martes, abril 23, 2024
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¿Murió de cáncer, o fue envenenado?

Neruda con su poesía, al igual que Víctor Jara con su guitarra, resplandecen hoy con más fulgor, no sólo en Chile, sino en toda Latinoamérica, iluminando el camino de los cambios sociales que nos conducirán tarde que temprano a constituir la Gran América que soñó nuestro Libertador Simón Bolívar.

Pablo Neruda.
Pablo Neruda.

Wilfrido Jiménez Díaz

El pasado miércoles 23 de septiembre, se cumplieron 42 años de la desaparición física del “más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, como describiera el también Premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez a su admirado Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto “Pablo Neruda”.

Sus poemas le dieron la inmortalidad, esa que muchos cristianos difícilmente podrán alcanzar. Neruda fue poesía y en ese compromiso extendió sus deberes de poeta a la verdad, hasta sus últimas consecuencias, “decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida, debía ser también humildemente partidaria”. Y es que es necesario decirlo, porque muchos mercachifles de baratijas literarias, malintencionadamente, solo nos recuerdan al gigante poeta latinoamericano nacido en Chile, como el autor de los “20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada” e ignoran voluntariamente a obras como “Canto General”, que escribe casi en la clandestinidad en su patria del alma, al ser perseguido por ser militante del Partido Comunista de Chile. Sí, porque lo poeta jamás le restó lo político e hizo vida celular, cumpliendo tareas orgánicas, de movilización y agitación; y su compromiso con el partido y su simpatía con las masas, lo llevaron al Senado por las provincias de Tarapacá y Antofagasta y posteriormente fue postulado como precandidato presidencial.

Estas razones lo convirtieron en un enemigo peligroso para el sistema reinante en ese entonces, en el país austral. Por eso es que para muchos resulta sospechosa su muerte, precisamente 12 días después del criminal golpe militar de 1973, que acabó con la vida del democráticamente elegido presidente Salvador Allende y muchos valiosos chilenos y las esperanzas de todo un pueblo.

El día 24 de septiembre, Neruda tenía planeado viajar a exiliarse en México y el día 23 ingresa a la Clínica “Santa María” a chequeos de rutina, pero más que eso, eran quizás medidas de seguridad para resguardar su libertad y garantizar su salida del país. Pero en esa clínica fallece.

La versión oficial del régimen militar de Pinochet, sostiene que el poeta “murió de cáncer de próstata”, pero su certificado de defunción indica que tenía caquexia, una destrucción extrema originada en una muy rápida baja de peso que ocasiona una debilidad que impide incluso moverse”.

El hecho de su muerte y el informe oficial, generaron mucha incertidumbre, pero sobre todo muchas dudas. Su familia jamás compartió esta explicación y un dato para sospechar que su muerte fue provocada, lo constituye la versión que siempre ha sostenido el ayudante y chofer personal del poeta, Manuel Araya, quien manifiesta que mientras la esposa de Neruda y él realizaban diligencias fuera de la ciudad, el poeta los llamó y les dijo que se sentía muy mal, luego de recibir una inyección cuyo contenido se desconoce.

En busca de esta verdad, el cadáver de Neruda ha sido exhumado dos veces y si bien el experticio de estas dos diligencias no ha demostrado expresamente que fue envenenado, Pablo Neruda no murió como resultado del cáncer prostático que le aquejaba. Es la conclusión que se desprende de los resultados de cinco meses de investigaciones judiciales que se encuentran en el expediente del juicio ROL 1038-2011. Es que “el cáncer de próstata que ha generado metástasis, es raramente causa directa de la muerte”. Los pacientes, según informa un estudio hecho en Alemania, mueren “con” el cáncer de próstata y no “a causa” de él. El poeta murió, además, en la misma clínica privada donde años después, ‘agentes represivos’ envenenaron al expresidente Eduardo Frei Montalba (1964 – 1970), según investigaciones judiciales.

Si Neruda lograba salir de Chile, estaban tan seguros los golpistas que se convertiría en una voz de la disidencia en el exilio. Había que silenciarlo. Pero Neruda con su poesía, al igual que Víctor Jara con su guitarra, resplandecen hoy con más fulgor, no sólo en Chile, sino en toda Latinoamérica, iluminando el camino de los cambios sociales que nos conducirán tarde que temprano a constituir la Gran América que soñó nuestro Libertador Simón Bolívar.

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