viernes, abril 19, 2024
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Vieira en la Calle del Sol

Gilberto Vieira, detenido por aquellos días en las instalaciones del DAS de Bogotá y presto a ser trasladado con sus compañeros a un cuartel del Ejército en los Llanos Orientales, demostraba con su comportamiento, cultura y sabiduría política que era un verdadero dirigente comunista.

Gilberto Vieira.
Gilberto Vieira.

Armando Orozco Tovar

Gilberto Vieira estaba siempre leyendo sentado al borde de su litera con su boina vasca negra y su fina ruana de lana blanca. Jamás participaba de la jarana de los demás en las jaulas del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) en aquel marzo y abril del 67.

Las instalaciones del Departamento Administrativo de Seguridad se hallaban en la llamada Calle del Sol del Barrio de La Candelaria, una construcción conventual que en anteriores años fuera el SIC (Servicio de Inteligencia Colombiano). Y en épocas más remotas, un convento de monjas enclaustradas, que sólo conocieron la calle en el ruidoso e incendiario 9 de abril.

Las detenciones a los miembros del partido se dieron al ser involucrado como organización, así como innumerables personas, en el asalto al tren pagador de la Policía Nacional realizado por el ELN (Ejercito de Liberación Nacional) en las selvas del Opón en Santander. Hecho que llevó al Presidente de la República, el liberal Carlos Lleras Restrepo, del Frente Nacional, a ordenar la detención de los militantes comunistas, exentos de aquel hecho.

Lleras pensó confinar a los detenidos políticos en una base militar en Orocué en los Llanos Orientales. Todos los que estaban con Gilberto, pero en diversas jaulas, se preparaban para irse a “veranear a los Llanos”. Cada una de sus esposas o compañeras preparaba con urgencia los equipajes necesarios recogiendo para el viaje, dinero, cobijas y útiles en general que, con la comida traída a las instalaciones cada día, constituía el máximo apoyo.

Nelson Robles, Gustavo Castro, Augusto Lara Sánchez, Manlio Lafont, Manuel Romero, todos costeños, eran los que mandaban la parada del relajo y la alegría. Hacían permanentes e irónicos apuntes sobre la situación bajándole la tensión al grave momento por el que se atravesaba, mientras Vieira permanecía sentado en su cama sin levantar los ojos del libro que leía, y sólo lo hacía para dar oportunas orientaciones, demostrando que era entre todos el dirigente con mayor capacidad y visión política.

Por esos días se supo que la madre del secretario general del Partido le escribió a Carlos Lleras, recordándole que él también había pertenecido a la izquierda en sus años mozos en la época del triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia. Y que estuvo involucrado con otros jóvenes de la Generación de Los Nuevos, un movimiento de demolición poética contra la generación anterior llamada Centenario, entre los que estaban Luis Vidales, Jorge Zalamea, León de Greiff, Alberto Lleras Camargo y otros. Le recordaba que él hizo de tesorero para recoger los dineros para el viaje a Rusia del profesor Francisco Socarrás.

No se sabe si hizo efecto la carta de la madre de Vieira en el Presidente de la República, porque el traslado a los Llanos se reemplazó por la subida a un gran salón con camas de la azotea del DAS. Tenía nueve camas, que era el número de los detenidos del Partido y del MRL. Vieira, por sus problemas estomacales, se cuidaba y sus alimentos se los llevaba su esposa Cecilia Quijano, de La Romana, el restaurante en los bajos del diario El Tiempo, hoy todavía situado a la entrada de la plazoleta del Rosario. Sólo a ella la dejaban subir al salón de los detenidos. Sobriamente se saludaban dando ejemplo de estoicismo, el que se debe tener en esas circunstancias.

Gilberto Vieira, cuando suspendía sus lecturas en las tardes, se paseaba por el salón, y a veces con su acompañante contaba anécdotas de su vida, como aquella cuando, siendo muy joven, lo trajeron amarrado a Bogotá de los Llanos. Afuera, en la calle, las esposas y compañeras hacían la larga cola desde el restaurante Paz de Río hasta la puerta de entrada a las celdas, jaulas y calabozos del DAS.

Cecilia Vieira y María Isabel García Mayorca, que esperaba por esos días su primer hijo, iban todos los días a los sindicatos y otras instituciones como el Congreso Nacional en busca de amigos que les dieran apoyo jurídico y solidaridad material.

Gilberto Vieira, detenido por aquellos días en las instalaciones del DAS de Bogotá y presto a ser trasladado con sus compañeros a un cuartel del Ejército en los Llanos Orientales, demostraba con su comportamiento, cultura y sabiduría política que era un verdadero dirigente comunista.

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