viernes, abril 19, 2024
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Un año sin Óscar Collazos: Bebo, luego vivo

A pesar de haber vivido un tiempo en el exterior, en su obra siempre estuvo presente la realidad de Colombia.

Óscar Collazos y su hija Laia en Barcelona.
Óscar Collazos y su hija Laia en Barcelona.

José Ramón Llanos

El 12 del mes próximo se cumple el primer año de la ausencia física de Óscar Collazos. Pero tenemos la fortuna de poder disfrutar sus cuentos, novelas, ensayos y el contenido de sus columnas. En estas nos dejó sus valiosas reflexiones, valoraciones del acontecer nacional.

El autor de Son de máquina, empezó a publicar su obra en los inicios de los años sesenta, su primer libro El verano moja las espaldas, cuentos elogiosamente recibidos por la crítica.

Desde 1975 escribió 18 novelas, las dos primeras Crónicas de tiempo muerto, finalista en el concurso internacional de novelas Editorial Planeta; en 1976 publicó Los días de la paciencia. Las dos últimas novelas La laguna más profunda y Tierra quemada, las publicó en 2011 y 2013 respectivamente.

A pesar de haber vivido un tiempo en el exterior, en su obra siempre estuvo presente la realidad de Colombia. Sin embargo, al retornar en los años ochenta al país, en sus novelas tiene más presencia la dolorosa realidad de la violencia, pero con un tratamiento muy diferente a como lo hacía García Márquez. Esa diferencia la destacó Mario Benedeti, así: “La realidad parece haberse convertido en una innegable provocación para los narradores colombianos. Unos, como García Márquez, tienden a hacerla mito; otros, como Collazos a desmitificarla”.

Próximo a cumplirse un año de su ausencia destaco dos textos muy singulares. El uno, una cita de la columna Bebo, luego vivo, premiada por el Círculo de Periodistas, un contenido muy idéntico al Collazos cotidiano, en la tertulia entre amigos. El otro las palabras leídas por su hija Laia, el día de la cremación.

Bebo, luego vivo

“El cartesiano pienso, luego existo no es menos trascendental que el bebo, luego vivo. La muerte espiritual de los hombres en cambio, es su insana renuncia a las bebidas espirituosas. La voluntad se hizo para regular la relación del hombre con sus vicios. Este es el signo inequívoco de su cultura. Y la cultura alcohólica ha sido siempre el apéndice de la cultura de todas las sociedades y épocas. Imaginarse un pueblo sin bebidas equivale a imaginarse un pueblo sin agricultura. A toda agricultura le sigue la fermentación de alguna fruta”.

Cartas de las de antes

Laia Collazos

La Palabra, así en singular y en mayúsculas, estuvo presente siempre, por su puesto. La palabra escrita en cartas de las de antes, las que tardaban semanas por mar. Las palabras que nunca dijo, cuando callaba. Porque así como el escritor denunciaba las maldades del mundo con acertados argumentos, el padre, sentenciaba con el silencio. Y sin lecciones ni sermones, dejaba un poso moral. Me toca ahora perpetuar esas secretas lecciones de padre para sus nietas.

Aterrizar en Colombia sin su recibida es como caer al vacío. Le daba contexto a las locuras incomprensibles. Me recriminaba la distracción de niña de la zona alta de Barcelona y la ingenuidad del que ha crecido en un lugar seguro. Me repetía una y otra vez los consejos que da uno al turista, sin darse cuenta de que dejé de ser turista aquí hace ya mucho tiempo. Sus intenciones eran hacer de este lugar más vivible, y justo.

Aprendí con el tiempo a despedirme, y reencontrarme sin sentimentalismos; aunque no sin sufrimiento. Ahora ya no hay más futuras visitas que apacigüen la angustia. Estará conmigo cada vez que me pregunte qué pensaría él sobre alguna decisión en mi vida. Espero que Colombia haga también lo mismo y se pregunte, cada día, ante la duda, qué escribiría él en sus libros y columnas”.

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