viernes, marzo 29, 2024
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Se debe superar la impunidad

Intervención de Yéssica Hoyos, de Hijos e Hijas por la Justicia contra el Olvido y el Silencio, ante la Mesa de Diálogos en La Habana

Yessica-Hoyos2

“Nadie es la patria, pero todos lo somos
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,
Ese límpido fuego misterioso”.
Jorge Luis Borges

Soy Yéssika Hoyos Morales, hija de Jorge Darío Hoyos Franco, quien fue un hombre alegre, soñador, comprometido con la búsqueda de un país más justo y en paz. Es así como dedicó su vida a las organizaciones sindicales, siendo representante de la Fitpas y luego de la Federación Internacional Minera para las Américas. Asesoró a dirigentes sindicales de organizaciones como Fecode, UNEB y Sintrateléfonos, aportando en su formación. Hoy hace parte de los más de tres mil sindicalistas que han sido asesinados en nuestro país. En Colombia se han presentado 13.512 violaciones a la vida, libertad e integridad, de las cuales 3.058 son asesinatos.

Soy defensora de derechos humanos, hago parte de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, organización compuesta por hijos de mujeres y hombres desaparecidos, torturados, ejecutados, desplazados, y exiliados, por los planes de despojo y acumulación violenta de poder político y económico.

Somos la encarnación de una realidad generacional que propone la resistencia al silencio y al olvido, que propone que la impunidad no siga siendo la reina, como lo es ahora en el caso de crímenes contra sindicalistas, en donde en casi el 100% de las investigaciones penales que cursan no han develado los autores intelectuales y beneficiarios de la violencia antisindical.

Es por ello que solicitamos que desde esta mesa salgan políticas claras para la superación de la impunidad, pues estamos convencidos de que la construcción de la paz debe ser una oportunidad para la verdad, la justicia y la no repetición, no para el olvido y la venganza.

Frente a la violencia antisindical que se ha dado en nuestro país, que nos ha puesto en el deshonroso primer lugar del mundo en donde más trabajadores sindicalizados son asesinados, les proponemos que de esta mesa salga un plan a largo plazo que logre la superación de la impunidad de todos los hechos violentos contra el movimiento sindical, los cuales, como se ha demostrado, han sido sistemáticos, continuados en el tiempo y dirigidos a acabar por la fuerza los conflictos sociales sin dar soluciones a la profunda desigualdad. El objetivo principal de este plan de trabajo debe ser el develamiento de los beneficiarios del genocidio al sindicalismo en Colombia.

Para lograrlo no solo se deben ampliar el número de fiscales, investigadores y jueces, sino que principalmente se debe investigar en contexto, entendiendo las lógicas de la violencia antisindical y reconociendo que en Colombia sí se asesina a los trabajadores por su calidad de sindicalistas y por la defensa humana que realizan día a día por el trabajo decente, por el trabajo digno.

Es necesario también dejar atrás todas las formas de distorsión de la verdad, aquel negacionismo de lo evidente como práctica común en las investigaciones penales, donde utilizan teorías revictimizantes como la aplicada inicialmente frente al crimen de mi padre, señalando que lo habían asesinado por problemas pasionales, y ante la fragilidad argumentativa de esta infamia luego manifestaron que fue por ser guerrillero.

Después de varios años de búsqueda de justicia, de luchar contra las mentiras, de tener que enfrentar a una de las personas que disparó contra el rostro de mi padre, hemos establecido que el crimen de mi papá fue resultado de una operación conjunta entre estructuras paramilitares, miembros de la Policía Nacional de Fusagasugá y de agentes del Ejército Nacional adscritos al batallón N° 39 Sumapaz. Varios de los autores materiales se encuentran procesados y condenados, sin embargo no hemos podido establecer la responsabilidad de aquellos de arriba en la línea de mando, de aquellos determinadores de este crimen, aspecto que sin duda contribuiría a que hechos como el que me sucedió y le sucedió a mi familia jamás se repita.

