miércoles, abril 24, 2024
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Mijaíl Kalashnikov: “El fusil en sí, no mata”

El general ruso Mijaíl Kalashnikov, diseñador del fusil automático que lleva su nombre, se lamentó, al final de su vida, del uso generalizado de su invento, concebido para la defensa de las fronteras de su patria, no para guerras generalizadas

Ricardo Arenales

La verdadera vocación de Mijaíl Kalashnikov, un hombre de extracción campesina, fue diseñar maquinaria agrícola, no armas de guerra. Sin embargo, la invasión de las tropas de Hitler al territorio soviético, durante la segunda guerra mundial, que impuso un cerco a la ciudad heroica de Leningrado y una hambruna generalizada sobre Moscú, hicieron que este soldado del ejército soviético pensara en diseñar una arma de guerra que diera mayores ventajas militares a las tropas que desde este lado de la frontera luchaban contra los agresores nazis.

La innovación de Kalashnikov fue tomar el viejo fusil AKS-74, retocar el cañón, quitarle peso al fusil introduciendo un cargador de plástico, reducir el calibre a 5.45 milímetros y aumentar su carga a 45 proyectiles. Fue así como nació el célebre AK-47 (Avtomat Kaláshnikova, 1947), haciendo la fecha referencia al año de su diseño final.

El diseñador nunca reclamó derechos de patente, que en cambio fueron cedidos al ejército y al estado de su país. El éxito de la nueva arma, en la guerra de liberación de las tropas soviéticas fue tan contundente, que al lado del heroísmo del Ejército Rojo, creció el prestigio de su fusil.

En manos de la insurgencia

A tal extremo que en pocos años muchos combates en el mundo se libraron con el arma que Kalashnikov pensó y diseño con fines puramente defensivos. Se desataron guerras de agresión exitosas por parte de potencias imperiales, gracias a la nueva arma. Pero también muchas guerras de liberación de ejércitos rebeldes victoriosos. Las organizaciones guerrilleras e insurgentes adoptaron con entusiasmo el AK-47.

Durante la guerra en Vietnam, los americanos comenzaron a utilizar, como novedad, el M-16 automático, y con el tiempo fueron derrotados por las tropas rebeldes, lideradas por el viejo Ho Chi Minh, equipadas con el fusil diseñado por el estratega soviético.

Fue tal el cariño de los combatientes por la nueva arma, que en África y Centroamérica, en la posguerra, no pocos fueron los recién nacidos bautizados con el nombre de Kalashnikov. Tan evidente esa relación de afecto, que el propio diseñador, en tono jocoso, comentó en una declaración de prensa que le sorprendía que esa generación de muchachos no lo hubieran demandado para reclamarle la paternidad, filial y económica.

Armas para la paz

No sólo niños personificaron ese legado. Hoy la bandera nacional de Mozambique lleva la silueta del AK-47. También el escudo de Burkina Faso y el de Timor Oriental. La gente recuerda la figura heroica del presidente mártir Salvador Allende, empuñando un AK-47 que le regaló Fidel, para defender hasta el último aliento el palacio presidencial de La Moneda de las bombas lanzadas por el mercenario Pinochet.

Al final de sus días, el ya general soviético Mijaíl Kalashnikov se lamentó del uso final que había tenido su arma, con el mismo dolor que lamentó la desintegración de la Unión Soviética. “Los verdaderos responsables de mi invento fueron los nazis, al invadir mi país”, dijo en alguna ocasión.

“El fusil, o el arma en sí, no mata. No se puede culpar a las armas de la desintegración de la URSS. Son personas las que han causado esa desintegración, y esas personas están utilizando mi invento en forma nefasta”, puntualizó en otra ocasión. El genial diseñador, después de la guerra, trabajó en otro tipo de armas, pensando siempre en la defensa de su patria, de su pueblo y del socialismo. Kalashnikov falleció el 23 de diciembre pasado en un hospital de la región de Udmurtia, donde residía, y fue sepultado con honores de Estado.

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