jueves, marzo 28, 2024
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Reforma versus revolución

El marxismo-leninismo admite la lucha por las reformas o mejora de la situación del obrero, como condición importante para hacer posible los cambios realmente revolucionarios.

Foto: gz.foto via photopin cc
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Nelson Lombana Silva

El proyecto estratégico de la izquierda por supuesto que suscita toda clase de comentarios e interpretaciones, puntos de vista, hipótesis y tesis habida cuenta de la magnitud histórica que encarna éste. La polémica hace parte de la historia del pensamiento marxista-leninista, cuya vigencia hoy se robustece con los nuevos descubrimientos científicos y la profunda crisis del capitalismo enfermo e incapaz de resolver sus profundas contradicciones.

La dinámica se mueve entre la reforma y la revolución. Se desarrolla el proyecto estratégico, siguiendo esa dinámica que hay que considerar con claridad para no sacrificar ni la una ni la otra, o cuando más, contraponerla. Y la forma correcta de interpretar esta realidad es sin lugar a dudas acudiendo al sabio método marxista-leninista. Otros métodos nos podrían acercar o aproximar, pero es realmente este método el expedito para entender y la razón es elemental: El método marxista-leninista es científico.

Este método establece una relación íntima entre reforma y revolución. Más concretamente: “Entre reformas sociales genuinas y revolución socialista”[1. Tesis de discusión III Conferencia Nacional ideológica del PCC. Taller Popular. Página consultada 37.]

Concepción que dista bastante de las perspectivas de los anarquistas y reformistas incorregibles. Así para clarificar: El anarquista tiene por lo menos cinco aspectos en concreto, según el marxismo-leninismo: 1. El desprecio del anarquista por la política y la organización; 2. El individualismo y el voluntarismo; 3. Su concepción sobre la “abolición” del Estado; 4. La concepción de las acciones exclusivas de la base, desconociendo otros tipos de acciones; 5. Su absoluto rechazo a toda forma de reforma que beneficie a los obreros. El rechazo total a toda reforma social.

Ahora, en relación con el reformismo, la crítica marxista-leninista expresa fundamentalmente cinco criterios: 1. Los reformistas pretenden separar a los obreros de la lucha de clases; 2. Hacen ciego énfasis en el reformismo descartando la perspectiva revolucionaria; 3. Engañan a los obreros que siguen siendo esclavos asalariados, a pesar de reformitas de pacotilla; 4. Los reformistas renuncian al marxismo-leninismo y acogen lo que se suele denominar “política social” de la burguesía; 5. Suprimen la relación entre táctica y estrategia, afirmando que el objetivo final no es nada y el movimiento lo es todo.

Mientras tanto, el marxismo-leninismo admite la lucha por las reformas o mejora de la situación del obrero, como condición importante para hacer posible los cambios realmente revolucionarios. Los comunistas combatimos a los reformistas y anarquistas por su concepción que tienen de la reforma, porque para los anarquistas la reforma no tiene valor y para los reformistas es un fin en sí misma.

Así las cosas, para los comunistas hay una relación indisoluble entre reforma social y revolución socialista, siempre y cuando dichas reformas cumplan ciertas condiciones.

Antonio Gramsci –por ejemplo– propone o explica el lazo indisoluble entre lo uno y lo otro, al hablar de “guerra de posiciones” y “guerra de movimientos”. La primera se inclina por conquistas populares dentro de los límites institucionales; la segunda, prepara la toma del poder, la hegemonía y la alianza obrero-campesina.

Qué importante resulta tener claridad sobre el fundamento dialéctico de la reforma y de la revolución, sobre todo, la relación de una con la otra en el proceso revolucionario hacia el surgimiento o desarrollo del sistema socialista.

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