Señores, señoras, es hora de que la palabra impunidad sea borrada de los diccionarios. Es el momento de que la luz de la verdad ilumine los expedientes de la ignominia, y que las letras de la verdad encuentren el camino que hemos recorrido con dolor pero con dignidad.

Y es que para nosotros la justicia es el primer paso para que podamos hablar de reparación integral, la cual debe ser vista con un verdadero enfoque transformador que permita recuperar el trabajo como fuerza creadora, que logre dar apertura real y fortalecimiento a las organizaciones sindicales.

Por tanto no podemos aceptar los términos acelerados e impuestos por la ley de víctimas para la construcción del plan de reparación colectiva. Necesitamos tiempo, alistamiento, desde ambas partes. Por más de cien años el sindicalismo ha tenido que soportar la violencia, años en donde se ha exigido acabar con tanta barbarie, tal como lo hizo mi padre, quien en múltiples oportunidades en sus recorridos por el mundo solicitó que se dejara de asesinar a los sindicalistas. Él habló en su momento sobre el número de trabajadores asesinados por su actividad sindical, ahora, como algo que parecía inevitable, él hace parte de esa lista de la muerte que no termina.

Por ello hay que cesar el conflicto armado y los crímenes de Estado, para que luego enfrentemos la guerra del hambre, esa que también ha sido impuesta y que se multiplica como enfermedad viral en cada calle, en cada campo, en cada barrio, en toda Colombia.

Esta es la oportunidad de la apertura democrática, del reconocimiento del sindicalismo como lucha legítima de los trabajadores por sus derechos, del fortalecimiento al movimiento sindical con y desde los sindicatos, desde la creación de una gran campaña nacional a favor del sindicalismo, la creación de trabajo decente, la formalización laboral en todos los sectores económicos. La tarea no es fácil pero con compromiso político se pueden crear estructuras sindicales en los más de 900 municipios en donde hoy no existen.

Ustedes en principio y con esta invitación a las víctimas han reconocido su responsabilidad, pero esperamos que eso trascienda de las palabras a la realidad, de la declaración a la transformación. Hoy venimos con propuestas y queremos sean tenidas en cuenta, debatidas y desarrolladas, para que podamos recuperar el trabajo como fuerza creadora, que logre dar apertura real y fortalecimiento a las diferentes organizaciones sociales.

Este primer paso en el reconocimiento de derechos debe abrir la senda de las garantías de la no repetición, trabajar incansablemente para eliminar todas las formas de estigmatización del sindicalismo, las cuales se originan en la doctrina aplicada por las Fuerzas Militares y que ha creado recientemente nuevos escenarios de victimización desde el Estado, tales como el caso DAS o la plataforma ilegal Andrómeda. Queremos que militares, instituciones del Estado, empresarios y sociedad en general dejen de ver al sindicalista como el enemigo, y por el contrario que se reconozca el papel que cumplen contra la explotación laboral en un país que dicen querer para el desarrollo.

Estoy convencida de que los sindicalistas no pueden estar en informes de inteligencia por el simple hecho defender de forma legítima los derechos de los trabajadores. Les recuerdo que en el caso de mi padre previo su asesinato se le venía haciendo inteligencia ilegal por la Policía Nacional y el Ejército Nacional, a tal punto que hoy uno de los investigados y hace poco detenido venía desempeñando actividades de inteligencia en el Batallón Charry Solano.

No dudamos de que en los archivos de inteligencia del Estado se reservan como medallas miles de documentos que revelarían la verdad de las violaciones a los derechos humanos en Colombia. El acceso a estos expedientes serviría para conocer, como en mi caso, quiénes estuvieron detrás del asesinato de un sindicalista que creía en su pueblo y en sus luchas sociales.

