jueves, marzo 28, 2024
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Tribunal Especial de Justicia para Colombia: El papa dijo no

Lo que desconcierta es que el Papa Francisco en reiteradas oportunidades abogó por el éxito de las negociaciones en La Habana.

Alberto Acevedo

Para muchos sectores de opinión no parece coherente ni convincente la escueta declaración de la Secretaría de Estado del Vaticano, conocida hace un par de semanas, declinando la invitación que el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC hicieron a la Santa Sede para que integrara, con un jurista calificado, el Tribunal Especial de Justicia, organismo de juzgamiento nominado dentro de los acuerdos de paz suscritos en La Habana.

La declaración del Vaticano no abunda en detalles. Simplemente afirma: “Considerando la vocación universal de la Iglesia (…) sería más apropiado que dicha tarea sea confiada a otras instancias”. No se esgrime de por medio una razón de Estado. Simplemente una valoración política sin mayor sustento argumentativo.

Lo que desconcierta es que el Papa Francisco en reiteradas oportunidades abogó por el éxito de las negociaciones en La Habana. Hasta última hora, cuando se anunció la firma de los acuerdos definitivos, el pontífice envió felicitaciones por la culminación exitosa de la negociación y expresó su “apoyo a la concordia y a la reconciliación del pueblo colombiano”.

Cuando se aprestaba a participar en la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, en Cracovia, Polonia, en el avión en que viajaba, el papa Francisco entregó unas declaraciones a La W Radio en las que aseguró que “una Colombia en paz debe tener memoria, coraje y esperanza (…) Para que cualquier país pueda ir adelante, tiene que tener tres referencias: memoria de la historia recibida, coraje para afrontar el presente y esperanza hacia el futuro”.

Presiones desde Bogotá

En septiembre del año pasado, durante uno de sus viajes por tierras americanas, el alto prelado dijo: “no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y de reconciliación”. Y en enero de este año, cuando se anunció que el acuerdo final de las negociaciones en La Habana estaba a punto de firmarse, el pontífice dijo sentirse “muy feliz”.

Resulta entonces inevitable comparar las posiciones del jefe de la Iglesia Católica, de compromiso diáfano con el proceso de paz en Colombia y su respuesta negativa a contribuir a la designación de un magistrado para integrar un tribunal especial de paz en el posacuerdo. El compromiso del pontífice con la búsqueda de la reconciliación en Colombia, es acorde con las posiciones avanzadas de la iglesia bajo el pontificado de Francisco. Inclusive, valorando estas posturas, el sociólogo brasileño Michael Low llegó a asegurar que en la historia de la iglesia, “ningún papa fue tan lejos en la condena al capitalismo”.

Si no había entonces una razón de Estado aparente para la negativa, ¿qué motivó la posición del Vaticano? Una declaración posterior de uno de los jerarcas del episcopado colombiano puede arrojar algunas luces: “El gobierno colombiano debió consultar primero, antes de formular la invitación”. ¿Consular a quién? Evidentemente no al Vaticano, sino a la Iglesia colombiana.

Siendo así, la madeja empieza a desenredarse. En las últimas décadas, la iglesia colombiana se ha debatido entre las tensiones internas, por sus posturas doctrinales, y el conflicto colombiano. Eso la ha llevado a posiciones dubitativas, en las que por momentos aparece defendiendo causas progresistas y un instante más tarde, otras retardatarias. En estas condiciones, la posición oficial del episcopado colombiano es no apoyar claramente la opción por el sí, ni tampoco la del no en la consulta que se anuncia para el plebiscito por la paz.

Asumir esta postura le ha salido costosa a la cúpula de la Iglesia. Hace poco, se trenzó en una desafortunada polémica con el obispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, después de que el prelado, en unas declaraciones a El País, de Cali, aseguró: “Yo creo que todo ciudadano honesto dará el voto por el sí a los acuerdos y no solo a los que se hagan con las FARC, también a los que se hagan con el ELN, que ojalá logre salir de ese círculo vicioso en que cayó (…) Es necesario pensar en una paz integral, una paz que llegue a la base, al corazón de la violencia”.

Abandono del rebaño

Conocidas las declaraciones de monseñor Monsalve, la cúpula de la iglesia emitió una declaración desautorizándolo. El Departamento de Comunicación Social del Episcopado emitió un pronunciamiento recordando que en julio pasado los obispos del país, reunidos en Bogotá, convocaron a los colombianos para que “participen en la consulta sobre los acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine”.

En este aspecto, el episcopado prende una vela a Dios y otra al Diablo. Después de asegurar, una y otra vez que respaldaba el proceso de negociación en La Habana, no se atreve a tomar una posición clara por el sí. Bajo el argumento de que representa a todos los fieles de la iglesia, seguramente hace cálculos en el evento improbable de que triunfe el no.

Como aseguró un portal noticioso en la web, “la iglesia católica dejó solo a su rebaño en el referendo”. “Suena raro que la Iglesia Católica, institucionalmente hablando, haya renunciado a asumir lo que se presume es su misión: ser guía ético y espiritual de quienes decidan pertenecer a esa iglesia”, dijo en su columna en La Silla Vacía, el analista Héctor Riveros.

Una cuestión de valores

“Pero como resulta que se ha asumido que la decisión es “política”, los curas se autojustifican para apartarse de la decisión y los medios asumen que los políticos son los voceros del sí y el no, con lo que la escena se vuelve equivocadamente partidista (…) En asuntos éticos no hay neutralidad valedera como sí la puede haber en asuntos políticos (…) Si los curas hablan sobre el sí, o el no, no están metiendo política a los pulpitos, están hablando de valores”, puntualiza Riveros.

En las últimas décadas la iglesia se ha debatido en discusiones morales y políticas bastante distanciadas entre sí. En materia política, ha jugado un importante papel como facilitador de procesos de paz, liberación de secuestrados, entrega de armas, denuncias de violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario.

En materia doctrinaria, ha mantenido una posición reaccionaria y conservadora, en contra de la despenalización del aborto, de la eutanasia, de la unión de parejas homosexuales, contra la adopción de niños por parte de parejas gais y en general contra el reconocimiento de derechos como familia a las parejas del mismo sexo. Pero también contra el divorcio, el matrimonio civil, contra la eliminación del celibato, la participación de la mujer como oficiante en el culto católico, entre otras perlas.

Estas consideraciones en materia doméstica pudieron haber influido, ciertamente, en la posición del Papa de apartarse de la conformación de un Tribunal Especial de Justicia para el posacuerdo en Colombia. Que ciertamente, responde a las presiones del sector más conservador de la Iglesia, no al que pugna por “la opción preferencial por los pobres”, como lo proclamaron el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín de 1968, que dieron impulso a la Teología de la Liberación.

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