viernes, abril 19, 2024
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Muerte de joven negro en Baltimore: Crisis de derechos humanos

El asesinato, bajo condiciones de arresto, del joven negro Freddie Gray en Baltimore hace una semana es apenas el último episodio de brutalidad policial con fuerte acento racista en Estados Unidos

Alberto Acevedo

La fuerza del levantamiento que por más de una semana conmovió las calles de Baltimore en el estado de Maryland, en Estados Unidos, a sesenta kilómetros de la Casa Blanca, es indicio de que a la gente en ese país se le está acabando la paciencia frente a la brutalidad policial y los frecuentes asesinatos que los uniformados cometen contra la gente de color.

La mecha que disparó la indignación de la población en esta ocasión fue el sepelio del joven afronorteamericano Freddie Gray, de 25 años de edad, quien había sido detenido por una patrulla policial el 12 de abril, y en el camino a la comisaría, mientras era transportado en una furgoneta, fue virtualmente molido a palos por los uniformados, que le causaron múltiples fracturas en su columna vertebral y lesiones en la tráquea lo suficiente graves para que una semana después le provocaran la muerte.

La paciencia de la gente se agotó, no sólo porque el hecho muestra evidentemente que se cometió un asesinato, del que nuevamente fue víctima una persona de color, sino porque otra vez se quiso cubrir el hecho con un manto de impunidad, absolviendo a los criminales.

Si al cabo de una semana de protestas, el presidente Obama hizo una alocución pública condenando el crimen y horas más tarde una fiscal acusó formalmente a seis uniformados que fueron privados de la libertad, fue por la fuerza de la protesta, que amenazaba con desbordarse y crear una situación de ingobernabilidad.

Precisamente, el anuncio de la detención de los uniformados y de que se les haría un juicio de responsabilidad penal en otra ciudad para garantizarles un debido proceso aplacó los ánimos de la gente, especialmente ciudadanos de color, que mostraban cada día una mayor indignación.

Los grandes medios de comunicación, en Estados Unidos y las principales capitales latinoamericanas, pusieron el grito en el cielo por la que denominaron violencia excesiva de los manifestantes. Entregaron un registro de 145 vehículos incendiados, 15 policías heridos, 300 detenidos y varios edificios y locales comerciales apedreados. No hicieron sin embargo la misma alharaca por la sangre derramada del joven negro Freddie Gray.

Ocultan además que la Policía actúa como un verdadero ejército de ocupación en los barrios negros de las ciudades norteamericanas, a tal extremo que hace poco una agencia de noticias mostraba estadísticas que indican que en Estados Unidos hay más violencia contra los negros que en Sudáfrica en tiempos del apartheid.

Crece la brecha social

Durante las jornadas contra la violencia policial de las últimas semanas en Baltimore, los manifestantes expresaron no sólo el rechazo al maltrato de la Fuerza Pública. También el descontento por una situación generalizada de injusticia y discriminación social.

En la zona de Sandtown-Winchester, donde nació el joven Freddie Gray, casi la mitad de los habitantes del poblado están sin empleo. Una cuarta parte de las familias, en extrema pobreza, son beneficiarios del programa de Asistencia Temporal para Familias Necesitadas, y almuerzan, la mayoría de ellas, en ollas comunitarias.

La mirada que se da al problema racial, como lo han presentado los medios, no es suficiente para entender la indignación social en estas regiones de Estados Unidos. Hay además un problema social latente, de injusticia y exclusión social. Eso explica por qué en Baltimore, donde la alcaldía está en manos de una mujer negra, la mayoría de los concejales y el jefe de la Policía son negros, se da una protesta de las características de la registrada la semana pasada.

Hay un deterioro generalizado del bienestar de la clase trabajadora blanca, pero sobre todo negra. Ahí la pobreza y la miseria no tienen miramientos raciales. En estos años de crisis y de supuesta recuperación económica, lo que se ha producido es un ahondamiento de la brecha económica entre los ricos, cada vez más poderosos, y los pobres, cada vez más numerosos. La capacidad adquisitiva de los sectores populares decrece, aumentan la precariedad, el desempleo y la exclusión social, ingredientes de una crisis humanitaria que golpea de manera particular a los sectores afroamericanos.

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