viernes, abril 19, 2024
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Acuerdo con EEUU: ¿Misiones de paz o ejército mercenario?

Un compromiso que los presidentes Barack Obama y Juan Manuel Santos adquirieron en la Casa Blanca, y vincula al ejército colombiano a “misiones de paz” internacionales, coloca a las tropas de nuestro país como rehenes de una agresiva política imperial de guerra en diversos escenarios del planeta

La Casa Blanca aspira a involucrar al ejército colombiano en conflictos internacionales liderados por el Pentágono y la OTAN.
La Casa Blanca aspira a involucrar al ejército colombiano en conflictos internacionales liderados por el Pentágono y la OTAN.

Alberto Acevedo

Según fuentes de prensa occidentales, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, extendió una entusiasta invitación a su colega colombiano, Juan Manuel Santos, para que asistiera en Washington a una selecta reunión con un reducido grupo de no más de ocho jefes de estado, muy cercanos a los intereses de la Casa Blanca, para que conformen un grupo élite de ejércitos, que lidere misiones de paz en diversos escenarios de guerra en el mundo.

En la reunión, que se realizó el pasado 28 de septiembre, Obama fue claro en manifestar su interés por que las tropas colombianas, que tienen un entrenamiento de vieja data por parte de oficiales norteamericanos, y un acumulado de experiencia en la lucha contrainsurgente, casi único en el mundo, participen, una vez se firmen acuerdos de paz con la guerrilla, en escenarios similares en el exterior.

Obama aspira a vincular hasta 40 naciones del planeta en unas pretendidas misiones de paz para escenarios de posconflicto, aparentemente con el aval de las Naciones Unidas, pero que estarían bajo la orientación y tutela de los Estados Unidos. Se sabe que Juan Manuel Santos acogió la propuesta y comprometió la participación de hasta cinco mil hombres en los próximos tres años.

¿Qué alcances tiene una propuesta de esta naturaleza en el concierto internacional? En la agenda del pasado mes de septiembre se adelantaron algunas puntadas. La idea es que el nuevo ‘contingente de paz’ esté supeditado a una geoestrategia del Pentágono norteamericano, en frentes de acción como la lucha contra el crimen organizado, el terrorismo, protección a la ciudadanía y atención a emergencias y desastres.

Por el lado que se le mire, todos estos objetivos confluyen en un solo interés expansionista, al servicio de los Estados Unidos y las grandes empresas transnacionales.

Contra gobiernos progresistas

Ya circulan estudios de especialistas, que coinciden en mostrar que en la coyuntura de crisis generalizada del capital, Estados Unidos y las grandes potencias, andan en búsqueda de un nuevo ‘enemigo’, al que desean combatir, en nuevas escaladas de guerra que contribuyan, por esa vía a paliar la crisis capitalista. Y en esa perspectiva, señalan, unas veces a Rusia, otras a China, pero también a Irán, o al Estado Islámico, como potenciales enemigos.

En medios cercanos a las Naciones Unidas, además, se habla de que la conflictividad bélica va en aumento en varias partes del mundo, que contingentes de paz son requeridos por más regiones en diferentes puntos de la geografía planetaria y, definitivamente, no hay personal suficiente para atender los nuevos y crecientes focos de conflagración.

En esa perspectiva, el concepto de lucha contra el “terrorismo”, en el enfoque norteamericano, se confunde con la lucha contra movimientos de liberación nacional y antiimperialistas. La lucha por “restablecer la democracia”, es sinónimo de derrocamiento de gobiernos incómodos, para instalar regímenes títeres que les resulten funcionales en su empeño por apoderarse de recursos naturales en distintos escenarios globales. Y aún la ayuda ‘humanitaria’, como en el caso de Haití, aparece asociada a una estrategia de militarización y sometimiento de pueblos y naciones.

Pero hay algo más. Estados Unidos trabaja en dirección a una creciente militarización de América Latina y el Caribe, en pos de múltiples objetivos, entre los que se destacan no solo la recuperación de su papel hegemónico, sino el derrocamiento de gobiernos progresistas y la desarticulación de mecanismos de integración regional, que como el Alba, Mercosur, Unasur y otros, se le atraviesan en sus objetivos expansionistas.

Colonialismo y militarización

Durante más de dos siglos, Estados Unidos consideró a América Latina como su ‘patio trasero’, una esfera de influencia geopolítica, donde actúa como potencia hegemónica. Los procesos de independencia, que se inauguran con el ascenso de Hugo Chávez al poder en Venezuela, desafían ese rol hegemónico.

Washington trata de contrarrestar ese proceso progresista y la manera más eficaz de hacerlo es acentuando procesos de militarización en la región, sobre todo en Centroamérica. En Honduras, por ejemplo, apoyando de manera decisiva gobiernos de facto. Pero también en Guatemala y otras naciones.

Bajo la administración de Obama se han extendido programas de militarización como la Iniciativa Mérida y la Iniciativa de Seguridad Regional Centroamericana, CARSI, ésta última creada por Obama en 2011. Estos dos programas recibieron, entre 2008 y 2013, más de 2.5 billones de dólares para su financiación.

Washington además, hace enormes esfuerzos por establecer nuevos niveles de cooperación entre Colombia y la Organización del Tratado Atlántico Norte, OTAN, el mayor bloque militar de las potencias occidentales.

Colombia ha sido un elemento central en la estrategia militar de los Estados Unidos. El programa regional más conocido de Washington en América Latina ha sido el Plan Colombia, puesto en marcha por el gobierno de Clinton y ampliado por los gobiernos de Bush y Obama.

La paz de Norteamérica

Una vez puesto en ejecución, cambió su énfasis de ser un programa antidrogas integral para convertirse en una estrategia contrainsurgente. Para el período 2000-2015, Estados Unidos entregó más de tres billones de dólares en forma de “ayuda” a las Fuerzas Armadas y de policía en Colombia, y otras formas de asistencia económica, en el marco del Plan Colombia. Por largo tiempo, Colombia fue el segundo país, después de Israel, en recibir asistencia militar y ayuda económica de los Estados Unidos.

Ahora, la Casa Blanca anuncia un nuevo impulso y reconversión del Plan Colombia, para transformarlo de arma de guerra en instrumento para la paz, en tiempos de posconflicto. Difícil pensar que logre tan buenas intenciones, cuando no ha variado su política militar de combate al ‘enemigo interno’, de lucha contra el ‘terrorismo’, en donde toda su estrategia de agresión la lleva precisamente a crear nuevos focos de conflicto en Siria, Ucrania, Irán, Medio Oriente y otros escenarios.

Y es hacia allá a donde apunta la propuesta de Obama de involucrar al ejército colombiano en esos conflictos, desatados por Washington, y en donde quiere que no se sacrifiquen más soldados norteamericanos. Quiere poner de carne de cañón a otros ejércitos, incluyendo el nuestro, para que sean nuestros oficiales quienes pongan el pecho y los muertos, por cuenta de guerras ajenas.

Ya en días recientes se convino en que un contingente de soldados colombianos participe en una guerra de agresión imperialista en Yemen. Esa es la catadura de las fuerzas de paz que concibe el señor Obama. Sobre las particularidades del conflicto en Yemen, seguramente nos ocuparemos más adelante.

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