viernes, abril 19, 2024
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Muhammad Alí, el campeón eterno

No solo fue la más notable figura del deporte de las narices chatas en toda la historia, sino un referente del pueblo afrodescendiente, en Estados Unidos y en el resto del mundo, precursor de la objeción de conciencia y enemigo de la guerra

Ricardo Arenales

Considerado como el deportista del siglo XX, Muhammad Alí, fallecido la semana pasada a la edad de 74 años, no solo fue la figura más notable del boxeo norteamericano y mundial, sino un luchador social que, especialmente, a partir del momento en que se convirtió al Islam fue un referente de las luchas del pueblo afrodescendiente, de las causas sociales de los más pobres, luchador contra la guerra en Vietnam, y precursor, por consiguiente, de los objetores de conciencia, cuando con uno de los fajines de campeón mundial en sus manos, se negó a enlistarse en la filas del ejército de su país y marchar como carne de cañón a la guerra de Vietnam, una causa que no era la suya y a combatir a un pueblo que no consideraba su enemigo.

Con una vida controvertida, muy joven cambió su nombre de pila, Cassius Marcellus Clay Jr., por considerarlo nombre de esclavos. Pero además, porque al momento de su conversión religiosa, el Islam representaba para el pueblo afro norteamericano un referente de su lucha de liberación y de esperanza por ponerle fin a la segregación racial.

Su activismo político lo llevó a tener una estrecha relación con el luchador social y compatriota, Malcolm X, con el que compartió compromisos sociales hasta cuando este radicalizó sus posiciones hacia una izquierda militante, camino por el que no transitó Muhammad Alí.

El boxeador, sin embargo, no abandonó sus principios y esto lo llevó a convertirse en embajador de buena voluntad de las Naciones Unidas, y bajo esta condición viajó una vez a Afganistán a mediar en la guerra de ese país, que respondía con las armas a la intervención militar norteamericana.

Al lado de la revolución cubana

En dos ocasiones Alí viajo a Cuba a entrevistarse con el campeón nacional antillano y amigo personal, Teófilo Stevenson. En una de esas visitas, conversó personalmente con el líder de la revolución, Fidel Castro, quien lo invitó a un round, que desde luego se quedó solo en amague. Pero ese contacto le sirvió al campeón norteamericano para expresar su vívida solidaridad con la revolución cubana.

Después de una carrera de peleas invictas, tras sufrir las primeras derrotas, se retiró del boxeo con un record de 56 victorias y cinco derrotas. Conquistó el título de campeón mundial de los pesos pesados y fue el mejor de todos los tiempos.

Él mismo se calificaba como “el más grande”, “el más hermoso” y en los años sesenta, en medio de una sociedad conmocionada, siendo ya una figura de renombre, tuvo la virtud de polarizar a la opinión pública de su país, que mayoritariamente marchaba en las calles de las grandes ciudades contra la guerra en Vietnam. Alí se matriculó al lado de los luchadores contra la guerra, y desde luego fue objeto de críticas de quienes lo consideraban apátrida.

Transformó el país

El gobierno norteamericano castigó esta actitud rebelde de la manera más severa que pudo. Lo condenó a pena de prisión de tres años, lo despojó de su título de campeón mundial y le impidió participar en encuentros boxísticos por un período un poco mayor al de su encarcelamiento.

Tras cumplir la pena de prisión, en 1974 recupera los títulos de campeón mundial de la AMB y de la CMB, cuando ganó por nockout, en ocho rounds, a George Foreman.

En total, fue tres veces campeón del mundo. También campeón de los Olímpicos en categoría de semipesados en los juegos de Roma del año 1960. Disputó 61 combates como profesional, con 56 victorias y cinco derrotas. Refiriéndose a esta trayectoria, el promotor de boxeo Bob Arum dijo: “Se ha ido uno de los grandes. Muhammad Alí transformó este país e impactó al mundo con su espíritu. Su legado será parte de nuestra historia por todos los tiempos”.

Ser negro

Como mencionan sus numerosas biografías, Alí nació en la localidad norteamericana de Louisville, Kentucky, el 17 de enero de 1942. Se vinculó al boxeo cuando tenía 12 años de edad, por consejo de un policía amigo, después de que le robaron su bicicleta. En condición de aficionado, ganó también reconocimientos por sus victorias. Entre ellas seis Guantes de Oro de Kentucky, dos Guantes nacionales en Nueva York y dos campeonatos norteamericanos.

En una célebre entrevista en televisión, Muhammad Alí, en tono jocoso, se preguntaba por qué Dios es Blanco. Por qué en la última cena no había un apóstol negro. Por qué Tarzán, el rey de la selva, se internaba en una jungla africana siendo un hombre blanco, y por qué conseguía hablar con los animales, cosa que no lograban los nativos africanos. Por qué los ángeles del cielo son blancos, Miss América es blanca y por qué todo lo malo es negro.

Alí tras pagar su pena, regresó con el mayor ímpetu y recobró sus títulos mundiales. Hoy la comunidad boxística, el mundo del deporte, la comunidad islámica y las organizaciones afrodescendientes y de defensa de derechos humanos, lo consideran como el más grande de todos los tiempos en su disciplina deportiva, pero también un referente social. Seguramente a esta hora debe tener ya instalado un cuadrilátero en el cielo, y retando a nuevos contendores.

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