jueves, abril 25, 2024
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Neoliberalismo y juventud

Pese a que el panorama de la juventud parezca poco alentador, su espíritu rebelde, creador, transformador y combativo es la principal herramienta contra la desesperanza.

Ivanovich Jiménez B.

A menudo se escucha decir, que la juventud es quizás la etapa más linda de la vida de todo ser humano, el instante en que se vive a plenitud. Es un momento en donde la capacidad y el comportamiento experimental y creativo, se manifiestan en el espíritu transformador que caracteriza a todo joven. El neoliberalismo, ha pregonado que su mundo es una tierra de oportunidades para todos aquellos que tengan ganas de trabajar. Pero la realidad de los jóvenes de estos tiempos dista mucho de ese mundo, y está muy lejos de ser una vida en plenitud.

De acuerdo con un cálculo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicado el año pasado, el grupo de países integrado por Colombia, México y los países de América Central, cuentan con una proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan, por encima del promedio regional. Por otra parte, según el Banco Mundial, por lo menos 20 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años ni estudian ni trabajan en América Latina, una tercera parte, alrededor de 7 millones, son colombianos. Los jóvenes de Colombia padecen altos índices de muertes violentas y menores expectativas de vida, en comparación con jóvenes de los demás países de América.

Estas condiciones en que vive gran parte de los jóvenes de nuestro país, tienen una estrecha relación con los índices de violencia, drogadicción y delincuencia juvenil. Uno de cada 20 jóvenes ni estudia, ni trabaja y ha renunciado a buscar empleo lo que lo convierte en potencial partícipe de la delincuencia común. Dicho sea de paso, esta realidad es también una de las causas que motivan la participación de jóvenes en el conflicto armado en Colombia; algunos ingresando al ejercito oficial, con la pretensión de conseguir una estabilidad laboral: y otros a las insurgencias como única posibilidad para lograr las transformaciones necesarias en el país.

Por otra parte, los jóvenes que alcanzan a conseguir empleo, se ven en la necesidad de trabajar, en medio de la más descarada explotación, materializada en salarios paupérrimos, contratos inestables, y la negación de todo tipo de derechos laborales. Quienes ven en el estudio de una carrera técnica, tecnológica o universitaria, la única posibilidad para acceder a un empleo un poco más digno, acceden a empeñar su futuro, con créditos educativos que endeudan al joven estudiante, casi de por vida.

Esta estremecedora realidad, confirma que la forma de capitalismo salvaje que hoy vivimos, el neoliberalismo, mata de manera significativa la esperanza de la gran mayoría de ciudadanos, pero muy especialmente la de los jóvenes.

El Estado es responsable

Según estadísticas del DANE, el 39% de la población de jóvenes colombianos se encuentra en situación de pobreza o de miseria. El desempleo en el país ha venido aumentando especialmente entre la población joven. Entre 2009 y 2015 la tasa de desempleo general ascendió 12.3 puntos porcentuales. Esto muestra las dificultades crecientes para que los jóvenes se incorporen al trabajo, lo que indica que el grupo de desempleados está cada vez más constituido por jóvenes. En los sectores populares, la situación es crítica y la tendencia recesiva no muestra síntomas de recuperación.

La educación no es un privilegio de todos. Pero se debe hacer consciencia que dicho privilegio ha entrado en crisis como lo demuestran las tasas de deserción que en los dos últimos grados de educación básica llegan a 10% y 8.5% respectivamente, señalando como causas principales la necesidad de trabajar. No puede desconocerse la dramática situación que vive la educación pública y su tendencia acelerada a la privatización, siendo la juventud la población más afectada por esta situación.

Este escenario, no surge de manera espontánea de la nada. El estado colombiano ha sido el principal responsable en la tragedia de las nuevas generaciones. Sus contrarreformas antipopulares, que privilegian el incremento de la acumulación capitalista, por encima de las más inmediatas necesidades de la población colombiana, y entre ellos las de los jóvenes, cercenan toda posibilidad a la juventud colombiana.

Bombardeo ideológico

Pese a que el panorama de la juventud, parezca poco alentador, su espíritu rebelde, creador, transformador y combativo, es la principal herramienta contra la desesperanza.
Junto con la disminución drástica de oportunidades de desarrollo y de reconocimiento a las necesidades y las capacidades juveniles, el neoliberalismo ha logrado mantenerse exitosamente vivo. Esto obedece a que no se trata de una doctrina simplemente económica. Es un despliegue ideológico que legitima la ofensiva y la hegemonía de un sistema capitalista, que ha demostrado ser incapaz para resolver los grandes problemas que aquejan a la humanidad, defiende un orden establecido, en el campo político, económico y cultural. La llamada “Economía de Mercados” se convirtió en un término muy de moda que sustenta el dominio económico del neoliberalismo en gran parte del mundo, en América Latina y por supuesto en Colombia.

En los últimos veinticinco años de implementación del neoliberalismo en Colombia, la juventud ha sido su principal objetivo, a partir de la cooptación ideológica, la comercialización del arte, las seducciones postmodernas del placer y el consumismo. Hasta la idea de felicidad lleva impregnada esta herencia; somos más felices en cuanto más correspondemos a la orientación neoliberal, somos felices cuando tenemos el último grito de la moda, cuando compramos la crema que nos devolverá la juventud, o cuando tan milagrosamente podemos comprar cualquier mercancía a mitad de precio.

¿Qué les queda a los jóvenes?

Pese a que el panorama de la juventud parezca poco alentador, su espíritu rebelde, creador, transformador y combativo es la principal herramienta contra la desesperanza.

El reto para los jóvenes de estos días, consiste precisamente en sacudirse de la dominación ideológica, que impone patrones de conducta y reglas sociales que orientan en la juventud, la reproducción y justificación de un modelo económico y político, que paradójicamente durante los últimos años, ha sido la catástrofe para millones de jóvenes que sobreviven en la más mezquina exclusión y la más indiferente marginalidad.

A los jóvenes no nos queda algo distinto a lo que nos enseñó el gran Mario Benedetti: “Abrir los ojos, descubrir las raíces del horror, inventar la paz así sea a ponchazos. Recuperar el habla y la utopía, ser jóvenes sin prisa y con memoria, situarse en una historia que es la suya, para no convertirse en viejos prematuros”.

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