Zabier Hernández Buelvas
El país, los sectores populares y el ciudadano de ruana, excluido y de a pie, tienen hoy muchas incertidumbres y preguntas sobre el proceso de paz de La Habana. He aquí algunas de ellas.
¿No será que sí es bueno que el país conozca más de los acuerdos internos que se vienen desarrollando? Confiamos en las partes, pero la trascendencia y el impacto del proceso en el presente y futuro de la vida de cada colombiano nos hace siempre pensar en la necesidad de saber qué es lo que se nos está formulando como recetario para los problemas que padecemos. Es un mal síntoma que frente al más reciente punto, el de cultivos de uso ilícito, no se haya dado al país mayores pistas, solo una frase de cajón, como que decir que, “a pesar de las dificultades, hay avances”.
¿No es hora ya, de establecer mecanismos que permitan una mayor participación de los sectores sociales excluidos y golpeados por el modelo y las políticas públicas del gobierno nacional, en la mesa de diálogo? Una clase excluida, que se movilizó en el paro nacional agrario, en la Cumbre Nacional Agraria, Étnica y Popular que prepara nuevas movilizaciones y exigencias, sindicatos, organizaciones sociales, étnicas y populares que luchan día a día contra la opresión y el abuso del régimen, miles de campesinos detenidos, expulsados de sus tierras y arruinados, seguro tienen hoy algo que decir.
¿Por qué no se pacta un cese bilateral del fuego? A estas a alturas del proceso se ha demostrado de manera cruel y triste que no existe ninguna ventaja, especialmente para las regiones y municipios, que en medio del diálogo se sigan poniendo muertos de lado y lado, muertos que duelen, muertos que muestran signos preocupantes de la degradación del conflicto, muertos que suman a la tragedia del pueblo y mantienen intactos los intereses de fuerzas poderosas que están por la guerra.
¿Cuándo se verán algunos cambios en las políticas del Estado y del gobierno? Al parecer y lo que se percibe es que el gobierno está en el diálogo, lo desarrolla y quiere llegar a una firma final para que todo siga igual, el mismo ejército y policía, la misma ley 100, la misma ley 30 de educación superior, los TLC intactos y en ejecución, la misma criminalización de la protesta social, la misma guerra sucia contra la oposición y sectores populares, los mismos paramilitares con nuevos nombres y la misma corrupción, clientelismo y arrogancia del poder.
¿Será que se está fraguando en el país otra vía para los cambios? Uno de los signos más preocupantes del actual diálogo es el autismo evidente del gobierno nacional, es una escena kafkiana, donde se habla, se dice, pero se hace todo lo contrario de lo que se expone. Un diálogo con una parte que no se mueve de sus posiciones es llevar al país al desbarrancadero.
