jueves, marzo 28, 2024
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Venezuela responde: “La patria no se negocia”

En Venezuela, el 6 de diciembre, no triunfó la oposición sino la contrarrevolución, dicen analistas que muestran cifras contundentes de la ofensiva de Estados Unidos y de los grupos económicos de poder, nacionales e internacionales, para detener la revolución bolivariana

El presidente Nicolás Maduro lidera un proceso autocrítico, que confirma la vitalidad del proyecto chavista.
El presidente Nicolás Maduro lidera un proceso autocrítico, que confirma la vitalidad del proyecto chavista.

Alberto Acevedo

El mayor peligro que se vive en Venezuela, tras los resultados de las elecciones parlamentarias y de gobiernos locales del pasado 6 de diciembre, es que las fuerzas de la contrarrevolución, al alcanzar una mayoría calificada en la Asamblea Nacional (parlamento) y contar con un enorme poder político, sean capaces de desmantelar los logros sociales del chavismo en 16 años de construcción de un original modelo de socialismo para el pueblo de ese país latinoamericano.

Pues, de presentarse una confrontación de esta naturaleza, lo que en Colombia se conoce coloquialmente como ‘choque de trenes’, se trenzarán las fuerzas hasta una situación crítica, que exigirá de una parte, las mayores expresiones de solidaridad con la revolución bolivariana por parte de las fuerzas democráticas del continente, y de la otra, reclamar con contundencia el cese de la intervención extranjera en los asuntos domésticos de los venezolanos y permitir a su pueblo dirimir los asuntos que tienen que ver con su destino histórico.

Los planes de la derecha reaccionaria de Venezuela para desmontar la obra social del chavismo, ya empiezan a conocerse. Hay toda una estrategia de los empresarios, a través de Fedecámaras, para desmontar una serie de conquistas sociales de los trabajadores. Seguramente en un próximo artículo, VOZ analizará en detalle el contenido de semejante programa, que configura una contrarreforma social.

Y desde luego, el presidente Nicolás Maduro, y la dirección del Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, han respondido con la misma contundencia. Se equivocan los señores de la derecha, si creen que van a detener el proceso de reformas o van a poner contra la pared al gobierno revolucionario, para que dé marcha atrás a su proceso transformador, ha dicho el gobernante venezolano.

Autocrítica

“La patria no se negocia, la patria no se vende, la patria se defiende”, dijo Maduro, el pasado 9 de diciembre en el marco de una asamblea popular, una especie de parlamento de calle, que se realizó frente al palacio presidencial de Miraflores, y que se repetirá en otros escenarios y ciudades.

El proceso de autocrítica, de análisis sincero de los errores y fallas que seguramente cometió el chavismo, y que se suman a la guerra económica desatada por los grandes capitales contra el proceso revolucionario, es un escenario que ya comenzó. Y lo está liderando Maduro.

“He convocado a un debate con el pueblo, para lograr un renacimiento histórico. Yo llamo al debate revolucionario crítico y autocrítico, para hacer revolución, no es para destruirla. Un debate constructivo”, dijo el mandatario.

“Ojalá me entiendan amigos y no amigos; quiero un debate para estrategia revolucionaria, convertir esta crisis en una crisis revolucionaria, que nos permita vivir un nuevo 4 de febrero, un nuevo 13 de abril, una renovación de esta fuerza popular revolucionaria bolivariana”, puntualizó Maduro en el acto del 9 de diciembre.

Peleando en las calles

En este escenario, ya empiezan a sacarse las primeras lecciones de la última jornada electoral. Lo primero que hay que mostrar es que no existe en Venezuela un chavismo vencido. La dirigencia socialista ha asimilado el revés electoral y anuncia que no va a sepultar ni a negociar las conquistas de la Revolución, ante las presiones de la derecha. El chavismo ha salido ya a pelear a las calles, a defender el proceso transformador, y como sucedió otras veces en el pasado, se reencontrará con la victoria. En esto, la reacción de dentro y de fuera, que no se haga mayores ilusiones.

La contrarrevolución ha logrado imponer, de manera circunstancial, las reglas del juego, ha dicho también el presidente Maduro. Ha logrado movilizar a una parte de la base social de chavismo. Claro, habrá que analizar por qué: por la guerra económica contra el gobierno, pero también como reacción al divorcio entre el liderazgo de una parte del chavismo, de algunos cuadros del gobierno, con la cultura política chavista.

Lo importante es que este desafío se ha planteado como una tarea colectiva, de todo el equipo de gobierno, de los partidos de la coalición socialista, integrados al Gran Polo Patriótico, y de todo el pueblo. No va a ser un análisis de caudillos, que pueda resultar sesgado. No se trata de culpar a las masas desagradecidas, sino de asumir responsabilidades, no distribuyendo culpas.

La ‘ayuda’ gringa

La oposición diseñó una estrategia que se apoyó en la grave y compleja situación económica, que dio pie a la campaña por “el cambio”. Mostrar a la gente en las colas de los supermercados, las estanterías vacías, los medicamentos que no se conseguían. Es decir, mostraron el resultado de su propia guerra, con la que quisieron asfixiar al gobierno.

En este sentido, el triunfo electoral del pasado 6 de diciembre, no fue, en lo sustancial, de la oposición antichavista, sino de la contrarrevolución imperialista, han coincidido en señalar varios observadores. Uno de ellos, la politóloga norteamericana Eva Golinger, ha aportado unas cifras.

En once meses de este año, los Estados Unidos gastaron más de 18 millones de dólares para financiar grupos de oposición en Venezuela. Esta “ayuda” económica estuvo acompañada de una campaña internacional de acusaciones criminales, sabotajes, asesinatos. Jamás unas elecciones parlamentarias en país alguno estuvieron acompañadas de tanto despliegue, en apoyo a una oposición que hasta ahora no tuvo unidad interna ni apoyo significativo.

De hecho, todavía hoy, con su sonoro triunfo electoral, no tiene un programa económico que brinde salida a la crisis, más allá de la aplicación del modelo neoliberal de desarrollo que recomienda la banca internacional.

Venezuela en la mira

Una de las fuentes de financiación de la derecha venezolana es la Fundación Nacional por la Democracia (NED), que entre 2014 y 2015 entregó casi tres millones de dólares con destino a las elecciones parlamentarias.

La NED, creada por el gobierno de los Estados Unidos para que hiciera el trabajo sucio que ya no podía hacer la CIA, o al menos no públicamente, le entregó al grupo Súmate, de Caracas 125.000 dólares para la campaña electoral pasada. Súmate fue creado por la NED en 2003, para liderar el referéndum revocatorio contra el presidente Chávez.

Por la misma vía, otros 400.000 dólares fueron entregados al grupo parlamentario de oposición de la actual legislatura, para “monitorear la Asamblea Nacional de Venezuela”. Adicional a esto, una partida de casi medio millón de dólares para “mejorar las capacidades estratégicas comunicacionales de organizaciones políticas a través de medios alternativos”. Y otra suma similar, para redes sociales en Twitter.

Es decir, el más ramplón intervencionismo norteamericano en los asuntos de otro país. Detrás de esta ayuda directa, estuvo el apoyo de los grandes grupos económicos internacionales, y el de las transnacionales de la comunicación, para aplastar al gobierno chavista. Ya antes habíamos señalado la razón de ello. Venezuela posee hoy las mayores reservas de petróleo en el mundo, y semejante riqueza está en la mira de las grandes transnacionales occidentales, principalmente las de capital norteamericano.

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