jueves, marzo 28, 2024
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Palabra itinerante: Siempre

Evocando historias de resistencias, solidaridades y amores, de ilustraciones y de luces seguiremos diciendo como en la Casablanca de toda la vida… siempre nos quedará París.

Foto: The Amazing Eiffel Tower in Romantic Paris via photopin (license)
Foto: The Amazing Eiffel Tower in Romantic Paris via photopin (license)

Jaime Cedano Roldán

Recibimos las primeras noticias con un sobresaltado asombro que se nos fue creciendo en la medida en que iban llegando los primeros detalles, las iniciales imágenes, las cifras de víctimas que se multiplicaban y el ulular de las sirenas escuchado en los noticieros internacionales y en videos de aficionados que inundaron las redes. Como en los tiempos de Franco las noticias había que buscarlas en medios de afuera pues las televisiones públicas y privadas españolas siguieron impertérritas con la telebasura de siempre.

Por eso nadie miró pa´fuera, diría el Blades. Siempre hemos sentido a París alejada de violencias y odios. Nos acostumbramos a verla, aunque haya sido desde lejos y sin quizás nunca recorrerla, como la ciudad del amor. Ciudad de las luces. Cuna de la ilustración. A pesar de Le Pen, y de Sarkozi y a pesar del desprecio y la prevención antinarcótica con que en el aeropuerto suelen recibir a los colombianos. Por eso tanto nos duele París. Porque, además, estamos acostumbrados a que la violencia y el terror, el espanto y el miedo vivan en las calles de Gaza o de Damasco, de Beirut o Nairobi o en las violencias innombradas de otros innombrables pueblos africanos. Parece que no es fácil comparar el espanto parisino con el que sintieron los campesinos que un día domingo mercaban en la plaza de Segovia o con el terror que vivieron los colonos de un perdido pueblo sonoramente llamado Mapiripán.

Mucho menos con dolores fantasmales de pueblos olvidados como Bojayá. No pasaron muchas horas de las primeras noticias y las primeras duras imágenes cuando empezamos a oír las adoloridas condenas oficiales de los líderes de la OTAN y oírles llamar a defender la democracia, escucharles hablar en nombre de la humanidad y las libertades en peligro, poniendo cara de dolor y de tragedia cuando ellos, precisamente ellos, son los que han alimentado el monstruo de siete cabezas del terrorismo.

Solidaridad generosa y espontánea la de la gente de París que abrió las puertas de sus casas para acoger a quien esa noche lo necesitara mientras los gobernantes solo piensan en cerrar fronteras o crear otras y seguir llenando Europa de alambradas que ya son más que las que levantó Hitler en su locura. Aparecen muy oportunamente pasaportes sirios sellados en la isla de Leros y la derecha dirá que tenían razón cuando decían que escondidos entre los angustiados refugiados iban temibles comandos terroristas. La foto de Alyan pasará definitivamente al olvido y el criminal acto se usará para fortalecer la matriz mediática que refuerce los proyectos de la dictadura de la usura, la sinrazón y el intervencionismo. Están silbando ya los bombardeos.

Evocando historias de resistencias, solidaridades y amores, de ilustraciones y de luces seguiremos diciendo como en la Casablanca de toda la vida… siempre nos quedará París.

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