martes, abril 23, 2024
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Santos II: Cuentas alegres sin resultados concretos

El déficit fiscal es de 2.4 por ciento, por el cual el gasto social se redujo en el presupuesto del próximo año, mientras se aumentó en más de dos puntos el de defensa, a pesar de los diálogos en La Habana en búsqueda de la paz estable y duradera. La solución dialogada es posible pero con cambios.

Hernando López

Los resultados del primer año del segundo gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, no demuestran un buen desempeño, según la opinión de la mayoría de los analistas políticos del país. Algunos con serias reflexiones y elementos constructivos para el balance, otros de mala fe y en referencia única y exclusivamente al tema de la paz, como es el caso de la extrema derecha uribista que ha tratado de sabotear, por todos los medios posibles, los diálogos de La Habana, con el apoyo del procurador Ordóñez y otras fichas del círculo más reaccionario y guerrerista del país.

Sin embargo, no es dable separar sin relación alguna el primer gobierno de Santos del segundo, que apenas llega al primer año. En los primeros cuatro años fracasaron las “locomotoras del desarrollo”, que al ritmo lento del tren de carbón llevaban los planes gubernamentales. No arrancaron en definitiva, con las excepción del plan minero energético en favor de las transnacionales y de la “confianza inversionista” uribista que consistió en soportar la economía en la inversión extranjera, los TLC y la explotación bestial de los recursos naturales a pesar del deterioro del medio ambiente. Esta la heredó Santos I de Álvaro Uribe Vélez, a cuyo gobierno perteneció como “ministro estrella” de la guerra.

La otra excepción es la locomotora de la paz que arrancó bien y ha concretado logros importantes, aunque en medio de la debilidad y la vacilación de Santos I y Santos II. El peso del fracaso de los planes de desarrollo de Santos, influyen, por supuesto, en los resultados negativos del primer año del segundo gobierno.

Modelo extractivista

Aunque, claro está, también influyen los bajos precios del petróleo después del beneficio que recibió el gobierno como país exportador en los dos primeros años de la primera administración. Lo demás es loma. Un gobierno plutocrático que aspira a resolver la crisis, como lo hace el capitalismo, descargando el peso de ella en los trabajadores y el pueblo. Las recomendaciones de la OCDE, el club de los ricos a los cuales pretende Colombia ingresar como sumiso hermano menor, son de más ajuste fiscal, nuevos tributos, elevar el IVA y abrir la economía, aún más, al capital foráneo transnacional.

De esta manera, el gobierno de Santos II, “insistió en la consolidación de un modelo económico extractivista que ofrece amplios beneficios tributarios y económicos a las grandes mineras; renunciando al desarrollo de su industria nacional, al fortalecimiento del mercado interno y el logro de la Soberanía Nacional. Lo anterior condujo, entre otras cosas, a que la economía colombiana pasara de crecer durante varios años a un promedio del 4 por ciento a tan sólo un 2.8 por ciento en el primer trimestre de 2015”, como lo dice el texto “25 tesis para el análisis del segundo gobierno de Juan Manuel Santos” de Marcha Patriótica.

La perspectiva según Santos

El gobierno de Juan Manuel Santos coloca dos cifras de crecimiento hasta 2018: 6 por ciento o más si hay paz y 4.5 por ciento si no hay paz. Esta es su perspectiva. Son cuentas alegres, aunque pueden darse con la apertura económica neoliberal, para favorecer a los ricos, de acuerdo a las recomendaciones de la OCDE y el vínculo colombiano a la Alianza del Pacífico. Es un crecimiento “hacia afuera”, porque “hacia dentro” aumenta la brecha entre ricos y pobres, mayor concentración de la riqueza y más pobreza a pesar de las cifras oficiales.