Desde H.I.J.O.S. entendemos que la violencia antisindical nos afectó como generación, vivimos de cerca la exclusión al sindicalismo desde la cultura impuesta del enemigo interno, desde la aplicación de leyes benéficas tan solo a los empresarios, y de la utilización de la violencia como mecanismo para silenciar las exigencias democráticas. Estamos seguros que otro sería el panorama para el país si nuestros padres y madres hubiesen tenido la oportunidad de proponer y debatir la realización de políticas para un trabajo digno.

Esto nos fue negado, a cambio nos impusieron la muerte y hoy queremos rescatar las luchas políticas de nuestros familiares para que su dignidad contribuya a la construcción de la paz con justicia social. No será fácil, se necesitan reformas normativas, se necesitan leyes, pero leyes que no repriman la exigencia de los derechos humanos como la ley de seguridad ciudadana o el fuero penal militar para beneficiar la impunidad. Necesitamos reformas profundas que permitan ejercer las libertades sindicales, que nos permitan actuar, movilizarnos. Necesitamos que se comprenda la dimensión y el alcance de la verdadera democracia.

Señores y señoras negociadores, queremos un mensaje público y claro de su compromiso por la paz, queremos que cesen las balas y sus víctimas desde ya, queremos que mantengan la mesa de diálogos y no permitan que actores y factores externos influyan sobre este mandato popular, queremos la firma de los acuerdos de La Habana como punto de inicio de la paz para los colombianos. Nuestro compromiso es apoyarlos siempre y cuando respeten nuestra voz y nuestras propuestas.

Pedimos al gobierno nacional la creación y financiación de un programa televisivo y radial por la paz, en donde todos podamos hablar y difundir nuestras propuestas, en donde se le explique a la ciudadanía los avances en el proceso de paz. Es imperativo hacerlo ya, pues no puede haber desconocimiento, miedo ni desesperanza sobre el proceso de paz. Es ineludible presentar al pueblo colombiano todo lo que conseguiremos si logramos la firma de los acuerdos, esto contribuirá a la refrendación de los acuerdos o a la participación activa en la convocatoria a una asamblea nacional constituyente.

Mi participación en este espacio no tiene la pretensión de agotar las propuestas. De hecho recojo algunas que se han desarrollado desde el movimiento de víctimas y de derechos humanos.

Mi intención, así como la de muchos hijos e hijas es ser un espejo para recordarle a todo el país que la experiencia de las víctimas no puede ser, desde ningún punto de vista, un argumento en contra de la búsqueda de la paz, sino todo lo contrario: la lucha y resistencia de cada víctima frente a la muerte, en los territorios, en las masacres sistemáticas, en la retoma al Palacio de Justicia, en Soacha, en Urabá, en el genocidio contra la Unión Patriótica, en la persecución y eliminación selectiva de los trabajadores y sindicalistas, en el genocidio contra los gaitanistas, en los lugares para confinamiento de secuestrados y retenidos, en los cuarteles militares, en los territorios desplazados y despojados por cuenta de las confrontaciones, debe ser sin duda el fundamento, el argumento indiscutible de un país en paz.

Por lo tanto nuestra apuesta como víctimas no solo es contar nuestra tragedia, es también propiciar la democratización desde nuestra dignidad, con el objetivo de que las próximas generaciones vean a las víctimas y sus relatos como parte de una historia que jamás debe repetirse.

Tenemos la certeza de que somos hijos de los sueños de justicia e igualdad por los cuales lucharon hasta el último momento nuestros padres, y justamente por ello estamos en la obligación ética y moral de construir un país grande en el que se respete la vida, la libertad, el derecho a pensar, a disentir, a soñar. Así que con la perspectiva de que todos cabemos en nuestro país, con la convicción de que todos hacemos falta y que no podemos estar condenados a la guerra y enfrentamiento violento eterno, los jóvenes, las hijas y los hijos venimos alegres y con gran esperanza a aportar nuestro trabajo y experiencia para lograr que Colombia transite por las transformaciones necesarias para entre todos alcanzar la paz.

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