
Se cumplen cinco décadas y media de la movilización del magisterio que partió desde Santa Marta y que llegó a Bogotá. Pedían salarios dignos para no morir de hambre, profesionalización de la labor docente y el derecho a sindicalizarse. Con el papel protagónico de las mujeres, la movilización se convirtió en un referente histórico del movimiento sindical
Harold García-Pacanchique
@HaroldGarciaP95
El 24 de septiembre de 1966 inició una de las movilizaciones más importantes del movimiento sindical de los y las maestras del país, quienes emprendieron una peregrinación clasista desde la ciudad de Santa Marta, Magdalena, y que culminó el 21 de octubre en la ciudad de Bogotá, después de una caminata de 28 días.
En dicha movilización se recorrieron 1.600 kilómetros donde las familias colombianas expresaron su respaldo a las y los maestros de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación, Fecode, solidarizándose con los y las marchantes del hambre, nombre que se le dio a esta gesta del magisterio colombiano, con expresiones como la donación de comida y recibiendo con algarabía al heroico magisterio que desfiló por todo el territorio nacional.
El hambre, la profesionalización y el derecho a sindicalizarse
Fue en medio del gobierno del liberal de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) en el cual se desarrollaron estas masivas movilizaciones de los trabajadores de la educación, los cuales en el contexto del Frente Nacional (1958-1974), se enfrenaron decididamente a los gobiernos regionales y al de la república que se negaban a pagar salarios justos al magisterio, a tal punto que para el caso de los y las maestras del Magdalena Grande (actuales departamentos del César, La Guajira y Magdalena), llegaban a adeudarle casi nueve meses de salario al magisterio, situación tan denigrante y humillante que en algún punto se pagó con cajas de Ron Caña.
Ante esta situación, el magisterio venía adelantando paros nacionales y regionales desde el mes de marzo. Para el caso del departamento caribeño, 400 docentes definen iniciar lo que sería la marcha más significativa de los y las maestras colombianas durante la segunda mitad del siglo XX; dado, que los sueldos escaseaban y las deudas aumentaban, a tal punto que el ser maestro en el Magdalena era sinónimo de pobreza y los créditos en las tiendas de pan coger se cerraban tras conocer la inclemente situación de los y las educadoras.
Los alcances de esta epopeya clasista darían resultados nunca antes conseguidos, entre ellos se encuentran, la aplicación de políticas públicas que favorecieron a la educación en el país, como la del fondo educativo regional, los planes de emergencia educativa, la creación de los INEM y la implementación del Estatuto Docente y el decreto 2277 de 1979, el cuál profesionaliza la labor docente y generó garantías sindicales, estabilidad laboral y la posibilidad de ascenso al interior del magisterio.
Como se narra en el libro del profesor Carlos Rafael Estrada Pacheco, La marcha del hambre: epopeya de los maestros y maestras del Magdalena Grande (2006): «Maestro colombiano: este sacrificio convertido en triunfo es tuyo también; verdad que no fue en vano porque algo se está disfrutando: pagos a tiempo, estabilidad laboral, profesionalización, escalafón, salario unificado en el país y otras cosas que se desprendieron de ellos. Por eso defiéndanla, recuérdenla como ejemplo de lucha, no permitas que personas o grupos la desfiguren ni la mimeticen”.
La maestra colombiana, ejemplo de lucha sindical
De los 86 marchantes que llegaron a la Plaza de Bolívar hace 55 años, 50 eran maestras, las cuales con coherencia magisterial rompieron con la tradición masculina del magisterio colombiano que, a pesar de constituir una minoría en el seno del gremio, asumía la dirección política sindical. En esta movilización la correlación la ganaron las maestras del Magdalena Grande, que no solo demostraron fuerza en la lucha magisterial, sino que le dieron pauta al país al demostrar su capacidad de combatir.
Las aguerridas maestras salieron a las carreteras exigiendo la profesionalización de su quehacer. La unificación y la paridad salarial y ante todo la creación de un estatuto nacional que le quitara a las castas regionales el poder de la educación en el país; logrando lo postulado y constituyendo además de ello la creación del primer congreso pedagógico nacional.
La Marcha del Hambre representó en materia histórica la primera victoria sindical femenina en el seno emergente de la Fecode, pues tal y como afirma la historiadora Deisy Lorena Gonzáles Blanco, «las mujeres que se hicieron partícipes de la Marcha del Hambre, marcan una continuidad con los antecedentes de mujeres costeñas que fueron relevantes para inicios del siglo XX (…) la mujer caribeña símbolo de valor, resignación, sacrificio, aporta un grano de arena en la lucha por una mejor educación, única arma que tiene el pueblo para defenderse, razón por la cual el gobierno la reprime tan duramente (…) Las mujeres asistieron a la marcha a pesar de sus condiciones y creencias algunas conservadoras, católicas y liberales, no fueron impedimento para velar por sus familias, compañeros y trabajos.»
En este sentido la Marcha del Hambre, como la de las históricas textileras de Bello, Antioquia, en los albores del siglo XX, constituye uno de los aportes más combativos al interior del sindicalismo en el país, en especial para las mujeres.
Cinco décadas y media
Más de medio siglo se cuenta ya, desde que alrededor de 400 maestros y maestras se movilizaron por mejorar sus condiciones de vida, dignificando la labor docente y aportando garantías para la educación pública en el país. Hoy después de esta epopeya histórica, el maestro y la maestra al igual que como Don Simón Torrente (primer maestro público en Colombia), no ha dejado de pelear.
Ejemplo de ello es la lucha dada por el magisterio en el pasado paro que inició el 28 de abril del presente año, donde Fecode fue una fuerza determinante en la movilización, no solo por ser el sindicato más grande del país, sino por tener la responsabilidad de haber formado esta generación de rebeldes y que reafirma la consciente y combativa labor del magisterio colombiano, que a pesar de las luchas dirigidas por un sindicato compuesto por maestros y maestras provenientes del sector popular, aún las condiciones laborales son decadentes, puesto que el sistema público nacional de educación no cuenta con infraestructura básica para la escuela, el hacinamiento es el pan diario en las instituciones educativas y ni hablemos de los Planes de Alimentación Escolar, PAE, pues estos representan la más indigna de las políticas educativas de la infancia y juventud del país.
Ante esta realidad son varios los retos de las y los maestros hoy. Entre ellos se encuentran el continuar siendo vanguardia colectiva del sindicalismo a nivel nacional, el compartir ideológicamente el valioso pensamiento crítico, así como también avanzar en la construcción magisterial de un sindicato clasista, que sea capaz de realizar tareas continuas de lo que se ha llamado la escuela como territorio de paz y la escuela-comunidad, buscando con ello una radicalización efectiva del magisterio en la lucha por una academia popular que logre formar la Nueva Colombia.