viernes, abril 19, 2024
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Segunda Guerra Mundial: La hazaña soviética aniquiló a los nazis

El mundo celebró el 70 aniversario de la derrota del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial. El heroísmo soviético fue definitivo para aniquilar el poderío militar del eje Roma-Berlín-Tokio

Aleksei Kovoliov, soldado del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, izó la bandera roja con la hoz y el martillo en la cúpula del Reichstag, parlamento alemán en Berlín.
Aleksei Kovoliov, soldado del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, izó la bandera roja con la hoz y el martillo en la cúpula del Reichstag, parlamento alemán en Berlín.

Carlos A. Lozano Guillén

El 30 de abril de 1945, el soldado del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) Aleksei Kovoliov izó la bandera roja con la hoz y el martillo en la cúpula del Reichstag, parlamento alemán en Berlín, cuya fotografía registró para la historia la derrota definitiva de la Alemania nazi hitleriana.

Una semana después, el 8 de mayo de 1945 a las 22:43, hora central europea (9 de mayo a las 0:43, hora de Moscú), después de que las tropas soviéticas, comandadas por el general Gueorgui Zhúkov, héroe de la guerra, eliminaran todo foco de resistencia, el mariscal de campo Wilhem Keitel, conocida la debacle de las tropas alemanas, el suicidio de Adolfo Hitler y la captura de varios de los oficiales de la cúpula militar, firmó la rendición incondicional de la Wehrmacht, nombre de las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi.

Fue el fin del holocausto nazi-fascista que puso en peligro a la humanidad, gracias a la epopeya del Ejército Rojo y del pueblo soviético, que pagó una alta cuota de sacrificio por el heroísmo y el patriotismo que demostraron los combatientes. Diría Fidel Castro: “Lo hicieron por la humanidad y el derecho a pensar”. La guerra significó para la Unión Soviética la defensa del socialismo y la Gran Guerra Patria que unió a todos sus ciudadanos y organizaciones.

Las pérdidas materiales

Veintisiete millones fueron los soviéticos muertos entre 1941 y 1945, cuando la guerra de Hitler puso en peligro las conquistas del socialismo tras la Revolución de Octubre en 1917. Casi cinco millones de sus ciudadanos fueron deportados a Alemania y a los países ocupados, donde fueron sometidos a trabajo forzado, torturas y maltratos. Durante la invasión al territorio soviético las hordas hitlerianas nazi-fascistas destruyeron 1.710 ciudades y poblados, 70 mil aldeas y otras localidades rurales y más de seis millones de edificios. Veinticinco millones de familias quedaron sin vivienda.

Las empresas industriales destruidas ascendieron a 32 mil, al igual que 65 mil kilómetros de ferrocarril; arruinaron 98 mil koljoses, 1.876 sovjoses y 2.890 estaciones de máquinas y tractores. Saquearon las regiones ocupadas llevándose millones de semovientes y aves de corral. La URSS perdió el 30% de sus riquezas nacionales y sus pérdidas materiales fueron el 41% del total de las sufridas por los participantes en la guerra. Ninguno de los aliados puso una cuota de sacrificio tan alta para salvar el planeta del terror de la “bestia parda”.

“Las Fuerzas Armadas Soviéticas hicieron lo que no pudo hacer ninguno de los ejércitos de Occidente. Fueron las fuerzas principales y decisivas que en una confrontación inusitadamente dura y sangrienta detuvieron al enemigo, cerraron al fascismo alemán el paso hacia la dominación mundial y salvaron a los pueblos de otros países de la invasión de las hordas germano-fascistas”, escribió un grupo de historiadores, coordinados por P. Zihilin en Moscú.

La derrota de Alemania nazi fue el esfuerzo conjunto de las fuerzas aliadas, aunque el resultado y los factores decisivos tienen diferentes explicaciones. Los historiadores burgueses le atribuyen el éxito a la civilización democrática occidental y el logro apenas significó el fin de la amenaza totalitaria hitleriana.

Para los historiadores soviéticos: “El papel decisivo de la Unión Soviética en el logro de la victoria militar también significó su victoria política e ideológica. (…)Fue la bancarrota de la ideología del nacionalismo, el chovinismo, el racismo y la demagogia social y nacional, que encubría la faz bestial de la dictadura terrorista del capital monopólico”. Dos enfoques contradictorios y de clase. No fue casual que la posguerra desatara la Guerra Fría y agudizara las contradicciones entre el capitalismo y el socialismo.

El viraje en la guerra

Las batallas principales de la guerra se sostuvieron en el frente soviético-germano. El asedio a Moscú fue detenido en las puertas de la capital soviética y ahí comenzó una gran ofensiva que solo se detuvo en Berlín. En Moscú las tropas nazi-fascistas sufrieron la primera gran derrota en la Segunda Guerra Mundial, factor decisivo en la victoria final.

Los aliados no intervinieron para nada porque de alguna manera abrigaban la esperanza de “quitarse de encima” a José Stalin, principal dirigente soviético y conductor del Ejército Rojo hacia la victoria. Es la verdad histórica que no se puede soslayar.

En diciembre de 1941 comienza la contraofensiva soviética desde Moscú, el 17 de julio de 1942 es la célebre Batalla de Stalingrado y en noviembre las tropas se unen a la contraofensiva general; en enero de 1943, el Ejército Rojo rompe el cerco sobre Leningrado. De esta manera comienza la desmoralización y la derrota de la Wehrmacht en el territorio de la URSS. Fue el triunfo de la Gran Guerra Patria.

Al paso de la ofensiva del Ejército Rojo hacia Berlín son liberadas las repúblicas de Finlandia, Austria, Crimea, Yugoslavia, Polonia, Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia y Hungría, sentando las bases para el surgimiento de democracias populares en la mayoría de ellas y del posterior bloque socialista.

Mientras los aliados permanecen en la frontera alemana y las tropas estadounidenses llegan hasta el Elba, donde permanecen acampadas, las tropas soviéticas se toman a Berlín y el 30 de abril izan la bandera roja con la hoz y el martillo en el Reichstag. El 9 de mayo, de conformidad con la hora moscovita, fue el Día de la Victoria. La humanidad quedó a salvo del horror nazi-fascista.

Pero los estertores de la guerra se prolongan hasta el 2 de septiembre de 1945 cuando el emperador Hiroito rinde a Japón ante el general estadounidense McArthur. En agosto de 1945, las tropas soviéticas le habían propinado la derrota al fuerte Ejército japonés de Kwantung. La desmoralización cundió entre el militarismo japonés.

Sin embargo, casi que derrotado el imperio japonés, el 6 de agosto el avión de guerra de Estados Unidos, bautizado como Enola Gay, lanza la bomba atómica (Little boy) sobre la ciudad de Hiroshima, dejando cien mil muertos. El 9 de agosto repite la acción en Nagasaki con otra bomba atómica (Fat man), dejando 80 mil muertos. Actos innecesarios y criminales, delitos de lesa humanidad, por los cuales el imperialismo norteamericano nunca respondió, aunque la historia lo condenó.

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