación de cualquier política de exclusión social.

Apoyo unánime

En general, se podría afirmar que no hay una sola nación, un solo gobierno en el mundo, que no se identifique con los propósitos de alcanzar una solución a las causas del conflicto armado en Colombia. Esta voluntad global se expresó de alguna manera en el respaldo que la Asamblea General de las Naciones Unidas dio al presidente Juan Manuel Santos cuando éste intervino en el foro mundial para referirse a los alcances del proceso que se discute en la mesa de negociaciones de La Habana.

Los matices surgen cuando gobiernos o bloques de países expresan la idea que tienen de los alcances de esa paz. Estados Unidos, por ejemplo, la quiere para, desde una visión pragmática, incrementar sus negocios, propender porque Colombia abra más sus puertas a la penetración de capitales transnacionales y al saqueo de los inmensos recursos naturales que el país posee.

Sabido es que, desde hace varios años, la Cámara de Comercio de los Estados Unidos y grupos de empresarios indicaron al mandatario norteamericano su interés en invertir más en Colombia. Pero que la existencia de una guerrilla dispuesta a volar oleoductos, a secuestrar magnates de esas empresas, no ofrecía condiciones para esa inversión. Insinuaron entonces al mandatario presionar al gobierno colombiano para que suscribiera un acuerdo con la guerrilla que facilitara sus negocios en condiciones más ventajosas.

La Casa Blanca tiene además otros intereses. Son los de la guerra. En un esfuerzo por afianzar su hegemonía global y controlar el destino de América Latina, junto a la Gran Bretaña y a otras potencias occidentales, Washington ha demostrado interés en que una vez el ejército colombiano se libere de la responsabilidad de una campaña contrainsurgente, se vincule progresivamente a los planes de la OTAN en otras regiones del planeta.

Contra Venezuela

El ministro colombiano de la Defensa, Juan Carlos Pinzón, ha visitado Bruselas y ha suscrito ya varios acuerdos de cooperación de tropas colombianas con la OTAN, que aspira a ver soldados colombianos en escenarios de guerra en otros países. Hace pocos días estuvo en Bogotá el director de Seguridad de la OTAN, Stephen Smith, puliendo esos compromisos con el alto mando militar colombiano.

Pero esos no son los únicos escenarios bélicos que contempla Washington. Con el reciente decreto de Obama que declara a Venezuela y a su pueblo como ‘amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos’, los planes de intervención militar norteamericana en ese país suramericano van en serio.

Por estos días, en uno de sus resúmenes de fin de semana, Noticias Uno presentó las declaraciones de la ex subsecretaria de Defensa de los Estados Unidos, Mary Beth Long, en las que, a tono con la política intervencionista de Obama, insinúa que el ejército colombiano debe, y de hecho lo está haciendo, prepararse para intervenir en Venezuela, bajo las órdenes del Pentágono norteamericano. Siendo así, tendríamos que el presidente Santos anuncia el cese de los bombardeos a los campamentos guerrilleros para que sus tropas se preparen para intervenir en Venezuela por cuenta de la Casa Blanca.

Injerencia norteamericana

En un escenario de posconflicto, dice la señora Beth Long, “los militares (colombianos) están estudiando otras amenazas en la región que puedan representar sus vecinos, como es Venezuela y prepararse para esas eventualidades, y los felicito por ello, porque hay otros desafíos en el horizonte, y su Fuerza Pública y su liderazgo y su Policía ya se están preparando para eso”. De las cartas bajo la manga de Obama dan cuenta además las declaraciones del senador norteamericano Paul Coverdell, cuando afirma que “para controlar a Venezuela, es necesario ocupar militarmente a Colombia”.

Recordemos que, en este escenario de turbulencias que anuncia la política norteamericana, también la Gran Bretaña mete sus manos en la región movilizando tropas hacia la región de las Malvinas, atizando un viejo episodio de colonialismo frente a la soberanía de la Argentina. Y hay, de otro lado, analistas que no dudan de la injerencia norteamericana en las recientes movilizaciones contra los gobiernos progresistas de Brasil y Argentina.

En esa perspectiva, como sostiene la política estratégica de la Celac, la paz es un concepto integral en la región. Defender la paz en Colombia sí, pero también en América Latina. Y ese es un anhelo amenazado por la presencia de la IV Flota de las Marina de Guerra de los Estados Unidos en nuestras aguas continentales. Como también la presencia de cada vez más bases militares norteamericanas en tierras del subcontinente, incluyendo las que cierran el cerco a la Revolución Bolivariana de Venezuela.

En ese escenario, lo menos que pueden hacer las fuerzas democráticas en Colombia, al tiempo que defienden el proceso de conversaciones de paz en La Habana, es defender un escenario igual para América Latina, comenzando por multiplicar las expresiones de solidaridad con el pueblo y el gobierno venezolanos.

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