viernes, abril 19, 2024
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Notas al sol: Muros contra la paz

Los muros que se deben derribar en la actualidad son más difíciles de asir y de acometer, son casi invisibles, ya no detienen la movilidad de la gente, sino que neutralizan las conciencias, actúan con discursos que encubren la falsedad de quienes los pronuncian.

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Zabier Hernández Buelvas

Nací cinco años después de que el muro de Berlín se construyera como frontera entre Berlín del Este y Berlín Occidental. Tenía cinco años de haberme vinculado a la Juco cuando el muro fue derribado, mediáticamente por las masas de ciudadanos de ambas ciudades alemanas, pero políticamente por un grupo de países y líderes poderosos vinculados a los intereses occidentales y en especial a los de Estados Unidos de Norteamérica.

Me refiero el entonces presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan; el joven electricista de los astilleros Lenin de Gdansk, el polaco Lech Walesa; el disidente y ex prisionero político checo Vaclal Havel, el canciller de Alemania Helmut Kohl y el papa Juan Pablo II, ideólogos que urdieron, no solo el derribo del muro, sino, también, la caída de la Unión Soviética, para construir el mundo unipolar, neoliberal y de mercado, que hoy, con heroicas excepciones, especialmente en América Latina, gobierna al mundo.

Los muros que se deben derribar en la actualidad son más difíciles de asir y de acometer, son casi invisibles, ya no detienen la movilidad de la gente, sino que neutralizan las conciencias, actúan con discursos que encubren la falsedad de quienes los pronuncian. Por lo menos Ronald Reagan lo hizo de frente y le solicitó a Gorbachov el 12 de junio del 1987: “Señor Gorbachov, haga caer este muro”. Gorbachov, como buen conspirador, le cumplió a Occidente, pero dejó incompleto para la historia un proceso que pudo haberse redireccionado sin necesidad de claudicar ante el capitalismo.

Hoy los que hablan de paz hacen las guerras, Santos y Obama; los que hablan y enseñan la moralidad, son los más inmorales y antiéticos; los que hablan de la transparencia y la pulcritud del manejo público, de la verdad, de la justicia, la democracia y la paz, son los más carcomidos por la mentira, la corrupción, el autoritarismo y las violaciones de derechos humanos. Solo bástenos leer las declaraciones y cartas de Uribe. O aquellos que hablan de paz, pero a la vez no pueden evitar mostrar su vocación de guerra, dirigen ejércitos para la guerra y se preparan militarmente para seguir en guerra, como el ministro de Defensa Pinzón.

Estos son los muros que detienen el proceso de paz en Colombia, muros muy fuertes que no permiten avanzar; muros que matan de hambre, muros de calumnias y ofensas, muros nacidos de la misma entraña histórica del régimen, alimentados del odio, de violencia y terrorismo de Estado. Muros que derribaremos en su momento, con nuestras únicas armas, la movilización, la organización del pueblo y una nueva conciencia de lo público y lo comunitario.

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