jueves, abril 18, 2024
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Palabra itinerante: Hablando de perdones

Jaime Cedano Roldán

Cuando en La Habana se inicia el debate sobre participación política es obligatorio pensar en el genocidio de la Unión Patriótica. Los voceros gubernamentales deben explicar este genocidio infame y todas las marrullas jurídicas, políticas y mediáticas que ha utilizado el Estado para eludir su responsabilidad, criminalizar a los sobrevivientes y ensalzar a los victimarios. Ya es hora de cerrar el caso de la UP. Y sobre todo es la hora de la verdad. La verdad de las víctimas y los sobrevivientes. No la verdad de los que permitieron, estimularon o apoyaron el genocidio. O de quienes guardaron silencio. O la verdad de los académicos que muchas veces nada tiene que ver con esa verdad dolorosa que decenas de miles de víctimas han venido conteniendo en medio del dolor que ello representa y de la lucha por hacer respetar la dignidad de quienes violentamente fueron expulsados del escenario político nacional.

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Con estas preocupaciones llama la atención la afirmación hecha en el diario El Tiempo por Vicenç Fisas de que las FARC tienen que pedir perdón si quieren hacer política, para que no ocurra nuevamente lo de la UP. Que las FARC den la cara a las víctimas y pidan perdón a quienes sus actuaciones hayan afectado es algo que no se discute y que ellos han expresado que no piensan eludir. Pero en las apretadas palabras de Fisas, podría llegarse a una equivocada interpretación de que el exterminio fue resultado que las FARC en el proceso de 1985 no hubieran pedido perdón y que por ello la población no se abrió con ellas a un proceso de reconciliación.

Es una equivocada interpretación. El genocidio político fue resultado de acciones ejecutadas por sectores de la extrema derecha que creyeron amenazados sus intereses económicos y políticos y entonces reaccionaron violentamente ante el surgimiento de fuerzas alternativas de contenido popular. Y no fue el único exterminio. También ocurrió con la CUT, A Luchar, el Frente Popular y el movimiento popular. Fue la “vía colombiana” para el aterrizaje de las políticas neoliberales más salvajes. Y por otro lado incluir a la llamada población en supuestas derivadas de retaliación por no haberse pedido perdón es por lo menos de obligado debate. Como lo es también lo de la participación política. Hablar de ella pensando solo de qué manera las FARC van a ir a unas elecciones es demasiado corto y limitado. Se trata de debatir las garantías y los espacios para toda la sociedad colombiana y especialmente para los que toda la vida han sido violentamente excluidos, silenciados y han tenido que soportar exterminios, criminalizaciones y genocidios. Es decir, de asomarnos a lo que puede ser una democracia real y verdadera. Y en este marco de debates el tema de la UP es impostergable.

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