jueves, abril 18, 2024
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Los caminos de la duda: Renace la esperanza

Alfonso Conde

En el año 1985, en el marco de un proceso de paz entre las FARC y el gobierno colombiano presidido por Belisario Betancur, y con la participación determinante del Partido Comunista Colombiano, nació el nuevo partido Unión Patriótica. Se reivindicaba entonces la necesidad de la paz para Colombia, así como también se clamaba por una verdadera democracia, una reforma agraria, la nacionalización de los recursos naturales, reformas sociales y una política anticapitalista.

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La UP, que llegó a elegir entonces 5 senadores, 9 representantes, 14 diputados, 351 concejales y 23 alcaldes, como debía ser conocido por todos pero por tantos olvidado, fue casi exterminada con el asesinato de dos de sus candidatos presidenciales, Jaime Pardo Leal (1986) y Bernardo Jaramillo Ossa (1990), 8 de sus congresistas, 11 de sus alcaldes y numerosos diputados, concejales y varios miles de sus militantes, la mayoría de los cuales formaban parte también del PCC.

La UP y el PCC nunca dejaron de existir a pesar de que el Estado en 2002 les negó su participación en la política electoral.

Hoy, casi tres décadas después y en medio de un nuevo proceso por alcanzar la paz en Colombia, con objetivos semejantes a los de entonces, se formaliza nuevamente el partido Unión Patriótica. El pasado julio de este año el Consejo de Estado, en reconocimiento de la existencia de un plan de exterminio sistemático realizado contra la organización, lo que determinó su ausencia de debates electorales, decidió restituir la personería, la cual, según decisión del Consejo Electoral del pasado 24 de septiembre, se depositó sobre la Junta Patriótica Nacional presidida por Ómer Calderón, vinculado al Partido Comunista Colombiano.

Simultáneamente, otro de los actores de la vieja época, la Alianza Democrática, se vuelve a reunir en la llamada Alianza Verde (con algún embuchado en sus filas y algunas deserciones hacia la derecha) y los otros sectores democráticos se agrupan en el PDA. Las circunstancias de ahora guardan similitud con las de entonces, pero el desenlace será, con certeza, diferente.

El país es distinto y las fuerzas sociales internas y externas no permitirán la reedición de lo ya vivido; los “enemigos agazapados de la paz” ya han salido a la luz pública y, en parte importante, han sido judicializados por sus vínculos con el paramilitarismo o están en vías de serlo. El viejo latifundismo apenas patalea y el nuevo enfrenta la oposición decidida de la población. Uribe, orate caudillo de la reacción, mantiene apoyo en los sectores que añoran la tutela y el látigo del señor feudal pero su reinado se desmorona ante la creciente evidencia de su barbarie. La opción es por la paz y la verdadera democracia.

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