viernes, abril 19, 2024
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Ucrania: Escenario para una ‘guerra fría’

Tras la destitución del presidente Víctor Yanukóvich, se ha instaurado un gobierno de extrema derecha que ya insinúa aproximaciones a la Unión Europea y a la OTAN, en detrimento del equilibrio geoestratégico de la región

Escena de la confrontación ciudadana en Kiev.
Escena de la confrontación ciudadana en Kiev.

Alberto Acevedo

El gobierno provisional de Ucrania, constituido tras la destitución, el pasado 22 de febrero, del presidente Víctor Yanukóvich, es una federación de pequeños pero bien financiados partidos de extrema derecha, en los que militan rabiosos grupos antisemitas, homofóbicos, anticomunistas y algunos de ellos de estirpe neonazi, que coinciden en el propósito de sacar al país del área de influencia rusa y aproximarlo a los intereses de Occidente.

Entre estas formaciones políticas de nuevo cuño aparece el partido Pravi Sektor (Sector de Derechos), fundado apenas un mes antes de que comenzaran los disturbios en Kiev. Este partido agrupa a comandos neonazis, antisemitas y radicales nacionalistas, herederos de la Organización Armada Insurgente, UPA, que a mediados del siglo pasado luchó contra Stalin y apoyó a las tropas invasoras alemanas, cuando invadieron a la URSS en 1941. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, estos grupos contaron con el apoyo de la CIA, que les entregó armas y dinero, hasta 1959, cuando fue asesinado su principal líder.

Formaciones como Sbovoda, Pravi Sektor y un grupo más radical aún denominado Banderovski (por el apellido de su fundador), son los que sostuvieron una fuerza paramilitar de choque durante tres meses, para mantener el conflicto que finalmente culminó con un timonazo en el poder. Sin estos grupos no hubiera sido posible derrocar a Yanukóvich.

El dinero y los canales de servicios, por parte de agencias de inteligencia occidentales, circularon a raudales. El líder de los grupos neonazis de Odesa, Iván Vishiti (Pravi Sektor), reconoció hace poco ante la prensa que la ayuda recibida de Occidente fue “valiosa e impagable”. El punto culminante de esta asesoría fue la aparición de francotiradores, que el 20 de febrero dispararon indiscriminadamente contra manifestantes, provocando la muerte de al menos 20 personas, entre civiles y policías, precipitando al día siguiente la caída del presidente constitucional.

Camino a la OTAN

Ahora todos esos grupos provocadores a sueldo tienen representación ministerial en el nuevo gabinete, que ha sido saludado como “democrático” por Alemania, Estados Unidos, Francia y otras potencias. Precisamente, un grupo de diputados de estos partidos presentó el 6 de marzo un proyecto de ley que declara prioritario el ingreso de Ucrania a la OTAN, rompiendo el principio constitucional de que este país “no está alineado con ningún bloque” militar.

La apresurada propuesta encaja a la perfección con la estrategia de las potencias occidentales de anexarse Ucrania. Ante el fracaso de la transición postsoviética, la Unión Europea ofrece planes de salvamento, orientados básicamente a facilitar una intervención del Fondo Monetario Internacional y a cambio imponer a Ucrania un acuerdo de libre comercio. Esto es igual a una reorganización de las corruptas élites de poder, el regreso de las empresas transnacionales y la sumisión de estas a los mercados financieros del mundo.

El precio que pagaría el pueblo ucraniano por este paso sería la aplicación del recetario de ajustes en el gasto social recomendados por el FMI. Tras ellos vendría la privatización de las empresas del estado, la rebajas de sueldos y pensiones, el desmonte de subsidios para la asistencia social, el encarecimiento de los servicios públicos, entre otras medidas.

La Unión Europea ve en Ucrania además una enorme bolsa de empleo con mano de obra barata y cualificada, un país de tránsito de gas y petróleo para el viejo continente, el acceso al mar Caspio y a grandes superficies de tierra cultivable. Además de un próximo socio de la OTAN, que le permitiría cerrar el cerco militar a Rusia y el ahogamiento de su influencia en la región.

Un paso semejante pondría en peligro las relaciones con Rusia, con graves repercusiones no solo para la economía de Ucrania, sino para el resto de Europa. El 25% de las exportaciones ucranianas va a Rusia y ésta suministra la totalidad del gas que consumen 45 millones de ucranianos.

La revuelta en Ucrania en las últimas semanas, tiene mucho de revuelta antioligárquica. Protagonizada por una clase media urbana aún en proceso de formación, que no sabe todavía para dónde va, resentida por su escasa participación en el Producto Interno Bruto de la nación, mientras se disparan el número de multimillonarios y la corrupción. Esta situación, en el fondo justa, fue aprovechada por grupos neonazis, que recibieron oportuna asesoría de Occidente. Y, paradójicamente, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, Ucrania tiene un gobierno de derecha, bendecido por la Unión Europea.

En estas circunstancias, la crisis se maneja a nivel de élites, y lo que se produjo hace unas semanas con el cambio de gobierno, fue un reacomodamiento de esas élites. Una encuesta realizada por el Instituto KMIS, de Kiev, entre el 21 y el 25 de febrero pasado, dice que el 68% de la población quiere que Ucrania y Rusia sigan siendo países independientes pero amigos, con fronteras abiertas, sin visados ni aduanas, que construyan unas relaciones de amistad y fraternidad. Entre tanto, un 12.5% de la población prefiere la fusión con Rusia.

Que el pueblo decida

La Unión Europea, consciente de esa situación, presiona de distintas maneras para apartar Ucrania de la órbita de influencia rusa y acercarla a un modelo de mercado neoliberal. Esta posición no es compartida por todos los líderes occidentales, que saben que Rusia no va a quedarse con los brazos cruzados, y en la puja por Ucrania brotaría un nuevo escenario de confrontación entre las grandes potencias, como en los tiempos de la ‘guerra fría’.

Recientemente, Estados Unidos ha reconocido que en los últimos tiempos invirtió más de cinco mil millones de dólares para concretar objetivos políticos en Ucrania. La Fundación Konrad Adenauer, de Alemania, en manos del partido de gobierno de la señora Merkel, hace otro tanto en la financiación de grupos antisemitas ucranianos.

Rusia, por su parte, no va a permitir que se refuerce sobre sus fronteras el asedio económico y militar, y podría amenazar con cortar el suministro de combustibles a Europa. Así, Ucrania se convierte en escenario de puja entre grandes poderes políticos y militares. Lo deseable es evitar el camino de la confrontación, y que el pueblo ucraniano en forma soberana decida su destino.

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