viernes, abril 19, 2024
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“Por esa muerte, nuestra muerte, ¡pido castigo!”

La semilla de rebeldía sembrada por Guadalupe Salcedo, comandante de las guerrillas liberales de los Llanos, sigue germinando en la acción rebelde de los insurgentes de hoy, que claman por paz con justicia social, con derechos plenos para los excluidos de siempre

Alberto Acevedo

En la primera hora de la madrugada del pasado viernes 6 de junio, en inmediaciones de la avenida Primero de Mayo con Caracas, en un cruce de vías principales que separa los barrios Restrepo y San José de la capital de la República, fue acribillado a tiros, cuando salía de un bar, el legendario jefe guerrillero liberal de los Llanos Orientales Guadalupe Salcedo Unda.

Las noticias de su muerte conmocionaron las filas de sus compañeros de armas que recientemente habían firmado una amnistía general bajo las promesas del gobierno que daría comienzo a un proceso de pacificación en el país. La Dirección Nacional Liberal lamentó la muerte del guerrillero, pero fuentes allegadas a los antiguos combatientes llaneros indicaron que Guadalupe Salcedo fue traicionado por la propia dirección liberal que lo había invitado a conversar a Bogotá para tenderle una celada criminal.

Las condiciones de su muerte confirman las versiones de la traición. Informaciones de prensa indican que Salcedo fue entregado por uno de sus escoltas, pero el prestigioso abogado Eduardo Umaña Luna ha declarado que el vehículo en que se transportaba Guadalupe Salcedo fue cerrado en su paso por varias patrullas de la policía. El líder rebelde se bajó con los brazos en alto, en señal de rendición, pero los uniformados dispararon en repetidas ocasiones, causándole la muerte de inmediato. Varios disparos perforaron sus manos abiertas y un proyectil se alojó en la frente del histórico guerrillero, lo que ratifica la versión del abogado Umaña Luna.

En los anteriores términos, la opinión nacional conoció, hace 57 años, la noticia de la muerte del comandante de los ejércitos llaneros Guadalupe Salcedo.

Varios historiadores coinciden en señalar que Salcedo nació en la vereda Los Chorros, del municipio de Tame, en Arauca, en 1922. Hijo de un agricultor y una mujer indígena, estuvo desde siempre vinculado a los intereses de la tierra en Colombia. Otros historiadores dicen que el líder rebelde nació en Boyacá, e incluso algunos le atribuyen un origen venezolano. Pero la versión más cierta apunta a su origen araucano.

Desde sus primeros años de vida, el joven José Guadalupe, su nombre de pila, mostró un espíritu rebelde. Además, por la presencia de tropas regulares del ejército y de guarniciones militares, reveló simpatías por la milicia. El historiador y profesor de la Universidad Distrital Orlando Villanueva, en una obra suya de reciente impresión sobre la vida del insurgente, dice que la primera emboscada de Guadalupe Salcedo a la policía, cuando el muchacho tendría diez o doce años, fue en una calle del pueblo, cuando llamó provocadoramente a los uniformados y los atacó con limones y tomates.

El buen bandido

Por la naturaleza del hombre llanero en esa época, era frecuente que los muchachos, desde jóvenes, se enrolaran en actividades delincuenciales, especialmente el cuatrerismo. Guadalupe Salcedo no fue ajeno a esta práctica. Más que eso, adquirió rápidamente una gran destreza para transportar las reses, muchas de ellas con destino a Venezuela, donde las pagaban a buen precio.

La actitud del muchacho lo llevó a enfrentarse con latifundistas, ganaderos y policías. En varias ocasiones fue puesto en prisión. Cuando alcanzó notoriedad como bandido, algunos ganaderos pusieron precio a su cabeza y contrataron a expertos tiradores para que le dieran de baja. Guadalupe sobrevivió a esto.

En sus días de prisión fue objeto de maltratos, torturas y humillaciones, y a su salida, con un mayor nivel de rebeldía, se dio a la tarea de organizar de manera más coordinada su actividad como bandido. Ya entonces, simpatizaba con los reclamos de los humildes, de los campesinos sin tierra, y evolucionó hasta convertirse en una especie de Robin Hood, que quitaba a los ricos para dar los pobres.

Superioridad guerrillera

Las presiones de gamonales y militares continuaron y Guadalupe Salcedo se transformó en un guerrillero liberal. En esta condición y debido a sus habilidades, pese a no tener una cultura política importante, el hijo de Tame se convirtió en un hábil estratega militar. Tanto que algunos oficiales reconocieron la superioridad de los rebeldes en el combate. Así libró importantes batallas, en las que propinó demoledores golpes a las tropas y liberó tierras que entregó a los campesinos.

Vino el gobierno de Rojas Pinilla que, con la consigna de ‘paz, justicia y libertad’, ofreció una amnistía general a los guerrilleros y propiciar un ambiente de paz en la nación. Guadalupe, que para entonces tenía contactos con la dirección nacional de su partido, consultó los términos de la entrega, que se produce a mediados de 1953.

El líder guerrillero, por iniciativa del general Rojas Pinilla, se convierte en gestor de paz. Pero Salcedo Unda ve que la paz no llega. Los bombardeos a los campesinos de Villarrica y Sumapaz se incrementan y en el antiguo guerrillero de los Llanos crecen la incertidumbre y el escepticismo.

Recibe una invitación de prominentes figuras liberales para que viaje a Bogotá, lo invitan a un conocido club de la ciudad, le brindan whisky por montones, hasta que logran emborracharlo junto a sus hombres de confianza. Este fue el escenario propicio para el crimen, que los colombianos ya conocen.

En tierra fértil

Los terratenientes, en contubernio con miembros de la dirección liberal, fraguaron el magnicidio. Esta ha sido práctica constante entre las clases dominantes. Juan Manuel Santos, sin asomo de grandeza alguna, ordenó asesinar a Alfonso Cano, que lideraba en ese momento el proceso de conversaciones de paz con las FARC. Y al líder guerrillero Jorge Briceño, lo bombardeó mientras dormía. Son las proezas de los ‘héroes de la patria’.

La simiente sembrada por Guadalupe Salcedo germinó en tierra fértil. No todos los antiguos guerrilleros del Llano se entregaron ni creyeron en las promesas del dictador. Otros hombres continuaron y la lucha brotó, al poco tiempo, en El Pato, Guayabero, Riochiquito y toda la región del Sumapaz. Hoy los guerrilleros no son un ejército de campesinos analfabetas. Son un ejército del pueblo, liderado por estrategas a quienes cabe el país en la cabeza, y luchan por soluciones democráticas, no solo en lo relativo al problema de la tierra, sino a la construcción democrática de una nación.

Las nuevas generaciones de guerrilleros no hablan de rendiciones, de entrega de armas; hablan de transformaciones sociales. Y esa larga tradición insurgente, que iniciaron hombres como Guadalupe Salcedo, se transformó en el acervo revolucionario de la que es hoy la guerrilla más antigua de América. El crimen de Guadalupe Salcedo quedó en la impunidad. Debería, como otros magnicidios, ser declarado crimen de lesa humanidad. Y decir, con Neruda, “por esos nuestros, nuestros muertos, pedimos castigo”.

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