martes, abril 16, 2024
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Nosotros y la violencia simbólica

Aunque suene a cliché y este argumento esté gastado, nuevamente vale la pregunta, ¿por qué en un conflicto sólo vemos una cara de la moneda? ¿Por qué hay muertes que valen más que otras? Parece ser que la noción de víctima está cargada de contenido político e ideológico.

Homenaje a las víctimas de París.
Homenaje a las víctimas de París.

Víctor Valdivieso

Un fantasma recorre Europa: El fantasma del terrorismo. Contra ese fantasma se han conjurado todas las potencias del mundo, el Papa y Hollande, Obama y Uribe, los fascistas y polizontes, las grandes corporaciones y los medios de comunicación.

Los presidentes protestan, la gente llora, el Facebook se une. El mundo clama guerra y nos abruma con un S.O.S. humanitario. Parece que todo este boom mediático, todas esas lágrimas, esas imágenes, esa música de fondo que acompaña a los acongojados noticieros, en suma todo esto, justifican una masacre. Construyen una guerra.

¿Y qué es la guerra? Bueno, pues los opinadores godos de éste país nos dicen que es lo que nos permite vivir seguros y felices, lo que nos salva del mal, lo que nos trae la paz. Para ellos, la guerra es la joya de la corona. En efecto, nada les trae mayores dividendos que sembrar miedo en la población. La guerra les permite alzarse con el poder, acumular tierras, expropiar territorios, robar recursos energéticos. ¡La guerra es un negocio redondo!

Es más, los discursos universalmente aceptables recubren los intereses de los guerreros no combatientes. Es decir, todas las guerras se hacen en nombre de la democracia, la paz, la libertad y la seguridad. Es así como hemos sido testigos de las guerras desatadas por las potencias mundiales bajo nobles propósitos. Irak, Irán, Afganistán y Libia, todos estos países con regímenes malvados, han vivido la lucha contra el terror. Los buenos los han pacificado.

El S.O.S en Francia

Hoy se repite la historia. No sé si como tragedia, como farsa o como comedia, el asunto es que luego de los ataques terroristas en París, Siria corre la misma suerte que los países mencionados. Hoy Siria es la guarida de los terroristas. Los buenos irán a pacificarla.

Por lo tanto, es normal que el mundo se solidarice con Francia. En verdad, todos estamos conmocionados por las víctimas de París. Lo sospechoso es la guerra preventiva que parece urdir la abatida e indignada gente de bien. Parece ser que el eslogan que acompaña la indignación mundial es: ¡Por un francés muerto, 100 niños sirios!

Aunque suene a cliché y este argumento esté gastado, nuevamente vale la pregunta, ¿por qué en un conflicto sólo vemos una cara de la moneda? ¿Por qué hay muertes que valen más que otras? Parece ser que la noción de víctima está cargada de contenido político e ideológico. Los dueños del poder del mundo hacen que una víctima valga más que otra. Ver un francés muerto es terrible, ver a niños sirios morir es indiferente.

Uno ve en las redes sociales cómo se mueve el pathos de la indignación al acomodo o en favor de causas políticamente correctas. Por eso, Slavoj Zizek en su trabajo Sobre la Violencia alertó hace unos años sobre el S.O.S humanitario que nos mueve hacia causas ajenas, extrañas y ficcionales. En efecto, en ocasiones los más irreflexivos se alistan a morir en guerras prestadas; van a batallar contra quienes le han dicho son los malos. De ahí que el filósofo esloveno diga que una buena dosis de escepticismo nos salvaría entre tanta indignación sobre la violencia.

¿Cómo se construye una guerra?

En esa medida, así como la violencia no es sólo el momento de confrontación entre actores claramente visibles, la violencia guarda formas de ser que son insospechadas. Una de ellas es la simbólica. Ese tipo de violencia que se construye cultural, política e ideológicamente. La violencia simbólica permite formas de violencia subjetiva y estructural. Por eso es bueno y heroico matar terroristas. Pero es malo que mueran soldados de la patria, marines, funcionarios, etc. ¿Acaso la violencia no es violencia, así a secas, sin importar de dónde provenga?

Entonces, el ataque contra los franceses disparó un estado de violencia simbólica que indignó a todo el mundo. Como era de esperarse la respuesta fue justificar una guerra y una masacre en Siria. Cabría preguntar, ¿cuáles son los verdaderos intereses que motivaron a Hollande, presidente francés, a declarar la guerra al Estado Islámico?

Algunos analistas estilan decir que apropiarse de los recursos naturales y energéticos de cada país es la causa oculta que sella las santas alianzas de las potencias en las guerras. No sería descabellado pensar que las mismas potencias mundiales han construido todos estos atentados y ataques para justificar su guerra contra el terror.

Voy a permitirme hacer una lectura perversa para adivinar cómo se construye una guerra. En serio, ¿Por qué no pensar incorrectamente? La lectura descabellada sería así: Construyo una escena de terror, hago uso de los medios de comunicación para crear una situación de violencia simbólica, invoco la solidaridad del mundo, abrumo y muevo conciencias en favor de la guerra y desato una masacre en países que poco importan al mundo. El resultado: Conquisto sus territorios y avasallo a sus pueblos.

Quizá nuestras guerras de la actualidad se muevan así. Lo único que las motiva son los intereses económicos y el poder político. Por más que se justifiquen las guerras con nobles propósitos, como la lucha contra el terrorismo, siempre quedan en evidencia las relaciones de poder que mueven las guerras.

Por eso cada vez que se construyen guerras, creo con firmeza que cuando se repite la historia, casi siempre se repite como farsa.

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