jueves, marzo 28, 2024
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Santos habla de paz pero alienta la guerra

El escalamiento del conflicto tiene consecuencias graves para la mesa de conversaciones. El proceso de paz requiere de un ambiente propicio entre los colombianos mediante el cese bilateral al fuego, al que se niega el Gobierno. Santos ordena la guerra pero no acepta sus consecuencias.

Hernando López

El país nacional, como decía Jorge Eliécer Gaitán, respiró tranquilo tras la aprobación en La Habana del Informe para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición, una de las decisiones más importantes y trascendentales, porque será el instrumento, apoyado en los testimonios de las víctimas y en el valioso informe de la Comisión de Historia sobre las causas y los hechos del conflicto, para esclarecer lo que sucedió y quiénes son los responsables de las violaciones al derecho internacional humanitario y de delitos de lesa humanidad.

Sin embargo, después de la histórica decisión, que escandalizó a los enemigos de la paz, se intensificaron las acciones armadas y violentas de las partes. El Gobierno ordenó más operativos de tierra arrasada y bombardeos a los campamentos de las FARC-EP y estas arreciaron los actos de sabotaje y los combates con la Fuerza Pública. El detonante, como suele ocurrir con el Gobierno, fue la muerte del teniente coronel Alfredo Ruiz Clavijo, del intendente Juan David Marmoleo y de un civil que circulaba por la vía donde se produjo una emboscada.

De inmediato el Gobierno montó en cólera y amenazó con el ultimátum, al tiempo que a la velocidad del rayo el general Palomino y Medicina Legal determinaron que los dos uniformados habían sido rematados con tiros de gracia. La misma versión oficial de siempre, que reproducen sin editar y con sensacionalismo los grandes medios de comunicación. Si se comparan las versiones de las cadenas radiales y de TV privadas, incluyendo las que se reclaman ser independientes, son idénticas. Un mismo libreto. Los padres y las madres de los guerrilleros masacrados en el Cauca todavía esperan el dictamen de Medicina Legal de si fueron, por lo menos algunos que sobrevivieron al bombardeo, acribillados con tiros de gracia.

Los ultimátums gubernamentales

Cuando la guerra toca a la parte oficial, como sucedió cuando la retención del general Alzate y en los lamentables hechos del Cauca cuando murieron varios uniformados, el Gobierno amenaza, da ultimátums e intensifica los operativos contra los insurgentes. Se dan las crisis en los diálogos. Pero cuando es lo contrario y los muertos son guerrilleros, lo celebran como enormes triunfos de la guerra.

Mientras el presidente Juan Manuel Santos visitaba al papa Francisco y este le decía que había orado mucho por él, no tuvo ningún reparo en celebrar la muerte del comandante Marquitos del ELN y felicitar a sus verdugos. Es como si tuviera el diablo adentro y ni siquiera las oraciones del sumo pontífice se lo han sacado. Con el agregado de que el parte de guerra del alto mando denigra de su dignidad y lo convierte en narcotraficante y bandido. El comunicado lo publicó la “gran prensa” sin quitarle ni una coma.

Toda esta espiral de la guerra es el resultado de que el Gobierno no respetó la tregua unilateral de las FARC-EP y masacró a 27 guerrilleros en el Cauca. Lo dijo Timoleón Jiménez: “Nunca hemos exigido ceses unilaterales de fuego, en cambio sí los hemos declarado más de una vez”. Lo menos que se puede esperar es que el Gobierno respete el cese unilateral y no pretenda sacar ventaja militar del mismo.

Cese bilateral de fuegos

A pesar de la situación tensa y de las presiones derechistas al débil presidente Santos, la insurgencia reiteró el compromiso con la paz: “La fe de nuestra organización en la posibilidad de alcanzar un acuerdo final con el actual gobierno se mantiene inamovible. El proceso de paz continúa su avance, quizás no tan rápido como quisiéramos todos, pero con la virtud de sobrevivir a circunstancias muy difíciles. No es sencillo reconciliar dos posiciones diametralmente opuestas en lo que significa la paz”, dice el comandante Timoleón Jiménez.

Varios analistas y promotores de los diálogos de paz han señalado que, como nunca antes, se requiere el cese bilateral de fuegos para desescalar el conflicto y alejar las atrocidades de la guerra de la Mesa de La Habana. “Desde la primera aproximación con el presidente Juan Manuel Santos, las FARC-EP planteamos que las conversaciones se desarrollaran en los marcos de un cese el fuego bilateral, y todo el mundo sabe que esa ha sido otra de nuestras inamovibles posiciones. Porque la guerra es brutal, produce muertos, heridos, destrucción y devastación. Porque incrementa los odios”, escribió hace pocos días el comandante guerrillero.

Es la manera de parar la guerra y las atrocidades que generan la misma. La terquedad de Santos, presionado por la cúpula militar y los enemigos de la paz, es la que impone dialogar en medio de la guerra, con la tragedia de una confrontación armada. No es posible jugar con fuego: hablar de paz en La Habana mientras en Colombia suenan las bombas y los tiros, válidos para el Gobierno Nacional cuando les son favorables.

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