Según las fuentes gubernamentales en la actualidad hay en Colombia cuatro millones de pobres menos. Que nadie sabe dónde están, porque en la realidad en las ciudades y en el campo aumentan la pobreza, la miseria y el atraso, que no contemplados en el reciente Plan Nacional de Desarrollo. En ciudades como Bogotá, lo que hay son barriadas de miseria y de inseguridad en las comunas suroccidentales y en algunos barrios de Ciudad Bolívar, mientras que en Cartagena, Santa Marta y otras ciudades intermedias, la pobreza se incrementa porque hay muchas familias desplazadas y desvalidas por la incuria oficial, que no encuentran solución a sus acuciantes problemas sociales. Santos dice que le avergüenza que aún persistan enormes desigualdades entre los colombianos, como la pobreza, y aunque traza planes oficiales para pasar del 21.9 de pobres (son más según otras estadísticas) al 17.8 por ciento, no se sabe cómo harán para hacerlo realidad.

Cifras alarmantes

El déficit fiscal es de 2.4 por ciento, argumento por el cual el gasto social se redujo en el presupuesto del próximo año, mientras se aumentó en más de dos puntos el de defensa, a pesar de los diálogos en La Habana en búsqueda de la paz estable y duradera. Son las paradojas del gobierno santista. El déficit de la balanza comercial es de 6 mil millones de dólares y el desempleo real es de casi el 50 por ciento porque la mayoría del empleo está en la informalidad y en ocupaciones sin remuneración legal, ni cesantías y menos aún pagos de salud y pensiones. Para el gobierno esto es empleo, en la realidad no lo es.

La concentración de la riqueza es una tendencia que arrasa con la realidad social. Colombia es el país 14 con mayor desigualdad en el mundo. Mientras es dramática la situación agraria, la más afectada con la inversión en el presupuesto de 2015, no obstante los acuerdos parciales de La Habana que establecen otra cosa. En el campo la pobreza y el desempleo superan todos los cálculos oficiales, ignorados por los ministros y los tecnócratas en Bogotá.

Las leyes aprobadas en la legislatura pasada, no apuntan a los problemas medulares. Más bien los agravan. Ley Nacional de Desarrollo neoliberal; decisiones para fortalecer la inversión extranjera de conformidad con los TLC y las imposiciones de la OCDE, así como al proyecto desestabilizador de Unasur a través de la Alianza del Pacífico; Fuero Penal Militar para más impunidad; reforma tributaria antipopular. Nada de fondo social y de beneficio popular, salvo la ley sobre el feminicidio que no fue de iniciativa del ejecutivo.

El famoso plan de vías, base de la campaña electoral de Germán Vargas Lleras, no apunta a corredores estratégicos para acercar el campo a la ciudad. Los campesinos seguirán transitando por trochas, mientras las grandes vías son para facilitar el comercio exterior en el marco de los TLC y de las estrategias de la OCDE. Las principales vías que se construyen están en dirección a facilitar el acceso a los puertos del Atlántico y el Pacífico. Excelente vía para llegar a Buenaventura mientras la población se debate en la miseria y el atraso.

Salud y paz

La única forma en que la mayoría de los colombianos tengan acceso a la salud es derogando la ley 100 y restableciendo el servicio público, ajeno a la mercancía que favorece a la empresa privada. Los planes del Gobierno no van en esta dirección. No se sabe de dónde saldrán los casi dos millones de empleos nuevos que promete Lucho Garzón, para reducir el desempleo al 8 por ciento. Primero debe depurar las cifras del Dane y colocar el dedo en la llaga, esto es, en el empleo informal que se presenta sobre todo en el comercio o en los que no tienen empleo y deciden lanzarse a la calle a ser víctimas de los atropellos policiales.

El proceso de paz de La Habana con las FARC-EP avanzó bastante, pero en medio de contradicciones y equivocaciones del primer año de Santos II. El proceso ha estado amenazado por ultimátums, mientras la extrema derecha y el militarismo exigen concesiones, muchas veces otorgadas por el temeroso y vacilante Gobierno. Santos debe apersonarse del proceso, defenderlo, aplicando una política coherente, porque no se puede hablar de paz en Cuba mientras en Colombia se hace la guerra contra el pueblo y se desatienden los principales problemas del campo y la ciudad.

Un año vacío, sin resultados concretos. no es Alicia en el país de las maravillas como lo pregona el Gobierno.

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