viernes, marzo 29, 2024
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“Vamos a cumplir, y esperamos que el Gobierno cumpla”

Con la firma del Acuerdo Final y la implementación de lo pactado en La Habana, el país está más cerca de iniciar la construcción de una sociedad más democrática e incluyente para las próximas generaciones

Timoleón Jiménez, al final de la lectura de sus palabras. Foto Hispan TV.
Timoleón Jiménez, al final de la lectura de sus palabras. Foto Hispan TV.

Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino

El pasado 26 de septiembre fue el día en que los colombianos empezaron a escribir una nueva historia, la de dejar atrás la guerra e iniciar la construcción de una sociedad verdaderamente democrática. De todos los rincones del país llegaron invitados el evento en el que se firmó el Acuerdo Final para la terminación del conflicto, realizado en el Patio de Banderas del Centro de Convenciones de Cartagena. Pero, sobre todo, arribaron víctimas de la guerra, quienes desde un comienzo fueron protagonistas del proceso de paz iniciado hace seis años entre los insurgentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo, FARC-EP, y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.

No solo de Colombia llegaron a respaldar el acuerdo y a participar en el magno evento. De más de 30 países asistieron delegaciones, jefes de Estado y el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, quienes no sólo con su asistencia, sino con sus declaraciones, dieron total respaldo a lo pactado.

En horas de la mañana, invitados internacionales y algunos nacionales participaban en una celebración litúrgica, mientras el secretariado de las FARC cumplía una apretada agenda diplomática y algunos promotores del no protestaban en diferentes puntos de la ciudad.

Por su parte, casi mil periodistas del ámbito nacional y extranjero, apiñados en dos salas de prensa, hacían sus envíos, emitían, entrevistaban, redactaban y editaban sus notas, a la espera de poder ingresar a la ceremonia.

La Heroica estaba más radiante que de costumbre e, impregnada del debate político del momento, dejaba ver cientos de vehículos con propaganda por el sí y algunos por el no. Turistas curioseaban por las calles coloniales de la ciudad amurallada, animados también por el evento y por lograr una fotografía con una personalidad política o del espectáculo.

Apoyo de la ONU

El momento llegó. A las tres de la tarde, más de dos mil quinientos invitados, luciendo de blanco, iniciaron su ingreso al Centro de Convenciones, y en estricto orden ocuparon sus puestos asignados. Todos interesados en los mensajes de los tres discursos previamente anunciados: el del secretario general de la ONU, el de comandante de las FARC y el del Presidente de la República. Y la espera valió la pena, pues la contundencia de estos ratificó la seriedad de las partes y el acompañamiento de la comunidad internacional que habrá en la implementación de lo acordado.

En el uso de la palabra Ban Ki-moon expresó: “Lo que han perdido nunca será reparado. Sin embargo, las víctimas han estado entre las voces más firmes a favor de la paz y la reconciliación, y en contra de la amargura y el odio. Su ejemplo debe servir de inspiración para todos”.

El portavoz de la ONU dijo que espera que los colombianos superen el sufrimiento causado por la guerra y ratificó su compromiso para que la ONU ayude en la implementación de los acuerdos.

Dignos negociadores

En su discurso, el presidente Santos hizo un reconocimiento al acompañamiento que se ha tenido por parte de la comunidad internacional y dijo: “Lo que firmamos hoy es una declaración del pueblo colombiano ante el mundo de que nos cansamos de la guerra, de que no aceptamos la violencia como medio para defender las ideas; de que decimos –fuerte y claro–: ¡No más guerra! ¡No más la guerra! que nos dejó cientos de miles de muertos, millones de víctimas y desplazados, y tantas heridas que tenemos que comenzar a sanar”.

Rindió homenaje a los “millones de víctimas inocentes; defensores de derechos humanos; a las comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas; a tantas mujeres y madres que –en medio de las lágrimas– abonaron el camino hacia la paz. No más jóvenes sacrificados, no más jóvenes muertos, no más jóvenes mutilados por una guerra absurda… ¡Ni soldados, ni policías, ni campesinos, ni guerrilleros!”.

También valoró el trabajo de la delegación de la insurgencia en La Habana: “Yo, que fui su implacable adversario, reconozco que fueron dignos negociadores en la mesa de conversaciones, y que trabajaron con seriedad y voluntad, sin las cuales hubiera sido imposible llegar a este momento”.

Acerca de las garantías que su gobierno debe ofrecer a los exguerrilleros, dijo: “No estamos –seguramente nunca estaremos– de acuerdo sobre el modelo político o económico que debe seguir nuestro país, pero –tal como lo dije en La Habana– defenderé con toda la determinación su derecho a expresar sus ideas dentro del régimen democrático, porque esa es la esencia de la libertad dentro de un Estado de derecho”.

Así sí es, Santos

A su turno, el máximo comandante de la FARC, Timoleón Jiménez, leyó un discurso en el que se pudo ver su compromiso con el proceso de paz y su fidelidad con los objetivos políticos de su organización. Por eso, su primer saludo fue para los miles de marginados que viven en los cinturones de miseria de Cartagena.

Comentó que la Décima Conferencia ordenó la creación de un nuevo partido político para pasar a la legalidad: “Que nadie dude que vamos hacia la política sin armas. Preparémonos todos para desarmar las mentes y los corazones”. Por eso también resaltó: “Nosotros vamos a cumplir, y esperamos que el Gobierno cumpla”.

En otro de los apartes de su intervención explicó:

“El tratado de paz que suscribimos hoy en Cartagena, no sólo pone fin a un conflicto nacido en Marquetalia en el año de 1964, sino que aspira a sellar para siempre la vía de las armas, tan largamente transitada en nuestra patria”.

“Quién sabe qué vandálico sino tomó puesto en amplios sectores de la clase dirigente colombiana, desde el mismo grito de la independencia de España, pues las incontables guerras civiles del siglo XIX proporcionan el lúcido testimonio de la odiosa manía de pretender solucionar todas las diferencias a tiros, eliminando físicamente al contradictor político y no derrotando sus ideas con apoyo popular; encubriendo de esa forma propósitos oscuros para la preservación y prolongación de un régimen de privilegios y de enriquecimiento en beneficio propio”.

Por último, a nombre de las FARC expresó: “Ofrezco sinceramente perdón a todas las víctimas del conflicto, por todo el dolor que hayamos podido ocasionar en esta guerra”. Frase que también se esperaba que fuera dicha por Santos en representación del Estado, al ser este quien más ha ocasionado víctimas en el conflicto desde hace décadas.

En los dos últimos discursos quedaron plasmadas las diferencias políticas e ideológicas de las partes en conflicto, pero también el compromiso mutuo de no volver a combinar armas y política, elemento fundamental si de construir una sociedad democrática con justicia social se trata.

Los asistentes al evento salieron más comprometidos con la campaña por el sí para el 2 de octubre, que de ganarse dará la posibilidad de construir un mejor país para las nuevas generaciones.

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